EL DESAFÍO DE INFORMARSE
EN UN FEUDO
Don Miguel de Unamuno postulaba
que “A veces el silencio es la peor mentira”. En un feudo hay mucho silencio. Especialmente
en los medios de comunicación suele haber mucho silencio escondido tras decenas
de palabras. Medios donde se ofrece como “información” lo que solo es
propaganda del gobierno. Que es otra cosa y muy distinta. Y la provincia de Misiones,
en manos de Carlos Rovira, es un ejemplo concreto de eso.
Después de un
cuarto de siglo en el poder provincial a Rovira no le queda casi nada por
cooptar. Queda muy poca oposición. Queda muy poco periodismo. Y sobrevive muy
poca rebeldía para enfrentarse a tan decadente panorama. El miedo, que es el
principio organizador de la vida social en un feudo, forjó una sociedad que
vive en busca del acomodo. Un acomodo que siempre es la respuesta más fácil
ante el poder. Oponerse al poder es más difícil que someterse a él. De modo tal
que la búsqueda del acomodo como norte social se tornó tan sólido que logró que
muchas personas naturalizaran la creencia, una creencia muy conveniente si uno
depende económicamente del poder que las comete, de que las injusticias que
ocurren en las esquinas de sus casas tienen responsables que viven muy lejos de
Misiones.
Ayer fue
Mauricio Macri. Hoy es Javier Milei. Cuando Rovira lo juzgó necesario, por un
tiempito, también lo fueron Cristina Kirchner o Alberto Fernández. Y siempre la
prensa apuntó y apunta en la dirección que le señalan. Tanto la prensa de la
televisión, la radio y la gráfica, como la prensa de los medios digitales con
los nuevos chupamedias 2.0.
¿En cuántos de
los 78 municipios de Misiones un periodista, un dirigente o militante opositor,
o cualquier ciudadano, puede expresar una crítica haciendo nombres propios
(ergo, nombrando a Rovira o al intendente) en un medio local? Como la respuesta
es que casi en ninguno, las redes sociales pueden ser un espacio de desahogo
para la gente harta de tanto sometimiento. O pueden servir para filtrar datos que
en los medios hijos de la pauta oficial el ojo censor renovador impide decir o
publicar. Por eso la renovación tuvo que apuntar los cañones hacia las redes
sociales. Ya no alcanzaba con el Canal 12 de Posadas, radio República o el
diario El Territorio..
Además de
disponer de los ya clásicos trolls, que tienen una intensa actividad en tiempos
de campaña electoral y una menor actividad pero que se mantiene constante el
resto del tiempo, los recursos públicos se redireccionaron hacia los
periodistas que tienen una considerable cantidad de “seguidores” en sus redes
sociales. Lo conseguido fue que periodistas que pegan donde no duele y un
público temeroso del periodismo que pega donde sí duele constituyeran una
alianza comunicacional potente.
Además, especialmente
en Facebook, hay muchas cuentas falsas que simulan pertenecer a chicas
hermosas, la mayoría de ellas supuestas universitarias o emprendedoras que
viven todas en Posadas y que también sirven para la causa. El truco es
sencillo: una mina linda, que se perfila como “cercana”, consigue cientos de “pajeros”
de contacto en un rato. Después la cuenta se encarga de hacer propaganda del
gobierno renovador provincial o local, disimulada entre dos o tres fotos de la chica
con poca ropa o en poses sugerentes. Nada muy elaborado para un público que
busca contenidos poco elaborados.
En Misiones,
al quedar poco y nada de oposición, tampoco hay un discurso que refute al hegemónico
discurso oficial. Y cuando aparece una voz disidente, en los tiempos siempre
acotados de una campaña electoral, debe competir en disparidad de condiciones
con los mensajes bancados con la “caja” estatal que el oficialismo utiliza sin
escrúpulos y sin controles y que circula todos los días desde hace más de
veinte años. El oficialismo está en campaña electoral cada minuto, cada hora,
cada día, cada mes, de cada año de gobierno. En tiempos de elecciones hay
periodistas relamiéndose de solo pensar cuánta guita juntarán cobrándole los
espacios a los candidatos que entrevistarán (en rigor de verdad a los que les
pondrán el micrófono, la cámara o el teclado a disposición para que digan lo
que quieran, sin cuestionamientos ni repreguntas). Y el que tiene más plata,
porque usa la de todos, siempre es el oficialismo.
La respuesta
de las audiencias-así en plural-ante estas estrategias comunicacionales tan
berretas, suele ser desesperanzadora. De por sí el miedo y la pereza mental del
público, la falta de apoyo publicitario de los comercios y las empresas
preocupadas por quedar bien con quién gobierna, el trabajo informal, el salario
paupérrimo y los funcionarios pusilánimes acostumbrados a refugiarse en la obsecuencia,
constituyen de por sí un ámbito hostil para el ejercicio del periodismo crítico. Pero a eso se le suma que tampoco es
sustantivo el número de televidentes, oyentes, lectores o seguidores que
demuestren estar interesados en distinguir entre un medio de comunicación más o
menos independiente y uno que no pasa de ser un asqueroso vocero del gobierno.
Por otro lado, pensemos un poco: ¿cuántos le hacen control de calidad a lo que
reciben como información en sus whatSapps o lo que consumen en Facebook,
Twitter, Youtube o Instagram?
Ante tanto en
contra se torna imperioso y también porqué no seductor resistir y dar pelea.
Que, además, es el único camino posible que adoptará cualquier periodista
íntegro que se tome su laburo más o menos en serio.
En los feudos
siempre fue así. Desde que había máquinas de escribir Olivetti, teléfonos fijos
para discar y teletipos. También cuando hubo computadoras personales y fax. Y
también hoy que existen teléfonos inteligentes y pantallas con tecnología de avanzada.
Problema antiguo entonces, pero irresuelto. El
desafío de informar en un feudo es un trabajo que tienen que encarar los
periodistas. Pero el desafío de informarse en un feudo es un trabajo que deben
encarar las audiencias. Los misioneros que en octubre y noviembre pasado pidieron
cambios en el país votando masivamente a Javier Milei deberían estar muy
preocupados porque seis meses antes, en los comicios provinciales y comunales,
bancaron el feudo. Cuando los misioneros tuvieron que elegir a su intendente, a
sus concejales, a su gobernador y a sus diputados, los resultados arrojaron un
dato sumamente inquietante: en Misiones la realidad local no influyó en el
voto.
Aquél diplomático francés del siglo XIX que
fue el Príncipe de Talleyrand sostenía que “El hombre inventó la palabra para
disimular lo que piensa”.
La renovación misionera hizo algo parecido.
Inventó medios
y periodistas que dieran las noticias. Para disimular lo que pasa
Walter Anestiades
No hay comentarios:
Publicar un comentario