CARLOS ROVIRA, EL INTENDENTE DE OBERÁ
Inquieto por
las tres derrotas electorales al hilo, pero en especial por la del comicio
local, Carlos Eduardo Rovira entendió que es la primera grieta que se abre en
su feudo. Que la chance de perder la alcaldía de Oberá, la segunda ciudad
misionera, es concreta. Harto de la ineptitud de los popes renovadores de la
zona centro, él mismo tomó cartas en el asunto e intervino políticamente al
municipio para disponer cambios cosméticos.
Operó en la CELO usando a Andersson y Duarte
de chivos expiatorios (la vaca debe seguir dando leche). Metió mano en el
transporte público de pasajeros y reemplazó al monopolio comunal por el monopolio
provincial. Ideó un negocio concreto (el parque solar) en las tierras del
imaginario parque industrial. Hizo que Pablo Hassan-el hijo de su antiguo
operador “papá” Hassan-actúe como un interventor de la comuna para desanudar
conflictos heredados de la gestión y media del “doc” (por ejemplo el nuevo código
fiscal). Y el maquillaje debería completarse con el tradicional marketing
constante del aparato de propaganda, pero el posadeño (porque el obereño ya
está obsoleto). Y con una cantidad sustantiva de sublemas armados con mucha
“caja”.
¿Alcanzará? La tarea se torna más compleja
a favor de que en Oberá la renovación, aunque se duche, se cambie, se afeite y
se empape de perfume importado, sigue oliendo a kirchnerismo.
Y Oberá, además de Posadas, es la única
ciudad donde la crítica al poder y el discurso alternativo al hegemónico tienen
por donde circular. Cualquier intento de querer cortar esa circulación sería un
boomerang que dejaría a la renovación como mero partenaire electoral de Juntos
por el Cambio.
Y existe un imprevisto que nadie vio
venir. Oberá es de prosapia radical. Y el radical obereño decidió hace rato que
quiere votar candidatos radicales. Ni renovadores, ni peronistas, ni del PRO. Ni
a radicales en boletas de otro partido. Radicales que estén en la boleta de la
Unión Cívica Radical.
La incógnita, de haberla, pasa por lo
electoral. Porque en términos de gestión los obereños seguirán sufriendo el
atraso de veinte años de desidia, corruptela y embustes. Con marketing y todo
la demanda de agua potable supera holgadamente a la oferta y encima los
acueductos parecen hechos de cristal. Los barrios siguen teniendo una geografía
más cercana a los años cincuenta que al siglo XXI. La inseguridad crece de la
mano de la entronización de la droga y la gente muere asesinada por nadie. El
hospital Samic solo va a “mejorar” todo lo que dure la campaña a intendente de
su director. La energía clama por la línea de 132. Trabajo no hay. Los salarios
son de los más pauperizados del país. El hartazgo de la renovación que se verifica
en Oberá, no se verifica de un modo tan evidente en ningún otro municipio. Y la
situación nacional es el peor de los contextos.
Jean-Paul Sartre pensaba que la historia
de una vida, la de cualquier vida, es la historia de un fracaso.
Votada o botada por el pueblo, la historia de
la renovación en Oberá está destinada a ser eso.
La historia de un fracaso.
Walter
Anestiades
1 comentario:
Por fin Despertaron!! Mejor tarde que nunca ...
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