EL INTENDENTE NO TIENE QUIÉN LE DIGA
Tenía razón
Bonaparte. “De lo sublime a lo ridículo, hay solo un paso”. Porque de un modo
que pivotea entre la lástima por lo desperdiciado, y lo grotesco de la
propuesta, el gobierno obereño invita a que el turista visite el primer parque
termal que no tiene termas.
No resulta para nada plausible el esfuerzo
por querer sacar partido de un atractivo turístico que ya no lo es. No puede
resultarlo viniendo de parte de la misma gente que debió investigar a quiénes
convirtieron el sueño en pesadilla, la meta en un bluff, y se hicieron los
otarios.
“Al llegar allí-dice el enunciado
promocional de las “Termas de la Selva” para estas vacaciones de invierno-podrás
disfrutar junto a tu familia o amigos del amplio parque, las reposeras, el
servicio de kiosco, gastronomía y wifi; pasear por los senderos naturales y
contemplar árboles y aves. Además de las actividades culturales y recreativas
que se prepararon.”
De lo que no vas a poder disfrutar, en el
parque termal, es de las aguas termales.
Qué
pena que el alcalde Carlos Fernández no tenga a nadie alrededor que lo anoticie
sobre lo cerca que están esos dos lugares de los que hablaba Napoleón.
Ese en el que cree estar. Y ese en el que
está.
Walter
Anestiades
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