martes, 3 de septiembre de 2024

 

           LA CELO Y EL DÍA DE LA MARMOTA

 

     “Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que nunca pasaron”, admitió Winston Churchill. Los socios de la CELO hacen exactamente lo contrario: pasan su vida despreocupados de lo mucho que sucede en “su” cooperativa. Como Ewaldo Rindfleisch hace dos décadas, ahora Pablo Hassan tiene el control total de la entidad a través de las marionetas que la administran. La jugada le sirve, primero que nada, a los intereses de Carlos Rovira. En su momento permitir eso tuvo resultados lamentables. Y volver a permitirlo ahora, los tendrá también.

     En un desolador deja vu a fines de julio el grueso de los socios de la CELO-unos treinta mil-se desentendió de los comicios para elegir delegados. El intendente movió su estructura (entre la municipalidad y la cooperativa son algo más de dos mil votos) y obtuvo una obvia y holgada victoria frente al esfuerzo personal de los socios dignos que, como siempre, fueron mejicaneados por las estructuras de una oposición política cuyos líderes negocian toda su vida y, cuando mueren, siguen negociando. Bastaría que unos tres mil socios, uno de cada diez que nunca votan, dejen de quedarse paveando y vayan a votar para que sus candidatos ganen las elecciones. Pero nunca lo hacen. No les interesa. Dicen que votar no sirve para nada. ¿Y entonces? ¿Cómo se mejora el funcionamiento de la entidad que te da la luz, el agua y hasta te entierra? ¿Cuál es la ganancia de contemplar y solo contemplar la propia vida sin el coraje de intentar mejorarla?

     Hace unos días se realizó una asamblea de delegados que fue todo lo vergonzante que puede ser una asamblea de delegados así parida. Con el clásico hermetismo feudal se aprobó “a libro cerrado” nada menos que la Memoria y Balance de dos ejercicios contables (el socio interesado en más datos puede consultar a una tarotista), y se le dio el ok a la lista que armó el poder. En la próxima reunión se repartirán los cargos tal como se les indicó.

     En la lista de consejeros electos figura Carlos Eichelt, hermano de Nori y cuñado de Rindfleisch. Parece una joda. Pero es en serio.

     Incluso se aprobó que los consejeros, en vez de percibir una remuneración por cada reunión del Consejo de Administración a la que van, reciban una suma mensual ligada proporcionalmente a lo que cobra el gerente general. Lo propuso el delegado electo Armando Avancini (todo un prócer del cooperativismo local). Parece una joda peor que la anterior. Pero también es cierto.

     Es ineludible recordar que la campaña electoral de la lista ganadora se basó en el camelo de que eran gente nueva y que nada tenían que ver con la política. El cuentito fue reproducido, como siempre, por un periodismo local cuya decadencia no encuentra piso.

     Con la llegada de la época estival volverán los cortes de luz y de agua provocados por una oferta que no puede enfrentar ningún aumento de la demanda. Se sabe que eso ocurre porque durante demasiado tiempo se desinvirtió donde se debía invertir. Como ahora el traspaso generacional del servilismo que vive la sociedad obereña garantiza las mismas conductas de hermetismo, corruptela y sumisión al poder, entonces todo seguirá igual. Ergo, un espanto. Un espanto agravado por las quejas virtuales y por ende inofensivas de los insufribles socios que se quedan sin agua, sin luz o sin las dos cosas pero que jamás pisan un centro de votación ni mueven un dedo para generar algo mejor que un lamento idiota.

     En las líneas por venir voy a trazar una analogía entre la situación de la CELO y una película. Lo que vas a leer ya lo escribí y lo publiqué hace diez años. Aunque parezca escrito esta mañana. Y ese es el punto.

     A esta altura casi todo el mundo vio o al menos supo de la existencia de “El día de la marmota”, una película estrenada en la década del noventa y protagonizada por Bill Murray. Cuenta la encerrona que de pronto vive Phil Connors, un meteorólogo que trabaja en televisión y viaja a un pequeño pueblo en Pensilvania a favor de asistir a la fiesta de la marmota, una folklórica manera que los granjeros tienen de predecir la duración del invierno, según el comportamiento del animalito. La fiesta es el 2 de febrero. Pues bien, tras ir a la fiesta y pasar una agradable jornada, Phil se va a dormir al hotel y a las seis de la mañana del otro día se despierta y descubre que, por alguna razón mágica, no es otro día sino el mismo día. Es, de vuelta, el 2 de febrero. Y vive exactamente lo mismo que el día anterior. Y eso le vuelve a pasar cada vez que despierta. Siempre es el 2 de febrero. Siempre es el mismo día. Le pasan las mismas cosas. Conoce a la misma gente. Tiene las mismas charlas. Cada detalle es idéntico. Todo es igual al día anterior. Para Phil Connors, hoy es igual que ayer. Y mañana igual que hoy.

     La historia y el presente de la CELO se cuentan así. Siempre igual. Siempre lo mismo.

     Como en “El día de la marmota”.

 

-Walter Anestiades

-Ilustración: Nicolás Eugenio Aguilar 

    

 

 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Triste