lunes, 25 de marzo de 2024

 

           NOSTALGIA DE LOS MATICES

 

     Si alguno con mucho poder proyectó que la sociedad argentina se embruteciera debe estar satisfecho porque la jugada le está saliendo fenomenal. El fanatismo colonizó la mente de personas de todas las edades que se fanatizan con cualquier cosa y construyen su identidad por oposición a otra cosa que se les antoja antagónica. Cuando se busca en el diccionario de sinónimos la palabra “fanático” no aparece la palabra “bruto” como sinónimo. Debería…

     Ese fanatismo, ese embrutecimiento, se expresa en temas que van desde lo más irrelevante a lo más trascendente. En temas del pasado, del presente y del futuro. Este 24 de marzo fue otro ejemplo contundente de cómo el fanatismo forjó mentes tan estrechas-y tantas mentes tan estrechas-que se hace casi imposible encontrar ciudadanos ecuánimes que repudien todo tipo de violencia, crímenes, violaciones de derechos humanos y corrupción, vengan de donde vengan. Por el contrario, los actos y las palabras más despreciables molestan según de quién vengan. ¡Patético!

     Para empezar, el actual gobierno nacional de Javier Milei difundió un spot de doce o trece minutos que apunta a tener una “Memoria completa”. Los aportes en el video de Juan Bautista “Tata” Yofre, periodista y ex director de la SIDE durante el menemismo, de Maria Fernanda Viola, la única hija que quedó viva del capitán Viola tras ser asesinado por la guerrilla durante el gobierno constitucional del 73, o de Luis Labraña, un exguerrillero, fueron aportes valiosos. Está muy bien exponer los crímenes perpetrados por la guerrilla local y el detestable uso político y económico que el kirchnerismo hizo y hace de los derechos humanos. Pero hubo una omisión que resulta imperdonable para un gobierno democrático y cuyo presidente anda todo el día con la palabra “libertad” en la boca: no dijeron nada, ni una palabra, para condenar el golpe de estado y las violaciones a los derechos humanos perpetradas desde el estado. Al presidente Milei le gusta decir que “El estado es una organización criminal”. La definición es disparatada. Pero fue en la dictadura de Videla cuando estuvo más cerca de no serlo. Digamos lo siguiente: no hace falta ser kirchnerista, ni un peronista de izquierda o un socialista para estar en contra de la dictadura de Videla, Massera y compañía. Alcanza con ser buena gente.

     Por el otro lado, porque a la hora de condenar la violencia por acá hay dos lados y no uno solo, una multitud se congregó en la Plaza de Mayo para repudiar el golpe y los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de estado. Pero a la oradora Estela de Carlotto, titular de la organización “Abuelas de Plaza de Mayo” (una organización que llevó adelante una lucha encomiable) no se le ocurrió mejor idea que decir sobre el presidente constitucional Javier Milei: “Yo creo que hay que cansarlo hasta que se vaya". Ergo, organizaron un acto para repudiar un golpe contra un gobierno legítimo de ayer y pidieron otro contra el gobierno legítimo de hoy. Digamos lo siguiente: no hace falta ser libertario, liberal o antikirchnerista para respetar y alentar a que un gobierno electo por el pueblo, como el de Milei, dure en el poder lo que la Constitución dice que tiene que durar. Alcanza con ser buena gente.

     Un par de apuntes que a los fanáticos (los brutos) nunca les queda claro. Porque no quieren que les quede claro:

-Uno: los crímenes cometidos por los terroristas desde el llano, aún los más atroces, no son de “lesa humanidad”. Desde el estado sí. No se puede equiparar a quiénes actúan desde el poder del estado, con todos sus recursos, con quiénes no actúan desde el poder del estado. No es una opinión. Así lo dice el derecho argentino y el derecho internacional.

-Dos: la Argentina debe ser el único país del planeta donde, para demasiada gente, la palabra “terrorista” tiene una connotación positiva. En todo el mundo ser un terrorista es ser un criminal, un sujeto despreciable que atenta contra la paz y la democracia. En la Argentina hay exguerrilleros que creen que haber sido guerrilleros es una escarapela y hay desubicados que piensan igual.

