¿QUÉ TE PARECE OTRO CHISTE, MURRAY?
¿Qué
resultados se obtienen cuándo se cruza a chicos menores de edad con una sociedad
que abandona la educación, vota corruptos, tolera la impunidad y a la que no le
importa el futuro?
En la semana
que se va el Consejo Federal de Educación, organismo que reúne a los titulares
de las carteras educativas del estado nacional y de cada estado provincial, determinó que ningún alumno repetirá de
año. El ministro de la cartera nacional, Nicolás Trotta, y sus pares de los
veinticuatro distritos del país resolvieron que quiénes cursan séptimo grado de la escuela primaria pasen a primer año
de la escuela secundaria, y quiénes cursan el último año de la secundaria
“tendrán actividades de formación que podrán extenderse hasta marzo de 2021” y
la promoción se definirá el año que viene.
Hace décadas que el deterioro del nivel educativo argentino se tornó imparable. Con
una disparidad entre las posibilidades que brindan algunos institutos privados
y las que pueden ofrecer las escuelas públicas, que la pandemia de coronavirus
expuso de un modo categórico. El
abandono de la exigencia, en nombre de una pseudo-inclusión, generó camadas
de chicos con una alarmante pobreza de
vocabulario, serias dificultades para comprender un texto (y no el “Ulises”
de James Joyce sino el diario de cada mañana), y con escasa cultura general. Esto
es algo que casi todos se niegan a aceptar, lo que agrava la situación. Los
gobiernos porque ven a la inteligencia como un rival de sus proyectos de poder.
Los padres porque quieren resultados, ergo, que el nene o la nena se reciban de
algo aunque el título que consigan tenga más respaldo legal que pedagógico. Los
sindicalistas porque concentran sus energías en su progreso personal haciendo
política para el gobierno que les gusta, en chillar solo cuando gobierna el que
no les gusta, y en forjar docentes que se conformen con percibir salarios
miserables (de lo que deriva la actual protesta de cierta parte de la docencia
misionera, por ejemplo). Y a los pibes tampoco les preocupa la situación porque
todos fuimos pibes y adorábamos al “profe” que nos eximia fácilmente y
detestábamos al que nos exigía y nos reprobaba. Como se verá, más allá de las
posturas políticamente correctas, la educación le importa de verdad a no más de
cuatro personas.
La pandemia le vino como anillo al dedo a
este instalado sistema de facilidades
que es nuestro sistema educativo. Donde
el que sabe aprueba y el que no sabe también. Dónde el docente exigente es
un marginal. Dónde ciertas escuelas y ciertas universidades públicas mantienen
un alto nivel no gracias a los gobiernos, sino a pesar de los gobiernos. Y
dónde en los colegios privados se es más cliente que alumno.
Algunos
ahora tienen miedo de que los chicos vuelvan a las clases presenciales porque resulta
que seis meses de cuarentena están dejando unos números distintos a los
prometidos: se va agosto y la Argentina, arriba de los cuatrocientos mil
infectados y de los ocho mil muertos, es el undécimo país del planeta con más
casos de coronavirus y el decimoctavo con más fallecidos.
Se
va el 2020 y la gran mayoría de los chicos no pisará un aula. En la cuarentena
muchos tuvieron actividad intensa a favor de las posibilidades virtuales del
colegio en el que estudian. Otros no
pudieron ni soñar con eso porque las computadoras se enchufan y para eso se
necesita electricidad y conectividad. Algunos todavía no se enteraron que
las maravillas tecnológicas no están al alcance de todos los argentinos. Una
desigualdad que les debería dar a los funcionarios públicos una vergüenza que
no les está dando.
Todo apunta a que cientos de miles de pibes
sigan pasando de grado, de año, y recibiéndose, pero aprendiendo poco y nada. Que, una vez más, el discurso nos
dirá que no habrá promoción automática pero la realidad nos dirá que sí. Volvió
la “timba”, se pueden recorrer cientos de kilómetros para hacer turismo
interno, se acude en barra a tomar cerveza o lo que venga a un pub, en quince
días se reinicia la Copa Libertadores, pero no hay ni habrá clases presenciales, y a nadie le importa. En los
mass-media está más presente el futuro laboral de Messi que el seguir siendo un
país que apuesta a la ignorancia disimulada. Nada nuevo, pero por extendido,
peor. Y para nada inocuo.
¿Te cuento otro chiste Murray?
¿Qué resultados se obtienen cuándo se
cruza a chicos menores de edad con una sociedad que abandona la educación, que
vota corruptos, que tolera la impunidad y a la que no le importa el futuro?
Se
obtiene lo que puta se merece.