ROSSBERG, EL CANDIDATO QUE ATRASA
Hace unos
días, el estudio de una radio oficialista se convirtió en el escenario ideal
para que Juan Carlos Rossberg lanzara una asquerosa frase que explica porque
Oberá, con gente como él, seguirá atrasada mientras otros progresan. Dijo,
textual, “es mejor si el defensor del pueblo es amigo del intendente, porque
así va a conseguir más cosas”.
Su escasa preparación intelectual no le
permite saberlo, pero Rossberg estaba describiendo la génesis más remota de
nuestros problemas como argentinos en este siglo: el exceso de chupaculos del
poder.
Rossberg es una buena persona, con una
buena gestión al frente de la liga de fútbol obereña, y dueño de una
tradicional remisería. Pero, políticamente, simboliza lo peor del clientelismo
berreta que lleva a las sociedades a lo más bajo que se pueda caer. Todo
alrededor de su candidatura es comprado con dinero del estado. Y solo puede
recibir el voto de dos clases de personas: o los que viven del estado, que en el
feudo misionero es gobierno y es partido. O de los ignorantes que no saben
valorar su libertad y, por eso, eligen los que ellos consideran-al decir del
sabio Cicerón. “buenos amos”.
El gobierno de Carlos Fernández tiene la
suficiente estructura político-mediática y “caja” para hacer de Rossberg-o de
cualquiera-un candidato que obtenga muchos más votos de los que merece.
Bien lo adelantó José Ingenieros hace más
de un siglo. “El hombre no vive solo de lo que engulle, sino de lo que
asimila”.
Es la
apuesta de Fernández y los suyos en Oberá.
Que los votantes que tragan sin asimilar,
voten a gente como Rossberg.
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