EL “TITISMO” RESIDUAL
Dentro del
lema renovador, el abogado Alejandro Sena es el candidato a “Defensor del
Pueblo de Oberá” que apadrina Daniel Behler, quién fuera la mano derecha de Rindfleisch.
Para reinventarse Behler necesita cinco cosas: un oficialismo que lo banque, un
periodismo que estimule la amnesia colectiva, opositores timoratos, impunidad
para su ex jefe, y un electorado que viva adentro de un termo. Con las cuatro
primeras garantizadas, el 6 de junio va por la que le queda.
Oscar Wilde postulaba que “una máscara nos
dice más que una cara”. Y la elección a Defensor del Pueblo es propicia para
ponerse máscaras.
Con Rindfleisch guardado y dedicándose a
disfrutar de lo que se ganó con esfuerzo (el tuyo), sus lacayos y encubridores
intentan sacar partido de la caterva de bobos que aún no entienden cómo
funciona la ley de lemas. Con periodistas locales que saben de lo que escriben,
pero saben mejor de lo que no hay que escribir, y una dirigencia opositora más
preocupada por Cristina y Macri que por Rovira, el camino para seguir viviendo
de la política no tiene demasiadas piedras.
Lo que aún se puede mostrar del espacio
político que hizo pelota a la ciudad de Oberá entre 2003 y 2015, se bifurca:
por un lado, “los renovadores buenos”, un espacio imaginario liderado por el
alcalde Carlos Fernández, que llevó adelante la tarea de “borrón y cuenta
nueva” (sobre todo las cuentas). Para ellos urge que sea reelecta “la chica de
humo”, Patricia Nittmann, a la que ahora intentan despegar un poco. Por el otro
lado aparecen quiénes fueron partícipes del desastre provocado por “Tito”
Rindflesich y que ahora van detrás de candidatos muy respetables (como el caso
de Sena), a ver si la mascarita funciona.
El gatopardismo (“cambiar para que nada
cambie”) se prepara para seguir en el poder.
En Oberá. Dónde todavía hay gente que no
aprendió que una máscara, dice más que una cara.
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