EL
PERONISMO DEL DESCENSO SOCIAL
En la película
“El Ciudadano”, la obra maestra de Orson Welles, alguien advierte que “Tu vida
siempre va a durar más que tu poder”. Es una tragedia para el país lo que el
autopercibido peronismo viene haciendo en el poder desde hace medio siglo,
desde que ya no está Juan Domingo Perón. Y es una tragedia peor lo que viene
haciendo cuando sigue con su vida, fuera del poder.
Alberto
Fernández, el presidente que Cristina Kirchner nominó por Twitter, el ministro
de Economía Sergio Massa, el mismo que usó todas las posibilidades que le da su
cargo a favor de su propia campaña presidencial como si una maniobra tan
repulsiva estuviera bien, y Cristina Kirchner, que sigue siendo la jefa de todos,
dejan un país al borde del colapso:
-más del 40% de los argentinos (19 millones de personas)
son pobres y casi el 10% (4 millones y medio de personas) son indigentes
-la inflación mensual es de dos dígitos y la anual es de
tres dígitos. No hay que ser un experto para entender que con esos números no
hay proyecto de progreso viable
-el desempleo supera el 6% (dato maquillado por los
planes sociales, muchos de ellos otorgados sin que haya contraprestación)
-atraso cambiario (un dólar oficial a 370 pesos), atraso
tarifario (por ejemplo lo que se paga de luz), y una brecha cambiaria de más
del 150%, todos datos hijos de una inflación reprimida
-un salario real que no supera los 400 dólares y que
sufrió la mayor caída de la que se tengan registros durante un gobierno
peronista. Con el silencio vergonzoso de la CGT que ni atinó a hacer un paro,
como hacía en otros tiempos
-más de 400 mil millones de dólares de deuda
-un monstruoso déficit fiscal de un estado que gasta
mucho y mal
-la entronización del narcotráfico, que tanto tiene que
ver con la inseguridad
Y en el
universo kirchnerista no se escucha ni se lee nada que se parezca mínimamente a
una autocrítica. Ni de sus funcionarios. Ni de sus dirigentes. Ni de sus
votantes.
¿Esto es
peronismo?
De Juan Domingo Perón se pueden decir muchas
cosas. Pero es irrefutable que la alta calidad de vida de la que el trabajador
disfrutó a partir de su gobierno no tuvo antecedentes. Se pasó del peronismo de
la movilidad social ascendente a un peronismo del descenso social. Presidentes,
gobernadores e intendentes se convirtieron en una suerte de oligarquía
“nacional y popular” que ostentan una vida de jeques árabes mientras manejan
los destinos de sociedades sin energía eléctrica, sin agua potable, sin
cloacas, sin trabajo, con planes sociales clientelares, con calles de tierra,
con una precaria atención de la salud, con una inseguridad galopante y con una
calidad de vida patéticamente miserable.
Habrá que
asumir de una buena vez que el lunes 1º de julio de 1974 no solo murió Juan
Domingo Perón. Ese día también se acabó su doctrina. Se acabó su poder
transformador que hizo pasar a tantos trabajadores de proletarios a
propietarios. Se acabó todo. Lo que vino después ha sido ca-la-mi-to-so.
Y cuando no
tuvo el poder, porque la vida dura más que el poder, solo se detuvo hasta oler
sangre. Lo mismo que hará desde el 10 de diciembre.
Nada de
autodepuración. Nada de revisar porque se convirtieron en un partido del poder
y dejaron de ser revolucionarios. Autocrítica cero.
La única
lectura de la paliza electoral recibida en el balotaje es que, de pronto, 14
millones y medio de argentinos se hicieron de derecha, corroídos por un
neofascismo global. La soberbia es tal que hablan y actúan como si el
equivocado fuera el pueblo que no los votó.
No sabemos qué
hará el presidente Javier Milei. Si hará las cosas bien. Más o menos bien. Mal.
O muy mal. Pronto lo veremos.
“Cuando los
pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento”, dijo Perón.
Eso hizo el
pueblo el domingo 19 de noviembre cuando fue a las urnas.
Hizo tronar
el escarmiento.
Walter
Anestiades
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