LABURO FÁCIL Y BIEN PAGO:
SER UN CONCEJAL RENOVADOR EN OBERÁ
Con brillante ironía Groucho
Marx, aquél integrante del grupo cómico “Los Hermanos Marx”, dijo que “La
política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico
falso, y después aplicar los remedios equivocados”. Groucho, sin saberlo,
definió hace décadas y como nadie el programa de gobierno que Pablo Hassan, sus
funcionarios y sus seis concejales están aplicando en Oberá.
Desde el 10 de
diciembre último, por decisión (lamentable) de la mayoría de los electores, el
oficialismo renovador volvió a tener
mayoría y quórum propio en el parlamento comunal: 6 concejales sobre 9. Ergo,
cualquier proyecto, aún el más absurdo o el que más perjudique a la población,
será aprobado si es la voluntad de Carlos Rovira. Voluntad que será transmitida
a su CEO en Oberá, Pablo Hassan, y de allí a los seis concejales. Incluso, por
tener quórum propio, los tres concejales del PRO podrían no asistir a la sesión
e irse a tomar un café a la confitería “La Alemana”, que está cerca de la Casa
de la Cultura donde se reúnen. Y habría sesión igual.
Por 850 mil
pesos de bolsillo-al mes de febrero de 2024-Pablo Ullón, María Luisa “Lucy”
Glum, Verónica Noguera, Marcelo Sedoff, Carina Sánchez y Maximilian Binder
deben ir una vez por semana a las sesiones, disfrutar de un regio aire
acondicionado en el verano, o un ambiente cálido en el invierno, levantar la
mano cuando la orden de arriba lo indique, no levantarla cuando algún opositor
presente un proyecto que busque la transparencia de las acciones del gobierno
comunal, tomar su vaso de agua fresca, o un rico mate, culminar la sesión con
el protocolo correspondiente, subirse al auto y chau. Hasta la semana que
viene. Para volver a hacer lo mismo. De marzo a diciembre.
Como tarea
adicional, de vez en cuando, el concejal oficialista debe hablar para los
micrófonos de alguno de los alcahuetes de la prensa local que a él jamás lo
molestarán con preguntas incisivas (a los opositores del PRO sí), y dar su
perorata sin repreguntas ni objeciones. Mediáticamente blindados.
Si saben
callarse, porque en la renovación se hace carrera sabiendo callar, en el futuro
pueden aspirar a ser reelectos o a ocupar algún otro cargo en el estado comunal
o provincial. A su tiempo disfrutarán de una jubilación bastante más digna que
los haberes miserables que cobran los jubilados del I.P.S.
Si se trata de
una exigencia del “Grupo Z” para aumentar el boleto de colectivos, la tarea del
concejal renovador será convocar a Audiencia Pública y levantarse temprano para
ir a escuchar a los pocos ciudadanos que van, pero siempre evitando el bostezo porque
queda feo. Luego en la sesión pertinente, deberá levantar la mano para aprobar
la cifra que le dijeron y listo: habrá legislado sobre un servicio, como el de
tomar colectivos, que nunca usó ni usará.
Así durante
cuatro años. Y pudiendo hacer muchos amigos en las redes sociales, sumando a
los chupamedias 2.0 que le piden ser contactos para darles un “me gusta” a
cualquier posteo irrelevante que suba.
Un dato no
menor: los actuales seis concejales renovadores cuentan con la misma ventaja
comparativa de sus antecesores del período 2015-2019: aquellos le podían echar
la culpa de todo lo malo que pasara en Oberá al entonces presidente Macri.
Ahora estos muchachos y chicas se la pueden echar al presidente Milei. Bueno,
ya lo hacen.
El tiempo pasa
volando. Algunos de ellos, dentro de cuatro años, derramarán lágrimas de
nostalgia al tomar conciencia de que en esta vida no es nada fácil encontrar un
conchabo tan elemental y ventajoso.
Y con tanta
mentira legitimada con votos que hay en Oberá y en Misiones, cada uno de ellos,
si es que alguien osara hablarle de los muchos problemas graves que sufre
Oberá, podría contestar con otra frase de Groucho Marx:
“¿A quién le
va a creer usted? ¿A mí o a sus propios ojos?”
Para
evitarse problemas conviene ser un concejal oficialista en Oberá.
¡Y a
disfrutar de la vida!
Walter Anestiades
No hay comentarios:
Publicar un comentario