NI CUANDO SE HABLA DE EDUCACIÓN
SE HABLA DE EDUCACIÓN
El Príncipe
de Talleyrand, personaje fundamental de la Francia de fines del siglo XVIII y
principios del XIX, decía que “El hombre inventó la palabra para disimular lo
que piensa”. En la Argentina de estos días los que siempre están discutiendo
poder dicen que están debatiendo el futuro de la universidad pública. No. Ese es
el embuste adecuado para seguir discutiendo poder y disimular que por acá la
educación le importa a cuatro tipos.
Desde hace demasiado tiempo cualquier prueba
que se le toma a los pibes de la primaria y de la secundaria demuestra que una
enorme cantidad de alumnos de todo el país no comprenden lo que leen y no saben
resolver operaciones matemáticas sencillas. Y eso, que es grave, que es triste,
que es desolador, no le mueve un pelo a nadie. De modo tal que cuesta creer que
la preocupación por la formación futura de los que estudian en las
universidades públicas conviva con la despreocupación por la formación pasada de
los que llegaron a esas universidades públicas.
El
sistema educativo argentino, reseteado por el menemismo y por el kirchnerismo,
consiste en aprobar sin saber. De modo tal que no hay porqué tragarse las
imposturas de quiénes destruyeron el otrora alto nivel de la educación
argentina. Están discutiendo lo de siempre. Discuten poder. Discuten plata.
Discuten cargos.
Al presidente Milei no le interesa la
Educación Pública. Y nunca le va a interesar. Por eso no tiene ningún
inconveniente con desfinanciarla. No hay ninguna “valla de Chesterton” en su
camino que le indique que no hay que destruir lo que no se entiende.
Pero no solo es cosa de líderes. La
sociedad que aceptó mansamente la destrucción de la calidad educativa, la que sigue
aceptando sin chillar que un adolescente no comprenda ya no el “Ulises de
Joyce” sino un texto sencillo, y que no pueda multiplicar por 3, por 4 o por 5
sin la ayuda de la calculadora del celular, esa misma sociedad es la que ahora
finge cordura y pide cuidar a la universidad pública. ¿En serio?
En la política nacional y en las políticas
provinciales y comunales desfilan proyectos de poder que pueden poner algo de
dinero en los bolsillos para forjar consumidores, pero no ponen nada en las
cabezas para forjar ciudadanos. A ver, pensemos un poco. Si la educación le
importa a todos los que dicen que le importa,
¿por qué está cómo está?
Como el político demagogo sigue la
corriente está de moda impostar interés en una universidad pública que conserva
excelencia no gracias a quiénes gobernaron sino a pesar de quiénes gobernaron.
Fue Erasmo de Rotterdam hace más de cinco
siglos el que dijo aquello de que “En el país de los ciegos el tuerto es rey”.
La Argentina de las últimas décadas puede
exhibir una única política pública que viene siendo eficaz: el embrutecimiento.
Porque la realidad muestra que de norte a
sur y de este a oeste se forman ciegos. Para que después cada ciego elija a su
tuerto.
Para que después el tuerto sea rey…
-Walter
Anestiades
-Foto:
Emiliano Yacobitti, vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, y Alejandro
Álvarez, subsecretario de Políticas Universitarias del gobierno de Milei, debatiendo en el canal TN
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