Hace años
que Stella Maris Leverberg atiende de los dos lados del mostrador. Es el gremio
y es también la patronal.
“Marilú”,
como conocen todos a la blonda obereña, maneja a su antojo a la Unión de Docentes
de la Provincia de Misiones-UDPM-. Que es lo mismo que decir que orienta hacia
donde decida a la mayoría de los docentes misioneros. De hecho, ver a esos
maestros, encargados de formar las mentes de los futuros ciudadanos de la
tierra colorada, haciendo de punteros de los candidatos renovadores en cada
elección política, sindical o de alguna cooperativa como la CELO, es un
fenómeno bastante llamativo. Y observarlos haciéndolo para nada disconformes y
obligados, sino contentos y convencidos,
es bastante patético.
Será cosa de
psicólogos sociales establecer cuánto de su habilidad como dirigente y cuánto
de la torpeza de sus dirigidos posibilita la adhesión a una mujer que al ser
electa diputada nacional-dos veces-tiene su futuro económico asegurado, como
cualquiera que pasó por ese cargo y dispondrá de una jugosa jubilación. A
diferencia de quiénes la votaron para que lo logre. Esas maestras que cuándo se
jubilen descubrirán que en el cálculo de sus haberes solo interesará lo que
perciben en “blanco” y que lo cobrado en “negro”-que en los haberes docentes de
hoy es sustantivo, no. Y que entonces
les va a convenir seguir dando clases, aunque los achaques de la edad ya no las
dejen caminar, porque es preferible seguir activas a morirse de hambre.
De calidad
educativa mejor ni hablar. Es un fenómeno nacional, reproducido localmente, que
se verifica conversando con cualquier pibe. Es triste verlos con serios
problemas para recordar la tabla del seis, usando la calculadora del celular
para conocer cuánto es el diez por ciento de cien, teniendo menos vocabulario
que la mona Chita, y con dificultades para comprender un texto así sean los
chistes del chicle globo “Bazooka”. No, de calidad educativa mejor no hablar.
Bueno, de hecho, casi nadie habla. El problema es que mañana serán hombres.
Los docentes
misioneros saben con quién hay que hablar para progresar en sus carreras. Hasta podrían
llegar a dirigir alguna escuela. Después, será solo cuestión de deshacerse en
elogios por televisión al funcionario de turno porque les mandó dos cajas de
tizas, cuatro sillas o un pizarrón.
También
saben esto, por contraste, los docentes misioneros que se han enfrentado a lo
que “Marilú” representa. Comprenden que su dignidad les cierra muchas puertas.
Carlos
Rovira tiene muchos tartufos. Nadie tan hábil como Stella Maris Leverberg.
Razonaba
Víctor Hugo, aquél de “Los miserables”, acerca de que “No existe en el mundo
nada más poderoso que una idea a la que le llegó su tiempo”. Hay ideas que se
ponen de moda. Y algunos las aprovechan ràpido.
La idea de
acomodarse con el Poder, nunca pasa de moda…
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