EL SÍNDROME DE LA ESPERANZA FANTASMA
“Los
amputados sienten dolores, calambres, cosquillas, en la pierna que ya no
tienen. Así se sentía ella sin él. Sintiéndolo donde ya no estaba”. García
Márquez nos cuenta que de ese modo se las rebusca un corazón roto en “El amor
en los tiempos del cólera”.
En Misiones
los renovadores apabullan con esa estrategia comunicacional vetusta y berreta,
pero eficaz, de irla de defensores de los intereses misioneros. Aunque lo único
que defiendan, desde hace ya veinte años, sean los intereses de Rovira.
El panorama político provincial es
desolador, excepto para los que sacan partido de esta politiquería y por eso le
ponen fichas al síndrome del miembro fantasma. Saben que Misiones está lleno de
corazones rotos.
Rovira consolidó un proyecto de poder, no
un proyecto de provincia. Debajo de él sobreviven los que siguen dando vueltas porque
se hace política con los actores que hay y porque antes de no creer en nada,
algunos prefieren creer en cualquier cosa.
Excepto en Oberá, donde quedan un par de
medios y cuatro o cinco periodistas que permiten la circulación de un discurso
alternativo (no es casualidad que en Oberá la renovación haya sufrido su única
derrota en junio), en el resto de la provincia un opositor es un paria que
sirve para legitimar la victoria oficialista en las urnas. Solo y ante un
pueblo que sigue la corriente porque es fácil, él también elige no molestar
para sobrevivir. Así, con tantos subordinados al poder, puede que la tierra
misionera siga colorada, pero de vergüenza.
Campaña electoral: Rovira y sus boys gritan. Y
los otros susurran.
Tratan de que cada día, en cada lugar, por
radio, por televisión, en los diarios, en las redes, en las calles, en WhatsApp,
cada misionero sienta como ella lo sentía a él.
Sintiéndolo donde ya no estaba.
Walter
Anestiades
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