     Siempre vale volver al concreto ejemplo italiano: en los años setenta Italia tuvo que vérselas con las “Brigadas Rojas”, una organización terrorista de extrema izquierda que tuvo tanto poder de fuego que llegó a secuestrar y asesinar al primer ministro Aldo Moro en 1978. Los italianos no dieron un golpe de estado para enfrentarlos. Los gobiernos democráticos-Italia es una república parlamentaria-los combatieron dentro del marco de la ley y los derrotaron. Dentro de la ley. Quizás algo habrán aprendido tras haber parido nada menos que al fascismo.

     Pero en la Argentina la búsqueda de la ecuanimidad para tener un panorama amplio de todo lo ocurrido tiene destino de fracaso. Primero, porque la explicación de los contextos históricos es larga y estamos en una época de apogeo de una pereza mental que exige no más de dos oraciones, una foto y a opinar como si se supiera mucho. Este mismo editorial sufrirá eso porque alguna tara a muchos no les permite leer más de diez líneas. Segundo, porque el bruto, a diferencia del ignorante que sí quiere saber, no quiere dejar de ser bruto y buscará cualquier argumento ridículo para intentar sostener las estupideces sesgadas en las que “cree” (cree porque creer es un acto de fe donde la verdad no importa). Así seguiremos entonces con gente que habla mucho de libertad y siente simpatía por Videla, y con gente que habla de derechos humanos pero es capaz de llegar al orgasmo cuando le cuentan de un atentado en el que terroristas le volaron la cabeza a un militar, a un policía, a alguien de “la derecha”, o a algún yanqui, aunque con ellos también hayan muerto sus hijos bebés.

     Las injusticias molestan según quién las cometa y según quién las sufra. Eso da asco. Pero mucha gente siente de esa manera.

     En algunos ámbitos suele refutarse la llamada “Teoría de los dos demonios”, que intenta equiparar la calificación jurídica que deben tener quiénes usurparon el poder del estado y los terroristas. Y, hay que subrayarlo, la calificación jurídica entre los agentes estatales y quiénes actúan desde el llano es distinta. Pero, lamentablemente, la refutación de esta teoría suele estar a cargo de gente que adora a los terroristas de izquierda y los venera  como mártires o como héroes.

     El gobierno radical de Raúl Alfonsín, al que Milei detesta, fue el que alentó y logró el juzgamiento y condena de las cúpulas militares y también de los principales dirigentes guerrilleros. Pero después todos fueron indultados por otro gobierno peronista, el de Carlos Menem. El mismo Menem al que hoy Milei y sus seguidores consideran un “prócer”.

     No hay que olvidar que la provincia de Misiones no fue ninguna espectadora de la dictadura. De hecho, hubo un plan sistemático de persecución y exterminio en todo el nordeste argentino que estuvo dirigido, sobre todo, al sector agrario. Fueron los llamados “Operativos Toba”. Los juicios por delitos de lesa humanidad hechos en Misiones en este siglo aclararon unas cuántas cosas al respecto.

      Es hora de dejar atrás el odio a los uniformes que tanto estimularon los “K”. Del mismo modo que debe refutarse la idealización de los terroristas. Que de héroes no tuvieron nada. Fueron una lacra.

     Y también habría que superar esa tradición espantosa del liberalismo argento, que defiende más la libertad económica que las libertades individuales. Muchos de nuestros “libertarios” (muchos macristas también) se tutean con el negacionismo. A ver si mejoran.

    ¿Dónde habrá quedado esa capacidad humana de matizar para no ver todo blanco o negro? ¿Dónde habrá quedado?

     Juan Domingo Perón (¡Perón!) decía que “El bruto siempre es peor que un malo, porque el malo suele tener remedio, pero el bruto no.

     Y así anda nuestra Argentina. Creyendo que el problema son los malos.

     Cuando el problema son los brutos…

 

 

     Walter Anestiades

 (imagen: portal de noticias Urgente 24)

   

 

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