TAL
PARA CUAL
Quizás traicionada por su
subconsciente. O por esa manía de pretender que sabe de lo que no sabe. O por sincericidio.
Como sea, Cristina Kirchner calificó al ministro de Economía y candidato
presidencial Sergio Massa como un “fullero”. Debió decir “apostador”. Pero dijo
“fullero”, ergo, un tramposo. El fullero es alguien que engaña. Tras esa
definición la decisión de la renovación misionera de apoyar a Massa en las PASO
se explica sola…
Cualquiera con
un poco de información, o con un poco de memoria, sabe de los ineludibles
vínculos del kirchnerismo con el Frente Renovador que en 2003 fundaron Carlos
Rovira y Maurice Closs. Cuando Misiones fue el primer experimento de eso que
Néstor Kirchner llamaba la “transversalidad”. Más allá del intento de querer
despegarse del oprobioso gobierno de Alberto Fernández (y de Cristina Kirchner.
Y de Sergio Massa), la mímesis entre el mundo K y el mundo rovirista es total.
La misma moral. El mismo despotismo. La misma incompetencia. Las mismas
fullerías.
Está visto que
en elecciones nacionales, donde no está en juego el poder territorial, la
oferta de votantes en venta, alquiler o permuta, baja. Pero el universo de
electores necios no. Ahí radican las chances de la boleta que llevará a Massa y
a los señalados por el dedo rovirista.
Sergio Massa,
un saltimbanqui de la política que le provoca reflujo gastroesofágico a
cualquier persona de bien, es el ministro de Economía de una Argentina con
inflación de tres dígitos y un dólar a quinientos mangos. Y es también uno de
los vértices del triángulo formado en 2019, denominado “Frente de Todos”, junto
a Cristina y Alberto. La estrategia comunicacional de presentar a Massa como
quién desactivó la bomba dejada por su propio gobierno no es apta para
inteligentes.
“No me molesta
que me hayas mentido, me molesta que a partir de ahora no voy a poder creerte”,
decía Friedrich Nietzsche.
Pero Rovira sabe que los
votantes renovadores no tienen ese problema.
Walter Anestiades
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