DE ARRUINAR EL PAÍS A ESTROPEAR A
BOCA
“El fútbol es
la cosa más importante de las cosas menos importantes” dijo Jorge Valdano y la
política siempre lo supo. Por eso, tras una campaña meteórica y con una
estrategia comunicacional brillante, el 17 de diciembre de 2023 el peronismo
del conurbano bonaerense, tras perder el sillón de presidente del país ante un
panelista de televisión, puso todo para quedarse, y se quedó, con el otro
sillón más importante del país: el de presidente de Boca.
Ser presidente de Boca Juniors, el club
más grande de la Argentina y uno de los más importantes del planeta fútbol, es
ocupar un lugar de poder descomunal. Lo supo bien el empresario Mauricio Macri, que de ahí pasó a gobernar la
Capital Federal y el país. Hay que decir que Macri fue un funesto presidente
argentino, un correcto jefe de gobierno porteño y un estupendo presidente de
Boca.
Macri fue el presidente más exitoso de la
historia futbolera de Boca al lograr en algo más de una década, entre 1996 y
2007, 16 títulos oficiales que se desglosan en 6 ligas locales y 10 copas
internacionales incluyendo 4 copas Libertadores y 2 Intercontinentales ganadas
al Milan y al Real Madrid. Aquél 2-1 en Japón al Madrid e “Los galácticos” fue
la final más importante de la historia de Boca, aunque el fenomenal aparato de
propaganda de River Plate se esfuerce en meter en las mentes de los hinchas más
juveniles que ese lugar lo ocupa la final de Madrid que ganaron ellos. No.
Pero en diciembre de 2023 Macri ya llevaba
más de tres lustros sin manejar directamente Brandsen 805 y sus alrededores. Su
lacayo Daniel Angelici fue un presidente de Boca al que el ciclo de Marcelo
Gallardo en River dejó en ridículo. Y él mismo, Macri, tuvo un paso por la
presidencia de la nación que resultó tan decepcionante que revivió al
kirchnerismo. Cuando cuatro años después esa calamidad pública que fue el gobierno
de Alberto Fernández le dio otra chance electoral a la oposición, el canal de
la bronca fue un Javier Milei que llegó mucho más lejos de lo que el mismo peronismo
había proyectado para él.
Fue entonces que el peronismo, que desde
la muerte de su fundador dejó su rol transformador para ser el mejor garante del
statu quo, buscó un refugio: habiendo retenido la provincia de Buenos Aires se
metió en Boca de la mano del ídolo xeneize más grande de la historia moderna:
Juan Román Riquelme.
La campaña fue intensa y bien planificada.
Macri no tuvo tiempo ni de reaccionar. Mientras él hacía denuncias sobre los
manejos institucionales del club, el AMBA (que de ahí son los socios que van y
votan) se llenaba de propaganda antimacrista dirigida a un público que tenía
más presente Madrid y la deuda con el FMI que los días felices de Carlos
Bianchi y Martín Palermo. Mientras Macri hablaba en la televisión que miraban
los padres, los hijos veían a Riquelme en “El loco y el cuerdo”, un popular programa
de streaming conducido por el periodista Flavio Azzaro y el expresidente de
Independiente Andrés Ducatenzeiler (hoy un youtuber apodado “Duka”). Suponemos
que cada vez que Riquelme va a visitarlos debe llevar dos pares de medias para
poder cambiárselas porque el par con el
que llega le deben quedar empapadas…
Esa elección a presidente de Boca fue un
hito: votaron 46.402 socios, la mayor concurrencia de la historia. Hubo 30.318
votos para Riquelme y 15.949 para la fórmula Andrés Ibarra-Mauricio Macri. Una
paliza. Y, para mayor hito, fue a votar el flamante presidente de la nación
Javier Milei. ¿Más ligazón entre fútbol y política? Imposible.
Y así Riquelme se alió con los que arruinaron
al país para ganar en Boca. Y así le va a Boca.
