LA REPÚBLICA DE OBERÁ
Bien clarito que lo dijo Víctor Hugo hace
dos siglos: “No existe nada más poderoso que una idea a la que le llegó su
tiempo”. Una cantidad de obereños, ahora electoralmente decisiva, se hartó
hasta los huesos del ADN patotero, corrupto, mentiroso, e inepto del
oficialismo nacional pero también del provincial. ¿Si esperó demasiado? ¿Si es
contradictorio con la indolencia que sobrevive de otras formas? Puede ser. Pero
ay de aquél oficialista, y de aquél opositor, que no se anoticie de que en el
feudo rovirista hay una ciudad en donde a la idea de la libertad, le llegó su
tiempo.
Esa calamidad que es el nuevo gobierno
kirchnerista, más veinte años de soportar el saqueo de Rindfleisch y la desidia
de su sucesor Carlos Fernández, es período suficiente para activar la
circulación sanguínea del más indolente. Por eso todo lo que huela a
kirchnerismo y a rovirismo, y cualquier apoyo que un opositor les dé, ahora provoca
reflujo gastroesofágico. No tragan al oficialista diestro. Ni al opositor
siniestro.
Juntos por el Cambio debería tomar nota,
especialmente los diputados provinciales incapaces de leer este tiempo. Fueron el
instrumento electoral que había a mano para protestar con el voto. Para mandar
el mensaje de que hay una forma de vivir que no se tolera más. No fueron la
opción del amor. Fueron la opción del espanto.
A diferencia del resto de Misiones, que en
las PASO y en noviembre siguió la corriente nacional y castigó el tufo a “K”
que los renovadores ya no saben con qué tapar, Oberá fue el único lugar de
Misiones en donde la oposición le arrebató al oficialismo un cargo electivo. En
junio, cuando se eligió Defensor del Pueblo. Y que se mueva algo en un feudo,
donde todo es quieto, no es poco.
No conviene subestimar el dato de que
algunas cosas cambiaron para siempre. Para el filósofo Voltaire “uno es libre
en el momento en que desea serlo”.
Y esa es la idea a la que, en Oberá, le
llegó su tiempo.
Walter Anestiades
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