lunes, 25 de diciembre de 2023

 

           UN HARTAZGO PROGRAMADO

 

     Casi en simultáneo a que el presidente Milei anunciara un Decreto de Necesidad y Urgencia muy ambicioso, muchas personas salieron a protestar en las calles, en los medios y en la Justicia. En rigor de verdad, amén del severo analísis al que estas medidas obligan en su fondo y en su forma, lo que a muchos les molestó no es el decreto. Es quién lo decretó.

     El príncipe Talleyrand, aquél brillante diplomático de los tiempos de Napoleón, sostenía que “El hombre inventó la palabra para disimular lo que piensa”. Algunos impresentables más nuevitos cómo Eduardo Belliboni, o el impresentable crónico de Luis D’Elía, no disimulan nada: expresaron abiertamente que le desean al gobierno de Milei todo el fracaso posible y que ellos estarán encantados de ayudarlo a fracasar. Otros sí tienen la retórica necesaria para disimular las ganas que tienen de que el presidente Milei vuele del cargo en días o a lo sumo meses. ¿Por qué? Porque ya sabemos que en la Argentina hay un partido político, que es el auto-percibido peronismo (porque del Perón que sacó a los trabajadores de la pobreza no quedó nada de nada) que se convirtió en un partido del poder y que trata como intrusos a todo aquél que llega al gobierno por el voto de ese mismo pueblo del que pretenden ser sus únicos representantes.

     Así, escuchamos ahora a kirchneristas preocupados por la Constitución Nacional, lo que es casi un  hallazgo arqueológico. O a la CGT y a la CTA hablando de paros después de aguantarse mudos, absortos y de rodillas como se adora a Dios ante el altar-como dice el poema de Gustavo Adolfo Bécquer-una caída del salario inédita en un gobierno peronista y adorando a Cristina, Alberto y Massa. O a periodistas algo desconcertados por tener que volver a ejercitar el pensamiento crítico después de años de vivir haciendo propaganda de los gobiernos que le pusieron la pauta.

      Dicho esto, los argentinos de bien, que quieren que de una buena vez un gobierno haga algo para que la calidad de vida general mejore en los hechos y no solo en los discursos, están forzados a separar la paja del trigo y a tener una precisión quirúrgica para evaluar las acciones de un Milei que prometió que esta vez el ajuste lo pagaría una casta política que, por el momento, sigue muy tranquila disfrutando de sus privilegios.

     Se verá cuál es el camino del DNU, una herramienta legítima hija de la reforma constitucional de 1994 tras el Pacto de Olivos entre peronistas y radicales. Lo de la “necesidad” y lo de la “urgencia” es muy discutible, claro: por ejemplo hace un año el presidente Alberto Fernández consideró necesario y urgente decretar un feriado nacional para que los argentinos vayamos a recibir a los jugadores de la selección nacional de fútbol que volvían al país desde Qatar con la Copa del Mundo. Cuesta mucho recordar a alguien que por entonces cuestionara la “necesidad” y “urgencia” de aquél DNU.

     El contenido del decreto propone un cambio radical de nuestra vida económica. Y acá sí vale la pena detenerse a pensar y mucho porque hace al fondo de la cuestión: en términos filosóficos, acorde al libertario que es, Milei propone un sistema de vida en el que las personas dejen de depender del estado y en el que cada uno esté por su cuenta. ¿Estamos listos y preparados para estar por nuestra cuenta, para ser arquitectos de nuestro propio destino y para que no tengamos más “contención” que lo que nosotros mismos logremos cada día? ¿Nos gusta la libertad o tampoco es para tanto?

     En la campaña electoral repasábamos el significado de la palabra “libertario”: tras la revolución francesa del siglo XVIII algunos quedaron disconformes con lo logrado y comenzaron a pensar que no se precisaba otra forma de gobierno sino que no hubiera ningún gobierno. Se llamaban a sí mismos “anarquistas”, “ácratas” o, “libertarios”. El votante de Milei debió tomarse los dos minutos que demanda averiguar esto, aunque sea en una primera aproximación, con solo usar su teléfono celular.

     En el balotaje de noviembre catorce millones y medio de argentinos se hartaron de la corruptela, de la patoteada y del fracaso kirchnerista. Pero otros once millones y medio formaron parte de un sector muy amplio que al peronismo le tolera cualquier cosa y al no peronismo no le toleran casi nada. Ahí está la génesis de las protestas actuales y las por venir. No importa lo que haga o diga Milei. Estarán siempre en contra porque lo hace o lo dice alguien que no es peronista, que hoy se llama Javier Milei.

     El 10 de diciembre de 2019 Mauricio Macri culminó su (mal) gobierno y le entregó el poder a su sucesor Alberto Fernández. Fue el primer presidente no peronista electo en comicios libres que culminó su mandato en casi un siglo. Un dato demasiado relevante como para dejarlo pasar.

     El presidente Milei deberá asumir que puede ser todo lo libertario que quiera pero la Argentina tiene un estado y es una república con división de poderes con un Congreso que debe estar lleno de “casta”, pero es una casta votada por el mismo pueblo que lo votó a él.

     Y deberá asumir que el cumplimiento o el incumplimiento de su promesa electoral de que el ajuste lo pagaría la casta podría ser determinante para el futuro inmediato de su gobierno. En la mitología griega Sísifo hace enojar a los dioses que lo condenan a tener que subir una roca hacia lo alto de una montaña. Al llegar a la cima la roca vuelve a caer y Sísifo debe recogerla y volver a subirla para que vuelva a caer y así eternamente. Los argentinos que se sienten un Sísifo quieren que su nuevo esfuerzo esta vez no sea inútil o al menos quisieran ver a Cristina Kirchner, Alberto Fernández o a Sergio Massa llevando la roca hasta la cima en la montaña de al lado.

     Por el momento eso no ocurre y lo que sí ocurre es tener que aguantarse las quejas de los cínicos que toleraron todo y ahora no toleran nada.

     Los que a las dos semanas del nuevo gobierno ya están hartos…

    Como habían programado.

 

 

Walter Anestiades

    

    

 

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