LEVEN ANCLAS
Grace Hooper fue una norteamericana del siglo XX, militar y pionera en el uso de la computación. Tenía una frase muy entradora para invitar a la gente a que salga de su zona de confort. Decía que “Un barco en un puerto está a salvo. Pero no es para eso que se construye un barco”.
Los socios de
la CELO deben asumir que la situación no da para más. Es hora de dejar el
puerto. Es hora de zarpar.
Los gusanos
que se arrastran ante el poder feudal de Carlos Rovira pretenden inventar que
el desmadre de la CELO no es cosa de veinte años sino de tres meses. Desde que
asumió el presidente Milei. Como si hasta el 10 de diciembre de 2023 el
funcionamiento de la cooperativa hubiera sido encomiable.
Hagamos un
repaso rápido de cómo se llegó hasta acá, porque satura tener que recordar a
cada rato lo que pasó mientras algunos vivían en un termo:
-al comenzar el siglo el primero radical y después renovador y kirchnerista Ewaldo Rindfleisch llegó a la
presidencia de la CELO y la usó como un trampolín para alcanzar la intendencia,
que alcanzó y manejó durante doce años. Con él lo peor de la política se metió
en la CELO. Fue el fin de los años de corrección y transparencia
-por demagogia electoral Néstor y Cristina Kirchner,
cuando Alberto Fernández era jefe de gabinete, en 2007 intervinieron el INDEC para
evitar que supiéramos los números reales de la inflación y de la pobreza. Esa
distorsión planificada de la economía llevó a congelar las tarifas eléctricas.
Y la inflación acumulada, como las enfermedades, se puede ocultar durante un
tiempo pero no para siempre. Desde entonces cada socio de la CELO pagó mucho de
luz pero menos de lo que debía porque el resto lo subsidió el estado con la
plata de todos
-hubo un intento de saneamiento de la CELO. De la mano de
la Lista Blanca un heterogéneo grupo de socios se la arrebató en elecciones a
Rindfleisch. Pero de la mano del kirchnerista Rafael Pereyra Pigerl, el rovirismo le arrebató
la Lista Blanca a los socios. Fue el fin de la ilusión del cambio
-la cooperativa fue manejada como “caja” y usada para
trampolín político, quiénes la administraron no fueron controlados y el grueso
de los socios no se comprometieron más allá de poner emojis en las redes
sociales. Todo eso sucedió durante muchos años. Era obvio que todo se iba a
poner peor. Es lo que pasó. Empeoró tanto que ya no solo se cortan el agua y la
luz que escasean por los años en los que no se invirtió en las obras que se debía.
Ahora el socio ni siquiera puede votar. Y el Consejo de Administración lo
integra literalmente cualquiera.
La combinación
de los males internos de la cooperativa con las políticas energéticas
embusteras de los gobiernos kirchneristas dio como resultado este actual desmadre
económico-institucional. En agosto del año pasado Maximiliano Conil (ese
presidente que nadie sabe cómo llegó y nadie sabe porqué se fue) declaró que la
deuda de la CELO era de unos 4.500 millones de pesos. ¿Por qué tamaña deuda si
los socios pagan sus facturas? ¿Qué hacen con el dinero de la recaudación?
Después de esas
declaraciones de Conil nunca nadie dijo más nada. Ni cuánto se debe, ni cuando
se votará. ¿Así se manejan las cosas en la entidad que brinda los servicios
básicos a toda la zona centro de Misiones?
Para
rematarla, cuando los angustiados socios fueron a chillar porque el “sinceramiento
de las tarifas” las hace impagables, quién quedó nominalmente a cargo-Karina
Derna-demostró que el puesto le queda como cinco talles más. Y el Consejo sacó
un comunicado intentando intercambiar roles con los socios: que ellos, los
consejeros, son las víctimas en vez de los victimarios. Patético.
Veinte años de
desidia y corruptela renovadora y kirchnerista han sido demasiado. Oberá, con el renovador Pablo Hassan y la CELO, cobra impuestos de Suiza y brinda servicios de Haití.
Algunos, por pereza ciudadana, han llegado a
la ridiculez de pedir que la CELO sea intervenida por EMSA, la empresa
energética provincial que se maneja como la CELO pero peor. La CELO le debe
mucha plata a EMSA. Y EMSA le debe mucha plata a CAMMESA, la operadora
eléctrica mayorista del país.
El gobierno
de Milei está haciendo un ajuste brutal. Propio del atraso tarifario y de la
inflación acumulada y reprimida. Pero nada fue tan brutal como lo que se hizo
en la CELO y como todo eso fue permitido y silenciado. Incluso votado. Los
problemas del agua, de la luz o el problema de los colectivos que sufre Oberá
tienen responsables con nombres propios. Y todos son misioneros.
Los socios
son los dueños de la cooperativa. El único camino para que las cosas mejoren es
que empiecen a actuar como tales. Es increíble que toleren que todo siga siendo
tan hermético. Porque exigir explicaciones siempre es estupendo.
Ahora, salvo
que tengan con qué pagar, deberían dejar la quietud del puerto, levar anclas y
hacer lo que hace un barco.
Navegar…
Walter Anestiades
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