HIPÉRBOLE PARA EL “VOTO BOBO”
¿Cuántas
veces hay que cagar a una sociedad para que se avive de qué la están cagando?
¿Dos? ¿Tres? ¿Cinco? ¿Ocho? ¿Cuál es el número?
Oscar Herrera Ahuad volvió a hacer uso y
abuso de la hipérbole en el discurso de apertura de sesiones de la Cámara de
Representantes. Esa legislatura en la que cada diputado, con apenas algunas
excepciones, debe sentarse en la banca presencial o virtual una vez a la
semana, durante seis meses, para cobrar muy bien por levantar la mano cada vez
que el amo Rovira lo ordena.
La hipérbole es una palabra que nos viene
del griego y que significa “exceso”. En efecto, es una figura retórica que
consiste en exagerar algún aspecto de la realidad ya sea aumentando o
disminuyendo alguna conducta, situación o característica. La literatura es rica
en el uso de hipérboles. Así Mario Benedetti escribe “Porque te miro y
muero”, Miguel Hernández “No hay extensión más grande que mi herida” o Federico García Lorca “Por tu amor me duele el
aire…, el corazón y el sombrero”.
En Misiones la renovación es un ejemplo
concreto de hipérbole política. No estamos hablando de propaganda, cosa
practicada por todos los sistemas políticos y gobiernos del mundo, sino de un
discurso hegemónico que convive con nosotros todos los días y desde hace mucho.
Siendo Rovira el editor responsable de casi todos los mass-media, desde el
gobernador hasta el más oscuro de los funcionarios puede decir cualquier cosa y
eso es publicado desde una mirada acrítica. Incluso algunos medios ni siquiera
usan el entrecomillado.
En su discurso del sábado el gobernador
tuvo expresiones como “Hacer de Misiones un distrito modelo a nivel mundial en
innovación, sustentabilidad y calidad de vida”. Cuando su partido, que gobierna
hace veinte años, ha dejado a miles de misioneros en la pobreza, que no saben
lo que es tener agua potable, energía eléctrica y conectividad. Que si se
enferman de algo más fuerte que un resfrío deben derivarlo de su municipio a
cientos de kilómetros. También anunció que este lunes se va inaugurar la nueva
sala de Terapia Intensiva del Hospital Samic, en el edificio nuevo. En la del
edificio viejo, que tiene seis camas, hay dos doctoras que le ponen el cuerpo
al coronavirus. ¿A qué personal médico debidamente preparado (porque
intensivista no es cualquiera) van a poner al frente de las veinte camas de la
nueva? ¿Una terapia sin médicos o veinte camas para una sola? En Oberá sigue
faltando una morgue judicial, por ejemplo. Como tantas otras cosas.
Lo
grave del asunto es el daño causado en sociedades que gustan de creerse estos
cuentos que no son refutados por quiénes deberían hacerlo. ¿Los resultados? Son
siempre los mismos: funcionarios que aseguran su futuro y viven vidas de
sultanes orientales, bancados por todo el resto.
En su obra “El otoño del patriarca”, de
1975, Gabriel García Márquez escribe sobre la soledad del Poder de un anciano
dictador de un país imaginario del Caribe. “El dictador era un hombre cuyo
poder había sido tan grande que alguna vez preguntó qué horas son y le habían
contestado las que usted ordene mi general…”
En Misiones ya es la hora que Rovira
ordena que sea.
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