En rigor de verdad Riquelme viene
manejando todo desde el 8 de diciembre de 2019, cuando fue electo
vicepresidente de un Jorge Amor Ameal que, al igual que un jarrón chino que
tengo en mi casa, está de adorno.
En lo futbolístico Boca ha tenido, en cinco
años, cinco entrenadores: Miguel Ángel Russo (último campeón de la Libertadores
en 2007 con Macri en la presidencia y Riquelme en la cancha, que fue la mejor
combinación), Sebastián Battaglia, Hugo Benjamín Ibarra, Jorge Almirón y Diego
Martínez (más un breve interinato de Mariano Herrón). El club disputó 21
competencias oficiales:
-5 ligas
(con una aún en disputa y Boca en mitad de tabla)
-11 copas
nacionales (1 Copa Maradona, 3 Copas de la Liga, 1 Trofeo de Campeones, 1
Súpercopa Internacional, 1 Súpercopa Argentina y 4 Copas Argentinas con la
actual aún en disputa con Boca en cuartos de final)
-5 copas
internacionales (4 Libertadores y 1 Sudamericana). En todas Boca fue eliminado
por equipos brasileños: Libertadores 2020 en semifinales por el Santos, siendo
goleado 3-0 en Brasil. 2021 en octavos de final por Atlético Mineiro, perdiendo
por penales en Brasil. 2022 en octavos de final por Corinthians, perdiendo por penales
en Brasil. 2023, perdiendo la final con Fluminense 2-1 en el alargue en Brasil.
Y en la Sudamericana 2024 en octavos de final por Cruzeiro, perdiendo por
penales en Brasil.
-De esas 21
competencias (19 ya finalizadas) Boca fue campeón en 6, todas locales:
-Campeonato
de Primera División “Superliga 2019/2020”
-Copa Diego
Armando Maradona 2020
-Copa
Argentina 2020/2021
-Copa de la
Liga Profesional 2022
-Campeonato
de Primera División 2022
-Súpercopa
Argentina 2022 (jugada en 2023)
-Boca continúa
con su sequía de copas internacionales. La última fue la Recopa Sudamericana 2008,
dirigido por Carlos Ischia. Y la última Libertadores fue hace 17 años, en 2007.
Cuando Riquelme no dirigía al club decía que "Ganar la Copa Libertadores
vale como 10 campeonatos argentinos”. Bueno, con él dirigiéndolo Boca no ganó
ninguna. La edición actual ni siquiera la juega. Y la del año que viene se verá
(deberá ser campeón de la liga o terminar entre los tres primeros o ser campeón
de la Copa Argentina). En el plano internacional Boca se clasificó al Mundial
de Clubes 2025.
-En el
último lustro Boca jugó 39 clásicos contra los otros 4 “grandes”, River,
Independiente, Racing y San Lorenzo, con saldo negativo: ganó 10, perdió 13 y
empató 16. Logró solo el 39% de los puntos. El desglose:
-vs River:
jugó 12, ganó 3, perdió 4 y empató 5 (lo eliminó 3 veces en copas nacionales, 2
por penales y una ganándole 3-2 en Córdoba)
-vs
Independiente: jugó 7, ganó 2, perdió 1 y empató 4
-vs Racing:
jugó 14, ganó 3, perdió 5 y empató 6 (Boca lo eliminó 3 veces: 2 de la Copa
Libertadores y 1 en una copa nacional. Y Racing también lo eliminó 3 veces le
ganó 2 finales y lo eliminó de 1 copa nacional)
-vs San
Lorenzo: jugó 6, ganó 2, perdió 3 y empató 1
-De
visitante el palmarés empeora: jugó 17 veces en las canchas de sus rivales y
solo ganó 3 (2 en Independiente y 1 en River). Perdió 8 y empató 6. Logró
apenas el 29% de los puntos.
