jueves, 16 de junio de 2011

OBSECUENCIA GRAMATICAL

La obsecuencia es la extrema sumisión a alguien. "Chupamedias" se diría en mi barrio.
La gramática es el estudio de las reglas de una lengua. Cada lengua, incluída la nuestra la española, tiene sus propias reglas. Que para algo están.
La palabra presidente deriva, etimológicamente, del latín "praesidere", que significa "sentarse al frente". La historia de éste término nos muestra que abraza desde la persona que dirige una reunión o una asamblea hasta el funcionario público que ocupa el cargo jerárquico más alto del gobierno de un país. En éste sentido aparece por primera vez en la Constitución de los EE.UU de América, sancionada en septiembre de 1787 en la ciudad de Filadelfia.

La presidente Cristina Fernández, viuda de Kirchner, gusta de que la llamen presidenta. ¿Está bien o está mal que se le diga así, cómo ella quiere? Está mal. Por varias razones. Y no es un tema menor.

En primer lugar, en Democracia, un Presidente debe hacer lo que corresponde. Sí es de su agrado o no, es secundario. Los déspotas hacen lo que se les da la gana. En otro sistema. No en Democracia.
En segundo lugar nuestro Código Civil es muy claro. Habla de Presidente. Y se refiere a hombres y a mujeres. A los dos.
En tercer lugar, porque cada lengua tiene su gramática y nuestro idioma no es la excepción, en el español existen palabras neutras. Esto es, su género (masculino o femenino) no está determinado por la palabra en sí. Está determinado por el artículo que la precede. Así las cosas, la palabra presidente no posee género en sí misma sino que esa condición se la otorga el artículo "él"-masculino-o el artículo "la"-femenino-. Al dentista varón no se le dice "dentisto". No se dice "turisto". Ni "periodisto". No existe el "dirigento". Ni el "paciento" que se atiende con un médico o una médica. "Presidente", como muchas palabras terminadas en "e" es neutra. No hace falta, para masculinizar el término, decir "presidento". Ergo, tampoco es necesario, para feminizarlo, decir "presidenta". Todo el tiempo se nos habla de la suprema importancia de la Educación. Pues bie, eduquémonos. De arriba a abajo.

Por último, sostenemos que no es éste un tema menor a favor de entender que ceder terreno en el lenguaje suele ser anticipatorio del ceder en otros terrenos, como el de los hechos.
Decir "presidenta" no es una manera de reivindicar o revalorizar la condición femenina sino todo lo contrario. La palabra "presidente" se aplica a hombres y mujeres por igual. Forzar el lenguaje inventando una palabra que la reemplace es perder una conquista en términos de igualdad.

Además, hablar mal es cosa de ignorantes.
Y hablar de una manera determinada sólo porque a la Presidente le gusta así, es cosa de obsecuentes. De chupamedias.

Bueno, se sabe. Un chupamedias es, antes que nada, un ignorante.

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