LOS MUCHACHOS DE ANTES
ERAN MÁS LEALES
James
Harrington fue un teórico de la política inglesa del siglo XVII que dijo que la
traición nunca triunfa, porque cuando triunfa, nadie le dice traición.
Hoy es otro 17 de octubre, Día de la
Lealtad Peronista. Y no estoy pensando y escribiendo esto en cualquier lugar
sino en la Misiones del estado rovirista. Donde hace más de veinte años nació
el llamado Frente Renovador de la Concordia un partido del poder parido por dos
mejicaneadas: la de Carlos Eduardo Rovira al justicialismo y la de Maurice
Fabián Closs al radicalismo. Ya que, desde entonces, ese espacio ha sido
plebiscitado seis veces seguidas por la mayoría del pueblo misionero, pues es
difícil establecer si Rovira y Closs pudrieron el espíritu rebelde de la
sociedad o si una sociedad sumisa y oficialista con orgullo encontró por fin
los buenos amos que buscaba.
Aquél miércoles 17 de octubre de 1945 una
multitud fue a pedir la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón con
la esperanza de consolidar y extender las mejoras obtenidas en su calidad de
vida desde el 43, con Perón al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión
Social. Ya con Perón electo presidente serían los últimos argentinos que, en
vez de vivir de sueños, pudieron vivir lo soñado.
El tiempo pasa para todos y en 1974, hace
ya medio siglo, Perón murió y con él murió su doctrina. Así lo demostraron su
viuda Isabel con el “Rodrigazo”, la década menemista con la desocupación, y los
cuatro gobiernos kirchneristas (Néstor, Cristina dos veces y Alberto Fernández)
que, a la inversa del general, no pararon de crear pobres. Incluso,
protagonizando una vergüenza difícil de emular, “eliminaron” la pobreza
escondiendo las estadísticas del INDEC sobre la pobreza.
Los gobiernos no peronistas fueron iguales
o peores y eso, más ese “recuerdo que trae votos” como dice el peronista Julio
Bárbaro, los mantiene siempre electoralmente cerca. Aunque leal y
doctrinariamente lejos.
Sabemos por Menem, Duhalde, los Kirchner,
Alberto y los señores feudales del conurbano, de las provincias y de los
municipios, que el peronismo sin Perón nunca fue posible.
No queda otra entonces que meter la
lealtad a Perón en el rincón cuyo tamaño depende del que cada uno le reserva a
la nostalgia.
Esta es otra época. Época de traiciones.
A las que nadie llama por su nombre.
Walter
Anestiades
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