EL HOMBRE QUE USÓ LO QUE LE DIERON
Apenas una
hora y media después de haber cerrado los comicios del 2 de junio de 2019 el alcalde Carlos Fernández ya se
había asegurado su reelección. Los 18.520 electores que volvieron a confiar en
él le dieron tanto poder que no precisó de otros sublemas renovadores para
ganar. El segundo más votado quedó a trece mil votos de distancia. Y los seis
concejales que metió le aseguraron mayoría y quórum propio. El martes 30 de
noviembre de 2021 ese sexteto aprobó, bien rapidito, un nuevo código fiscal y
otras cuestiones sustantivas. ¿Por qué lo hicieron? Porque podían.
Ya en 2007 los obereños habían concentrado
todo el poder en manos de Ewaldo Rindflesich. No aprendieron. Hicieron lo mismo
con el buen doctor.
Las decisiones que se toman siempre tienen
consecuencias. Y es obvio que el barón de Montesquieu no pudo anticipar que su
propuesta de checks and balances (controlar que ningún poder someta al otro)
iba a ser desdeñada incluso en el siglo XXI, donde los teléfonos han llegado a
ser más inteligentes que las personas.
Vivimos en un país en el que los gobernantes
nos enrostran que hacen lo que hacen porque ganan las elecciones. Pero cuando
pierden siguen haciendo lo mismo, no admiten la derrota, y no felicitan a los
vencedores. Carlos Fernández perdió tres elecciones en cinco meses. Pero se
hace el sota. Como si no se hubiera anoticiado del “récord”.
Las secuelas de la irresponsable decisión
de concentrar el poder en pocas manos no se irán con el 2021. El nuevo alcalde,
Pablo Hassan, también tendrá mayoría y quórum propio por dos años más.
El filósofo Hegel sostenía que la historia
demuestra que las personas no aprenden nada de la historia. ¿Tenía razón?
No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el
último martes de noviembre el buen doctor usó lo que tenía.
Y lo que tenía, es lo que le dieron.
Walter
Anestiades
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