CRISTINA DEBERÍA HABLAR CON RINDFLEISCH
Se sabe que la visión etnocentrista del
país suele causar daño. De hecho, la vicepresidente Cristina Kirchner,
refugiada en su departamento del acomodado
Barrio Norte de Buenos Aires, no repara en que las lecciones para conseguir la
impunidad tan deseada puede tomarlas no de tácticas leguleyas o de su historial
patagónico, sino de uno de sus más oportunistas seguidores. A mil kilómetros de
distancia, en la ciudad de Oberá, provincia de Misiones, Ewaldo Rindfleisch
logró el sueño dorado de todo aquél vicioso que pasa por la función pública:
tiene impunidad judicial, política, mediática, y hasta social.
Si la abogada se tomara un cortado o un
mate bien preparado con el arquitecto, comprendería que ha cometido y sigue cometiendo
errores que podrían llevarla a recibir lo que merece.
Sí, sí. Rápidamente algunos de los más
importantes impresentables que la rodean podrían desdeñar el aporte “titista”
(de “Tito” Rindfleisch) argumentando que una cosa es gobernar en una ciudad del
interior del país, y otra es haber sido dos veces presidente y ahora vice de
los más de cuarenta millones de argentinos y argentinas. He ahí la visión
etnocéntrica que impide tener la humildad de aprender impunidad con los que
saben.
Estos son algunos puntos de la estrategia
del tres veces electo alcalde de Oberá que Cristina, Máximo y Florencia
deberían tomar nota y debatir en familia:
-Para obtener impunidad judicial hay que
tener una corte adicta. Pero no se la
puede reformar a gusto y placer en tiempos de penurias económicas, como ahora.
Menos en plena pandemia. La justicia obereña y misionera que hoy se olvidó de
Rindfleisch y que ya debe tener cucarachas caminando por sus expedientes, fue
armada por Carlos Rovira apenas retenido el cargo de gobernador en 2003.
Precisamente, aprovechando el trabajo sucio de Eduardo Duhalde y Jorge Remes
Lenicov y la cotización internacional de la soja, la economía argentina crecía
y se recuperaba. Misiones recibió lo suyo y Rovira tuvo el “timing necesario”.
Así, nunca le objetaron con la fuerza debida que ponga en el Superior Tribunal
de Justicia, por ejemplo, al apoderado de su espacio político y a su ex maestra
de Biología. En 2011, cuando la viuda de Kirchner fue reelecta con el cincuenta
y cuatro por ciento de los votos, era el momento adecuado. Con los bolsillos vacíos la clase media se vuelve republicana como
nunca. Error difícil de reparar.
-Para obtener la impunidad política
Rindfleisch se valió de su profundo conocimiento de la idiosincrasia obereña.
No trató de encontrarle el precio a algunos dirigentes (que por cierto lo
encontró) y punto. No. También sacó partido de la debilidad de carácter de la dirigencia opositora. Seguramente no
conocía la cita de Heráclito de Éfeso-“El carácter de un hombre es su
destino”-pero fue capaz de aprovechar los efectos prácticos de ella. El
dirigente político obereño suele tener mucho temor a quedar mal con el
establishment y es reacio a criticar en público. Obviamente, cuando apareció
alguno que se salió del libreto y no se lo pudo cooptar, se lo sacó de la
cancha y punto. Que para eso están los periodistas amigos. Cristina Kirchner no
ha sacado el buen partido que se cree de esa
costumbre tan PRO de poner la otra mejilla o esa otra, tan radical, de ser más efectivo con el fuego amigo que
disparándole al enemigo. Aún puede obtener ventajas de eso. El resto del
universo partidario no importa porque la izquierda sigue siendo cuatro
delirantes que se subdividen para ver quién está más a la izquierda de Carlos Marx.
Y los liberales son comentaristas que mientras
Longobardi los siga entrevistando en la radio y Juanita Viale los invite a
cenar en la tele, no son de temer.
-Para obtener impunidad mediática
Rindfleisch también recurrió al clásico aprovechamiento integral de la pauta
oficial. En eso no hay que descubrir la pólvora. Y cuando apareció uno que se
tomaba su trabajo en serio, al intentar-y fracasar-tanto en el intento de
cooptación como de eyección, no se metió más. Entendió que entonces podía
demostrar que era un alcalde tolerante con las críticas. Rindfleisch, astuto,
sabía que en cualquier parte de nuestro país la corruptela gubernamental se soslaya si la economía va más o menos
bien. Cristina Kirchner comete el garrafal error de perseguir a los
periodistas que la investigan e
intentando negar las evidencias. Debería
instruir al Presidente para encarar un programa de reactivación económica que
ponga en los bolsillos algunos pesitos para el consumo. Con eso la mayoría
se conforma. El resto lo hacen el tradicional voto peronista aún a los más
execrables y falsos peronistas, más la ineptitud opositora. Ella ya lo experimentó en 2011. Y
todavía no lo aprendió.
-Por último,
llegamos a la impunidad social. Rindfleisch
obtuvo y obtiene unas ventajas enormes de la falta de memoria colectiva. Hoy en
Oberá casi nadie recuerda que era kirchnerista y renovador, de modo tal que
siguen votando kirchneristas y renovadores para que arreglen los problemas
heredados de otros kirchneristas y renovadores. Y los que se acuerdan se
acuerdan en Facebook, no en el cuarto oscuro. Junto a una de sus esposas se
llevó la recaudación de dos ediciones consecutivas de la Fiesta Nacional del
Inmigrante. ¿Se entiende? Durante dos años seguidos hombres, mujeres y niños
trabajaron, gratis, de la mañana a la noche para hacer la mejor edición posible
de la máxima fiesta misionera, y la platita se la llevaron Rindfleisch y su ex.
Lo mismo habían hecho antes, durante una década. Es más. Hubo tipos que son tan
bobos que, en vez de apuntar contra ellos, criticaban a los dos o tres
periodistas que lo denunciaron. Por cierto, Rindfleisch sabe que hay obereños
con mucha conciencia cívica que lo detestan y con razón. Pero no le importa
porque hay y habrá un solo libro que
reseña los perjuicios enormes que le causó a la sociedad obereña. Un libro
en tiempos en que nadie lee. Cuando dejó el cargo de alcalde, su sucesor les
hizo pagar a los obereños las deudas que dejó sin siquiera amagar investigarlas.
Carlos Fernández fue reelecto de un modo aplastante. Ramón Escobar, el
ciudadano que denunció lo sucedido en la justicia con tantos papeles y
evidencias como quizás nunca se vuelvan a reunir, también se postuló. Salió último.
Cristina Kirchner sostiene que la historia
ya la absolvió. Se equivoca, pero no va a ser Felipe Pigna el que escriba sobre
los desastres que perpetró. Serán textos escritos por periodistas y para eso
siempre hay refutaciones adecuadas: carpetazos sobre la vida privada, aprietes
e insultos anónimos, o alguna campaña de desprestigio bien armadita y
difundida.
No queda otra. Si Cristina Kirchner quiere impunidad deberá hacer algo con la economía.
Y debería hacer un zoom con el arquitecto obereño.
“La experiencia es el nombre que le damos
a nuestros errores”, decía Oscar Wilde.
Hay que aprender de esos entendidos
campechanos. Que tanto saben de errores…
-Ilustración
de Nicolás Eugenio Aguilar
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