martes, 2 de abril de 2024

 

      EL DESAFÍO DE INFORMARSE

                EN UN FEUDO

 

     Don Miguel de Unamuno postulaba que “A veces el silencio es la peor mentira”. En un feudo hay mucho silencio. Especialmente en los medios de comunicación suele haber mucho silencio escondido tras decenas de palabras. Medios donde se ofrece como “información” lo que solo es propaganda del gobierno. Que es otra cosa y muy distinta. Y la provincia de Misiones, en manos de Carlos Rovira, es un ejemplo concreto de eso.

     Después de un cuarto de siglo en el poder provincial a Rovira no le queda casi nada por cooptar. Queda muy poca oposición. Queda muy poco periodismo. Y sobrevive muy poca rebeldía para enfrentarse a tan decadente panorama. El miedo, que es el principio organizador de la vida social en un feudo, forjó una sociedad que vive en busca del acomodo. Un acomodo que siempre es la respuesta más fácil ante el poder. Oponerse al poder es más difícil que someterse a él. De modo tal que la búsqueda del acomodo como norte social se tornó tan sólido que logró que muchas personas naturalizaran la creencia, una creencia muy conveniente si uno depende económicamente del poder que las comete, de que las injusticias que ocurren en las esquinas de sus casas tienen responsables que viven muy lejos de Misiones.

     Ayer fue Mauricio Macri. Hoy es Javier Milei. Cuando Rovira lo juzgó necesario, por un tiempito, también lo fueron Cristina Kirchner o Alberto Fernández. Y siempre la prensa apuntó y apunta en la dirección que le señalan. Tanto la prensa de la televisión, la radio y la gráfica, como la prensa de los medios digitales con los nuevos chupamedias 2.0.

     ¿En cuántos de los 78 municipios de Misiones un periodista, un dirigente o militante opositor, o cualquier ciudadano, puede expresar una crítica haciendo nombres propios (ergo, nombrando a Rovira o al intendente) en un medio local? Como la respuesta es que casi en ninguno, las redes sociales pueden ser un espacio de desahogo para la gente harta de tanto sometimiento. O pueden servir para filtrar datos que en los medios hijos de la pauta oficial el ojo censor renovador impide decir o publicar. Por eso la renovación tuvo que apuntar los cañones hacia las redes sociales. Ya no alcanzaba con el Canal 12 de Posadas, radio República o el diario El Territorio..

     Además de disponer de los ya clásicos trolls, que tienen una intensa actividad en tiempos de campaña electoral y una menor actividad pero que se mantiene constante el resto del tiempo, los recursos públicos se redireccionaron hacia los periodistas que tienen una considerable cantidad de “seguidores” en sus redes sociales. Lo conseguido fue que periodistas que pegan donde no duele y un público temeroso del periodismo que pega donde sí duele constituyeran una alianza comunicacional potente.

      Además, especialmente en Facebook, hay muchas cuentas falsas que simulan pertenecer a chicas hermosas, la mayoría de ellas supuestas universitarias o emprendedoras que viven todas en Posadas y que también sirven para la causa. El truco es sencillo: una mina linda, que se perfila como “cercana”, consigue cientos de “pajeros” de contacto en un rato. Después la cuenta se encarga de hacer propaganda del gobierno renovador provincial o local, disimulada entre dos o tres fotos de la chica con poca ropa o en poses sugerentes. Nada muy elaborado para un público que busca contenidos poco elaborados.

      En Misiones, al quedar poco y nada de oposición, tampoco hay un discurso que refute al hegemónico discurso oficial. Y cuando aparece una voz disidente, en los tiempos siempre acotados de una campaña electoral, debe competir en disparidad de condiciones con los mensajes bancados con la “caja” estatal que el oficialismo utiliza sin escrúpulos y sin controles y que circula todos los días desde hace más de veinte años. El oficialismo está en campaña electoral cada minuto, cada hora, cada día, cada mes, de cada año de gobierno. En tiempos de elecciones hay periodistas relamiéndose de solo pensar cuánta guita juntarán cobrándole los espacios a los candidatos que entrevistarán (en rigor de verdad a los que les pondrán el micrófono, la cámara o el teclado a disposición para que digan lo que quieran, sin cuestionamientos ni repreguntas). Y el que tiene más plata, porque usa la de todos, siempre es el oficialismo.

     La respuesta de las audiencias-así en plural-ante estas estrategias comunicacionales tan berretas, suele ser desesperanzadora. De por sí el miedo y la pereza mental del público, la falta de apoyo publicitario de los comercios y las empresas preocupadas por quedar bien con quién gobierna, el trabajo informal, el salario paupérrimo y los funcionarios pusilánimes acostumbrados a refugiarse en la obsecuencia, constituyen de por sí un ámbito hostil para el ejercicio del periodismo crítico.  Pero a eso se le suma que tampoco es sustantivo el número de televidentes, oyentes, lectores o seguidores que demuestren estar interesados en distinguir entre un medio de comunicación más o menos independiente y uno que no pasa de ser un asqueroso vocero del gobierno. Por otro lado, pensemos un poco: ¿cuántos le hacen control de calidad a lo que reciben como información en sus whatSapps o lo que consumen en Facebook, Twitter, Youtube o Instagram?

     Ante tanto en contra se torna imperioso y también porqué no seductor resistir y dar pelea. Que, además, es el único camino posible que adoptará cualquier periodista íntegro que se tome su laburo más o menos en serio.

      En los feudos siempre fue así. Desde que había máquinas de escribir Olivetti, teléfonos fijos para discar y teletipos. También cuando hubo computadoras personales y fax. Y también hoy que existen teléfonos inteligentes y pantallas con  tecnología de avanzada.

      Problema antiguo entonces, pero irresuelto. El desafío de informar en un feudo es un trabajo que tienen que encarar los periodistas. Pero el desafío de informarse en un feudo es un trabajo que deben encarar las audiencias. Los misioneros que en octubre y noviembre pasado pidieron cambios en el país votando masivamente a Javier Milei deberían estar muy preocupados porque seis meses antes, en los comicios provinciales y comunales, bancaron el feudo. Cuando los misioneros tuvieron que elegir a su intendente, a sus concejales, a su gobernador y a sus diputados, los resultados arrojaron un dato sumamente inquietante: en Misiones la realidad local no influyó en el voto.

     Aquél diplomático francés del siglo XIX que fue el Príncipe de Talleyrand sostenía que “El hombre inventó la palabra para disimular lo que piensa”.

     La renovación misionera hizo algo parecido.

     Inventó medios y periodistas que dieran las noticias. Para disimular lo que pasa

 

Walter Anestiades

 

    

        

 

    

 

                                                             

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