Don Arturo Jauretche se fue de éste mundo treinta y siete días antes
que Juan Domingo Perón. Se me hace
que para cerciorarse de recibirlo con una buena ginebra, buenos puchos y buen café. Como corresponde a dos tipos con
mucho estaño.
Eso falta
en la Argentina
de hoy. Gente con estaño.
Jauretche (que por culpa del anómalo de Aníbal Fernández murió dos veces)
definía el “tener estaño” como la
capacidad de ser un agudo y activo observador desde la tribuna de los bares, apoyado en el estaño del que están hechos los mostradores. Un tipo
con la suficiente “calle” como para darse
cuenta de lo que pasa. Un lúcido
frente a la gilada. Uno que la vea abajo del agua. Nada que ver con
presuntuosos que se creen que el que leyó cinco libros sabe más que el que
llegó a cuatro. Una mezcla fascinante de intelecto, e intuición sazonada con
mucha sal. Esa sal que sólo da la vida intensamente vivida.
Las netbooks no te dan estaño. Tampoco el
recibirte en carrera alguna. Mucho menos la edad ya que está lleno de giles de
cincuenta años.
Qué cínicamente brillantes son los
Kirchner! Lograron que doce millones de tipos se crean partícipes del saqueo.
Tipos que no se dan cuenta que solo son preservativos en el gran empome nacional. Es lo que sucede cuándo te falta estaño.
Jauretche tuvo la claridad necesariamente
anticipatoria para enfrentarse a “Los profetas del odio”, “gorilas” en serio que se oponían a la revolución en
serio. Los verdaderos “gorilas” se hicieron así porque no les quedaba otra ante
un país que no se les acomodaba porque los cambios eran cambios de verdad. Perón es Perón no por lo que dijo sino por lo que hizo. Millones de
argentinos que no tenían nada enpezaron a laburar, a educarse, a poder
comprarse pilchas, salir a pasear seguro y en familia, ir confiado a un hospital público
y pasar de proletario a propietario porque había un proyecto de país. Con Perón el pobre salió de pobre.
Ese es el lamento final de este cuentito: hoy no hay ninguna revolución social,
ningún cambio, ninguna inclusión, ningún proyecto ni nacional y menos popular,
ninguna mejora sustantiva en la calidad de vida. Proyectos personales amparados
en mentiras piadosas y tipos que se venden barato. Si Evita viviera y viniera a la Misiones del siglo XXI sería fantástico verle la
cara al enterarse que seis de cada diez tipos no tienen acceso al agua potable
y cagan en letrinas y que hay pibes que no saben lo que es tomar un vaso de
leche de vaca ni comerse un buen churrasco en el país de la leche y de las
vacas y que carecen de ácido fólico y se quedan enanos por falta de vitaminas.
Y que le cuenten o que viera qué eso pasa en todo el país y que después de casi
una década en la que hubo más guita que en su década a eso lo llaman modelo de
inclusión, peronismo y Justicia Social . Con
los Kirchner el pobre nunca dejará de serlo. Y el gil, tampoco.
Nadie sabe que es lo que va a pasar. Pero
quiénes gobiernan la
Argentina de hoy tienen el frente despejado: pueden hacer lo
que se les dé la gana y mentir hasta que no dé.
Mirá a tu izquierda. Don Arturo está
tomando un café en el bar de la esquina y nos mira. A su lado Perón llama al
mozo y le pide otra ginebra mientras Jauretche lo toma de un brazo y le hace
señas de que nos mire en medio del humito del cigarrillo. Que nos mire a
nosotros.
Perón nos mira y Jauretche le
dice: “Los vió general. Qué pena. Cuánta
gente sin estaño…”
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