sábado, 26 de junio de 2021

                                    PODER ABSOLUTO



¿Por qué el gobierno de la ciudad de Oberá tomó la espantosa decisión de forzar a cremar o a enterrar en otro municipio a los fallecidos por coronavirus? Por el mismo motivo que anima a cualquier gobierno al que nadie controla. Porque pueden.
El domingo 2 de junio de 2019 Carlos Fernández fue reelecto alcalde de Oberá. Ganó en todas las mesas en las que se votó y ni siquiera precisó de la ley de lemas. Su partido, la renovación, sacó el 68% de los votos entre seis sublemas. Pero el de Fernández obtuvo 18.520 votos, el 46%. Quién lo siguió, Roberto Rocholl de Juntos por el Cambio, logró 5.447 votos, el 13,5%. Tan holgada diferencia permitió que 7 de los 9 concejales electos fueran del oficialismo y 6 del sublema del intendente. Un número que permite hasta hoy que en cada sesión los concejales opositores se puedan ir, si desean, a tomarse un café a la “Confitería Alemana” porque no los necesitan ni para prestar quórum.
El poder judicial, casi todos los mass-media, el cómodo mutismo de la dirigencia opositora, los popes de la CELO, la Defensora del Pueblo, un gobierno provincial del “palo” y un nacional aliado, forman parte de un mismo esquema de poder. Y consensuar no está en el ADN de la renovación.
Ante la pregunta que todo ciudadano obereño debería hacerse, ¿quién controla al intendente?, aparece la respuesta invariable: nadie.
Cuando una sola persona aglutina tanto poder político, social, económico y mediático y no tiene contrapesos, se comprende la popularidad de la sentencia de Lord Byron de hace dos siglos: “El poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Carlos Fernández y los integrantes de su mesa chica, que es muy chica en promedio de edad, pueden decidir apear pinos, arrancar azaleas, darle a Capital del Monte los aumentos de boleto que pida, explicar o no explicar según convenga, hacerle pagar a los contribuyentes el agujero fiscal que dejó su antecesor sin auditar nada, y nombrar a su propio hijo al frente de una Secretaría. Y también pueden decidir que si a alguno de tus seres queridos se lo llevó el coronavirus lo vas a tener que cremar. Y si la opción no te cabe lo tendrás que enterrar en otro lado.
Todo se reduce a la irresponsabilidad cívica de votar concentrando poder, en vez de repartirlo. De aceptar que un gobierno tenga poder omnímodo. Algo que siempre trae resultados lamentables.
Cuando veas a una persona que tiene mucho poder y a la que nadie controla, tomar decisiones a las que no les encontrás explicación, recordá que lo hace por un único motivo.
Porque puede.

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