En lo institucional el club ha sido
noticia por hechos indeseables, especialmente uno:
-en julio
Jorge Martínez, exjugador del club y entrenador del equipo femenino de fútbol,
fue condenado a un año de prisión en suspenso, una orden de restricción de acercamiento,
tres años de tareas comunitarias e inscripción en el banco genético de
abusadores por abuso sexual simple contra la jefa de prensa del fútbol femenino
Florencia Marco. Además se abrió una causa que investiga a los integrantes del
Consejo de Fútbol, Jorge Bermúdez y Marcelo Delgado, por falso testimonio.
También en julio hubo una falla administrativa
ridícula: los cuatro jugadores traídos como refuerzos no pudieron ser
inscriptos en la lista enviada a la CONMEBOL para jugar el repechaje de la
Sudamericana porque mandaron a destiempo a Asunción del Paraguay el e-mail con
la documentación (en la actualidad en Paraguay el huso horario es una hora
anterior al de Argentina). Eso pasó en el club de fútbol que genera “el
movimiento popular más grande del mundo”.
Destacar lo que Juan Román Riquelme
significó como jugador para Boca-y para el fútbol en general-es redundante. La
sola expresión de su nombre invita a la nostalgia de recordar sus pases, sus
tacos, sus gambetas, sus tiros libres, sus pisadas, sus goles y sus copas
levantadas. Pero en el mundo del fútbol sobran los ejemplos que demuestran que
haber jugado fenómeno al fútbol en un club no garantiza manejarlo fenómeno después como dirigente
(preguntar en River por Passarella).
No se puede dudar de la honestidad de
Riquelme ni de su amor por Boca. Pero eligiendo entrenadores y refuerzos
(refuerzos que deberían elegir los entrenadores y no él) es peor que mi hermana
eligiendo marido. Aquél primer equipo dirigido por Russo, el del comienzo de
2020, jugaba bien. Completó la tarea saliendo campeón al ganarle al Gimnasia de
Maradona con un golazo de Tévez en La Boca. Después nunca volvió a jugar bien
sostenidamente, incluso siendo campeón. Ni con Battaglia ni con Ibarra (que
hicieron algo parecido a una pasantía). Ni con Almirón (que se mantuvo en el
cargo por los penales que el misionero Sergio Romero atajaba en la copa). Y menos
aún con Diego Martínez, quién pareció poder plasmar una idea de juego en
algunos partidos del primer semestre pero solo pareció y el funcionamiento
declinó tanto que ver jugar a Boca hoy hace mal a la salud. Es un equipo
endeble, inofensivo, que no sabe distinguir el enojo de la firmeza, que se mete
solito en problemas y con rendimientos individuales impresentables. Ganarle a
éste Boca de Martínez es más fácil que la tabla del dos.
Pero ahora Riquelme no es solo el presidente
de Boca. Es también el garante del refugio de un espacio político que, en
nombre de Perón, hizo añicos el legado de Perón. Por eso sostenerlo excede los
avatares deportivos de Boca. Es una imperiosa necesidad política. Y eso no es
bueno. No es bueno para Boca.
Lo que tampoco es bueno para Boca, y es además inaceptable, es la irrupción de una camada de hinchas que quieren más a Riquelme que a Boca. Nadie está por encima del club y hay que ser un estúpido para creer lo contrario. Es enfermizo. Es i-n-a-c-e-p-t-a-b-l-e.
La batalla política y económica con Milei
(y su aliado Macri) no es una lucha de buenos contra malos sino de intereses. La
plantean como “la libertad de ser una sociedad anónima deportiva” vs “el club
es de los socios”. Es más complejo que eso. Se verá qué pasa. Pero, en el
mientras tanto y por ser Boca, el “Sportivo ganar siempre” como lo definió Juan
Carlos Lorenzo, una crisis futbolera como la actual podría derivar en cualquier
cosa. Y la política sabe que es cierto eso que Valdano piensa del fútbol.
Que, de lo menos importante, es lo más
importante.
Walter
Anestiades
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