LA TEA ENCENDIDA
El mes de
julio supo llevarse a dos de los más eminentes ciudadanos que haya tenido la
provincia de Misiones. El siete se cumplieron tres años de la partida de Juana “Ticha” Bárbaro. Y un día
después, siete años de la muerte del padre
Joaquín Piña.
Cada uno de ellos, con sus acciones,
ilustró el significado de la palabra “dignidad” mejor que cualquier
diccionario. Tanto que algunos no los
mencionan nunca para no incomodar a Rovira.
Ticha enfrentó en inferioridad de
condiciones a un sistema pergeñado para que jamás encuentre la justicia que
buscó. De hecho, el crimen de su hermana Marilyn acaba de terminar en una impunidad anunciada desde que la
enterraron viva en su casa. La ausencia física de Ticha solo aceleró ese
abominable final. Por cierto, cuánta razón sigue teniendo aquél poema de
Gustavo Adolfo Bécquer. Qué solos se
quedan los muertos.
El padre Piña cargó a Misiones en su
espalda huesuda para intentar que el vasallaje comprenda el valor de la libertad
por encima del acomodo político. Que
aprendan a reclamar pedazos de la torta en vez de agradecer las miguitas. Provocó
una batalla épica entre la sabiduría y la viveza. Ya sabemos, a la larga,
quién ganó.
Ambos enfrentaron al poder omnímodo de la
renovación y del kirchnerismo en terrenos en los que la mayoría es oficialista porque es lo más fácil cuando mente y corazón
trabajan a reglamento.
Pedro Domingo Murillo fue un precursor
de la Independencia de Bolivia y de la América española que en 1.809 se
enfrentó en desventaja al poderoso ejército de Goyeneche, uno de los militares
más capacitados que España mandó para estas latitudes. Murillo fue vencido,
atrapado y ahorcado. “Yo muero, pero la
tea que dejo encendida nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!”, dicen
que dijo antes del fin. Bien sabemos que la tea quedó encendida lo necesario y
acá estamos dos siglos después. Casi en pelotas. Pero todavía libres.
Puede que la sucesión de holgados éxitos del
feudalismo sobre el republicanismo, la desgracia
del retorno del kirchnerismo, la oposición dispuesta a negociar con quién
no debería, y el sostenido embrutecimiento general, conformen una coyuntura espantosa que no nos deje
ver que manifestaciones ciudadanas como
las del 9 de julio pasado advierten que el fracaso puede ser solo aparente. Que luchas como las de Piña y las
de Ticha abrieron más cabezas de lo que parece.
Que siempre habrá gente que solo se
arrodille ante Dios y no ante los que se creen Dios. Que la lucha por la
libertad nunca se va a acabar. Que una persona pensando sigue siendo el más
formidable enemigo del Poder. Que los Murillos son unos cuántos.
Y
que la tea sigue encendida…
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