ASÍ NACE UN MILEI
Napoleón dijo que pasarían
mil años antes de que volvieran a conjugarse los factores que lo crearon. Así,
Bonaparte estaba metiendo la nariz en una discusión histórica no saldada: ¿Son
los líderes los que crean su época o cada época crea a sus líderes?
La economía
argentina no crece desde hace más de una década. Desde 2011, cuando Cristina
Kirchner fue reelecta con el 54% de los votos. Hoy 4 de cada 10 argentinos son pobres,
incluyendo el terrible dato de que 1 de cada 2 niños o adolescentes viven
debajo de la línea de pobreza. La inseguridad, de la mano de la entronización
del narcotráfico, se tornó tan natural como que la semana tiene siete días. De
hecho, es más fácil conseguir droga que un trabajo. Con una inflación anual de
más del ciento por ciento el salario no tiene ninguna oportunidad. Y cada vez que
se toma examen de nivel a los estudiantes de cualquier parte del país los
resultados son muy deprimentes.
Pobreza.
Desigualdad. Corrupción. Crímenes. Impunidad. Embrutecimiento. Todo junto en un
mismo lugar durante mucho tiempo.
En cuarenta
años la República no dio las respuestas que la sociedad ansiaba tras padecer la
peor de las dictaduras. La pésima calidad de vida que tienen la mayoría de los
argentinos no se debe a un ataque demoníaco. Los responsables tienen nombres
propios.
El patético
progresismo argento, en su versión siglo XXI que es el kirchnerismo, perpetró
un gobierno como el de Alberto Fernández que fue una verdadera calamidad
pública. La pretensión de Sergio Massa de venderse como la esperanza siendo el
actual, y tan inepto, ministro de Economía y desde un año ya virtual presidente,
puede resultar atractiva solo para chiflados. La oposición, que ya fue gobierno
con Macri y no supo ser gobierno, además comete demasiados errores como
oposición como para volver a ser gobierno. La izquierda vernácula sigue tan
atrasada como para no darse por enterada que el trabajador argentino no tiene
alma de proletario sino de propietario y que no quiere derrumbar al capitalismo
sino ser parte de un capitalismo que lo incluya de una buena vez.
Ahí encaja el
escritor inglés Chesterton cuando dijo que “Lo malo de cuando no se cree en
nada, es que se termina creyendo en cualquier cosa”.
En ese
contexto aparece un candidato omnipresente en los mass-media. Un tal Javier
Milei que cada día desde hace rato desayuna en Crónica TV, almuerza en radio
Mitre, merienda en La Nación Más, y cena en TN. Un pensador de zócalos de
televisión que tira títulos y slogans que en tiempos de pereza mental extendida,
claro, son más fáciles de absorber que la complejidad de una idea. Que le vende
como algo “nuevo” esa antigüedad que es el liberalismo a jóvenes no muy
interesados en conocer la historia. Que dice que los políticos son una “casta”
y en eso tiene razón. Uno que entretiene justo en esta época en la que el ser
humano por fin descubrió cuál es el sentido de la vida: entretenerse.
Y entonces
encaja lo que dijo otro escritor, el francés Víctor Hugo: “No existe nada más
poderoso que una idea a la que le llegó su tiempo”. Así pareciera que no hay
nada que se pueda hacer y nada que se pueda decir. La idea es que como Milei
nunca gobernó y el resto hizo desastres, pues no queda otra que probar con este
tal Milei aunque no sepamos qué va a hacer. Otra vez los fanáticos esperando que un Mesías los salve. Los progresistas tienen que hacerse cargo de lo que hicieron. La sociedad argentina no se corrió a la
derecha. La empujaron.
Entonces, ¿son los líderes los que crean su
época o cada época crea a sus líderes?
Así va la
Argentina. Hacia un nuevo rumbo. O, de vuelta, al mismo. No se sabe. Por un lado ya no se
soportan estos veinte años de kirchnerismo, el gran destructor del tejido social.
Por otro lado cualquiera con un poco de vida sabe que “la mano invisible del
mercado”-metáfora de Adam Smith-por estas latitudes provocó desastres y encima
nuestros “liberales” odian más a Alfonsín que a Videla. Y, por el tercer lado,
Patricia Bullrich fue la ministra del gobierno de la Alianza que en 2001 le
sacó el 13% de sus haberes a los jubilados (una de las peores medidas tomadas
en democracia). Y pertenece a un espacio que están juntos solo en las boletas
porque el PRO y los radicales no se bancan. Y ese espacio ya gobernó y mal.
Se suma el gran problema del peronismo, que hace rato ya no es más peronismo, y que se prepara
para volver a hacerle la vida imposible desde la oposición a todo aquél gobierno
que no sea peronista.
Entonces el
ciudadano que ansía un país mejor y que presta apoyos críticos porque no se va
a fanatizar con nadie, descubre que esa actitud lo deja en minoría. Lo deja en
soledad.
¿Qué hacer?
Agota pensar en este laberinto.
Es para volverse loco.
Y así nace un
Milei…
Walter Anestiades
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