ES EL FEUDO, ESTÚPIDO
“Es la
economía, estúpido” es una frase originada en la política estadounidense y que
se instaló en la cultura política planetaria. En 1.992 George Bush (padre) era
el gran favorito para ganar los comicios y ser reelecto como presidente de los
Estados Unidos a favor de su alta imagen positiva y acciones que eran
consideradas exitosas en materia de política exterior. Sin embargo, la estrategia
de campaña de los demócratas, poniendo el acento en la marcha de la economía,
logró llevar a Bill Clinton a una victoria impensada.
En la Argentina el 2021 arrancó con gente “sorprendida”
por la forma en la que el gobernador peronista (¿peronista?) Gildo Insfrán maneja
los asuntos públicos en Formosa, donde hace ya un cuarto de siglo que hace lo
que se le da la gana sin que nadie lo controle. Veinticinco años haciendo lo
mismo. ¿Sorpresa de qué?
Así son los feudos.
Los barones del conurbano bonaerense (los
que manejan más recursos), los Saadi en Catamarca, los Rodríguez Saa en San
Luis, los Sapag en Neuquén, los Menem en La Rioja, los Juárez en Santiago del
Estero, los Romero en Salta, los Kirchner en Santa Cruz, los Romero Feris en
Corrientes, son personajes y familias de la política vernácula que se las
ingeniaron para armar y dejar armadas estructuras feudales más allá de ellos
mismos. Si el sabio Cicerón postulaba que “la libertad no consiste en tener
buenos amos, sino en no tener ninguno”, pues en esos territorios el grueso del
electorado, más que luchar por sus derechos, opta por los que considera “buenos
amos”.
A las geografías ya nombradas se le suman
Jujuy, Chaco, San Juan, Tucumán, La Pampa, Chubut, y varias localidades del interior
bonaerense. Lugares en donde el poder no se distribuye sino que se concentra
hasta que la ley máxima no es constitución alguna sino la voluntad del que manda.
Lo saben bien en Misiones, donde Carlos
Eduardo Rovira armó un feudo que dejó atrasada a la provincia. Una provincia
que lleva perdido todo lo que va del siglo XXI. En los feudos, aunque la
población no se quiera percatar, todo tiempo es tiempo perdido.
Es de manual. Se coopta al poder judicial,
poniendo jueces y fiscales que jamás se meten con el presente político. La
oposición termina siendo un pastiche de sí misma. Y el que no tranza es
condenado a la persecución o a la marginalidad. El periodismo se hace
levantando un teléfono desde la casa de gobierno o recibiendo whatsApps de los
funcionarios que terminan siendo los
editores responsables de los mass-media, alimentados a la dieta única de la pauta
oficial. La suma de vasallos y clientes (del estado, con sus pequeñas patrias
contratistas), le gana por goleada a los ciudadanos.
Así, el señor feudal se transforma en un
déspota que ejerce su mandato sin que nadie lo controle y que, dominado el
panorama interno, negocia su poder territorial con cada gobierno nacional.
Gobiernos nacionales que terminan siendo aliados a favor de que, o hacían lo
mismo en sus distritos, o necesitan de esos votos del electorado en las
elecciones o el de los legisladores en el Congreso.
Gildo Insfrán es otro más, quizás de los
más repugnantes, pero otro más de los déspotas que controlan la enorme mayoría
del territorio argentino. Con un gran apoyo popular, claro. Porque ahí surge un
interrogante de difícil respuesta: ¿los caudillos crean a sus seguidores o las
sociedades crean a sus caudillos?
Una vez que el feudo se consolida como una
forma de vivir, que genera una forma de gobernar, pretender transformarlo en
algo republicano, con división de poderes real y controles que le paren el
carro no solo a los políticos sino a los nenes de mamá y papá que gozan del
armado familiar, se torna muy difícil. A casi nada del imposible.
Hace treinta años, el asesinato de María
Soledad Morales, un crimen del poder, acabó con el gobierno de Ramón Saadi.
Pero no acabó con la mayoritaria mentalidad feudal que, tras veinte años de
gobierno del Frente Cívico y Social, terminó eligiendo de nuevo a una
integrante de la familia Saadi (prima del gobernador Ramón). Lucía Corpacci, a
poco de asumir su mandato, declaró sin ponerse colorada que, “Lo de María
Soledad no fue como lo mostraron los medios”. ¿Se escuchará a algún gobernador
misionero diciendo que el crimen de Marilyn Bárbaro no fue como lo mostraron
los medios?
Hábiles para cooptar voluntades y
colonizar mentes, los señores feudales, déspotas y caudillos gozan de impunidad
jurídica, social, política y mediática. Un día se les acaba, claro. Pero el
tiempo perdido es demasiado y la cultura feudal que dejan suele generar
equivalentes. Otro “buen amo”.
El periodista Jorge Lanata suele hacer la
siguiente pregunta: ¿sos capaz de luchar por cambios que no vas a ver?
Redoblemos la apuesta.
¿Sos capaz de luchar por cambios que no se
van a dar? Porque si vos no te sumás y pronto a los que sí se rebelan (que los
hay y muy valientes) hasta que la dignidad sea lo fuerte que debe ser para que el
poder no siga concentrado, entonces tengo malas noticias para darte.
Esos cambios no se van a dar.