LOS QUE TIENEN QUE
SALIR
PARA QUE PUEDAS QUEDARTE
“De lo que tengo miedo es de tu
miedo”, sostenía
William Shakespeare y momentos en los que debemos luchar contra una pandemia,
como este momento, provocan un temor espontáneo y más que justificado. De modo
tal que no precisamos que los propagadores
del miedo nos vengan a psicopatear.
En
las últimas horas la provincia de Misiones registró dos nuevos casos de
coronavirus. Un matrimonio de San Vicente, ambos internados en el hospital
Samic de Oberá. Él, de 61 años, en terapia intensiva, con asistencia
respiratoria mecánica y de pronóstico reservado. Ella, de 56, por el momento
solo está aislada.
La difusión de la noticia, tras un par de
semanas en el que Misiones no sumó casos positivos a los tres que tenía,
disparó una suerte de ataque de pánico colectivo en el que hay que detenerse
para analizarlo. Porque la cuarentena
obligatoria es a favor de evitar el contacto entre los cuerpos. No el contacto
entre las neuronas.
De los habitantes de Oberá, con fama de
ser “la ciudad de las iglesias”, uno esperaría la puesta en marcha de cadenas de
oración y rezos a Dios a favor de que el señor contagiado recupere su salud.
No. Los que salieron a la palestra fueron unos impresentables que no han parado
de quejarse de que “lo hayan traído acá” (“acá” es el Samic de Oberá). Y lo
internaron en el Samic de Oberá porque para eso está acondicionado el Samic de
Oberá. Y si el sistema de salud de San Vicente no alcanza ya es un poco tarde
para acordarse. Otros lo han calificado de “irresponsable” (mínimamente) porque
se fue a un lugar como Sao Paulo, Brasil, la ciudad con más casos en el país
sudamericano con más contagiados.
Otros arremetieron contra los médicos y
los enfermeros que lo atendieron, proponiendo más o menos que los deporten al
planeta Júpiter hasta nuevo aviso porque capaz que se infectaron. Y desde otras
partes de la zona centro y de toda la provincia se pudieron leer barbaridades
similares y peores. Están ahí, en los comentarios al pie de los artículos de
los diarios digitales y en las redes sociales. La historia del mundo nos cuenta
que las pestes sacan en algunos lo mejor que tenemos y en otros lo peor que
tenemos. No vendría mal aprovechar la cuarentena para leer “Ensayo sobre la
ceguera”, un texto de José Saramago que narra muy bien las miserias que afloran
cuándo el “sálvese quién pueda” va ganando terreno.
Por
el contrario, el rescate de la racionalidad puede ser un buen reemplazo de la
vacuna que no hay contra esta nueva peste.
Por todos lados aparece la consigna “Quedate en casa”. Consigna que es
acertada, que el gobierno nacional dispuso a tiempo, que el provincial está
haciendo cumplir, y que todos debemos acatar. No hay que salir, excepto en los horarios y formas habilitadas,
manteniendo el distanciamiento social y usando barbijos. Después, adentro. Pero para que millones de personas se
puedan quedar en sus casas hay gente, bastante gente, que tienen que dejar las
suyas. Veamos:
-El señor internado en el Samic de Oberá
viajó a Brasil porque es camionero y la empresa para la que trabaja, con sede
en San Vicente, lo mandó allí. El transporte de cargas está exceptuado del
decreto presidencial que le da marco legal al aislamiento social
preventivo. Los camiones van y vienen de los países limítrofes y circulan por toda la Argentina porque si no lo hicieran tendríamos
desabastecimiento. ¿O alguno se cree
que todos los productos que tanto gustan ir a comprar durante el día a los
supermercados los produce el dueño del comercio la noche anterior en su casa?
Cada provincia necesita de otra y el país de sus socios comerciales. Así
funciona. O no funciona.
-Por el momento no se llegó al disparate
de “escrachar” médicos y enfermeros como ha ocurrido en edificios de Buenos
Aires. Los médicos y enfermeros deben atender a los sospechados de coronavirus
y a los que se enfermaron. ¿Qué? ¿Los profesionales de la salud que se
contagian por atendernos también son unos “irresponsables”? Eso ya es de nivel subnormal. En el rubro
salud hay que agregar a los empleados que brindan el indispensable trabajo
burocrático. Andá sumando: los que gestionan las prestaciones médicas (por
ejemplo internaciones y externaciones y los servicios farmacéuticos y de
provisión de insumos que hay en cada obra social), médicos, enfermeros,
personal de limpieza para mantener la asepsia de cada lugar. Y etc., etc, etc. Los hospitales y las clínicas no funcionan
en piloto automático.
-Los policías salen a las calles y, a sus
tareas habituales, se les sumaron unas cuantas.
-Los muchachos y chicas que llevan la
mercadería a nuestros domicilios. Y los operadores telefónicos. Los motomandados están cumpliendo una labor
fundamental: el delivery. Y, por cierto, ninguno se va a hacer millonario
en esa actividad.
-Empleados de farmacias. Trabajadores que
nos atienden durante muchas horas todos los días.
-Los que trabajan en los supermercados.
Repositores, cajeros y cajeras, gerentes, cocineros, los chicos que te arman
las bolsas o las cajas para que lleves tu compra. Y acá también cabe el etc,
etc, etc.
-Los muchachos que pasan con el camión
recolector de residuos a llevarse la basura que dejamos.
-Los periodistas profesionales que te
mantienen informado, en vez de intoxicarte con las primicias de “Carlitos news”
en Facebook o con los whatsApps que te envía cualquier gil.
-¿Te gusta tomar mate? Es una bebida
riquísima. Pues para poder seguir tomándolo debe arrancar la zafra y cada sector de la cadena, productores,
tareferos, secaderos, acopio y transporte, tienen que salir a trabajar (con
los cuidados que corresponden), para seguir abasteciendo al mercado. Como cualquier rubro de la cadena
alimenticia.
-Veterinarios. Empleados estatales.
Bancarios. Los trabajadores que nos
brindan el agua, la luz y el gas sin los cuales el “quedate en casa” sería
un chiste de mal gusto. Y dispensen los que no figuran en este editorial solo
por cuestiones de espacio. ¿Vas sumando
la cantidad de personas que tienen que salir de sus casas, con lo que
invariablemente se exponen al contagio ellos y sus familias, para que vos te
puedas quedar en la tuya? ¿Qué? ¿Son irresponsables? ¿O, en rigor de
verdad, son un ejemplo mayúsculo de responsabilidad y amor al prójimo, ese amor al prójimo que ahora no se les
nota a unos cuantos que gustan de andar todo el día con el Jesús en la boca?
Según la mitología griega “Pan”, era el
semidios de los pastores y los rebaños y de la sexualidad masculina. Capaz de
generar un miedo enloquecedor. A él le debemos la formación de la palabra
“pánico”, ese temor excesivo que no hace ningún bien y que obliga a estar
atentos para identificar a sus propagadores. Desde funcionarios públicos que
aprovechan cualquier cosa para hacer politiquería hasta los cuatro de copas que
la van de ases escondidos atrás de los teclados. Concientizar y hacer cumplir las normas son tareas
imprescindibles, pero muy distintas del andar patoteando a los demás.
“No
hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”, decía Bertolt
Brecht.
No
dejes que te conviertan en uno…
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