¿QUÉ ES EL TIEMPO?
“El acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón”, postuló el psicoanalista Erich Fromm. La propaganda oficialista, cada vez más inverosímil, intenta presentar a la marcha del lunes 17 desde varios lugares. Todos, con el común denominador de la irracionalidad. Fue exactamente lo contrario. Hay que estar bien cuerdo para desafiar la suerte que tienen unos patoteros de estado a los que se les mueren los jueces y los fiscales que los investigan y también los testigos que declaran en su contra. Hay que estar bien cuerdo para exigir libertad ante la mirada atónita de tantos esclavos conformes. Hay que estar bien cuerdo para no dejarse psicopatear por quiénes llegaron al extremo de impedir que un padre pueda darle un último beso a su hija antes de morir, en nombre de la “defensa de la vida”. Hay mucha resistencia a comprender que en la Argentina eso que llaman “locura” suele estar más en el cobijo de los despachos que en el frío de las calles.
“No
temo al infierno por sus penas, sino porque es un sitio donde no se puede amar”,
dijo Santa Teresa de Jesús en el
siglo XVI. No estaba definiendo solo a los dominios de Satán. También definió
al kirchnerismo y al Frente Renovador de Misiones. En la semana el misionero Sergio Lanziani fue
despedido de la Secretaría de Energía de la Nación. Lanziani creyó que podía
desafiar a Rovira amparado en el kirchnerismo. La pifió dos veces. A Rovira no se lo desafía, se lo obedece.
Y si los protegidos del kirchnerismo jugaran al golf, Lanziani nunca pasaría de
ser un “caddie”. El ingeniero nuclear está comprobando en carne propia que la política vernácula valora más a los
inútiles que obedecen que a los capaces díscolos. Si pretendía independencia
se equivocó de partido y ahora Rovira mandará a sus soldaditos de plomo a darle
la estocada final en los medios.
“La historia es la maestra de la vida”,
reflexionó el sabio Cicerón. En el
proyecto de “reforma judicial”, así llamado porque ponerle “plan de impunidad
para Cristina” quedaba feo, la ahora vicepresidente vuelve a intentar lo mismo
que cuando era presidente: controlar a los mass-media que no se le someten. Vía
uno de sus lacayos estampó una cláusula en la que los jueces deben denunciar al
Consejo de la Magistratura cualquier
“presión mediática”, no solo institucional o política. Y la hizo redactar
de un modo tan impreciso que, en los hechos, significaría una clara intimidación al trabajo de los
periodistas. Esto es más difícil de entender en esos lugares donde ya hace
años que el Poder político es el editor en jefe. En resúmen, la historia
personal de los Kirchner muestra que primero en la ciudad de Río Gallegos,
luego en la provincia de Santa Cruz, y
después en toda la Argentina, el periodismo que informa lo que pasa y no lo que
ellos quieren es un enemigo clásico.
Casi cuarenta años ininterrumpidos de
democracia y todavía hay que salir a la calle para proteger los derechos básicos
que una pusilánime dirigencia opositora no defiende con la debida severidad. Van
veinte años de poder feudal de Rovira y algunos aún no entendieron de qué se
trata ser renovador. Pasaron treinta años desde que el matrimonio Kirchner viene
ocupando los más altos cargos públicos y hay gente que sigue desdeñando lo que nos
enseña su historia: que detestan y combaten a fondo a cualquiera que pretenda
controlarlos. Por ejemplo, los periodistas.
“¿Qué
es el tiempo? Si no me lo preguntan lo sé. Si me lo preguntan, no lo sé”,
decía San Agustín.
Nos
está llevando mucho tiempo ya no el progreso, sino el evitar que se profundice
más la decadencia. El intentar retener lo poco que nos va quedando.
En la Argentina el tiempo es eso que seguimos perdiendo…
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