sábado, 26 de julio de 2025

 

PRESUPUESTO PARTICIPATIVO. ¿QUÉ COSA?

 

     “Comprendo que en la vida se cuidan los zapatos andando de rodillas…”. Así canta Julio Sosa en “Qué me van a hablar de amor”, un tango que Homero Expósito escribió en la década del cuarenta.

     El alma servil es el nutriente principal del apoyo a cualquiera que la vaya de jefe en algo. En Oberá el alma servil sigue siendo la garantía electoral de la renovación, el partido político que la dejó sumida en un atraso imperdonable.

     Como parte de la ficción oficialista, inventaron algo llamado “Presupuesto Participativo” que es vendido como una herramienta que fomenta la participación ciudadana y el trabajo en conjunto con el gobierno municipal para llevar adelante mejoras en los barrios. Para que el cuento sea verosímil el estado comunal rovirista cuenta con la colaboración de las comisiones vecinales, que son grupos dominados por algún ladero renovador y que funcionan para neutralizar los reclamos prioritarios. Se juntan y presentan algún proyectito para arreglar una calle o techar algún playón deportivo.

    Para ir al grano, ¿cómo puede ser que en una ciudad donde los principales problemas son la falta de luz, de agua y de cloacas, los proyectos comunitarios no pongan como prioridades a la luz, el agua y las cloacas?

    Vale recalcar que la CELO, la cooperativa que es la responsable de dar los servicios básicos, está manejada por marionetas del alcalde.

    Así, lo de “participación ciudadana” termina siendo una farsa creada para que los reclamos por los problemas estructurales queden reducidos a quejas marginales en las redes sociales. Estas comisiones vecinales suelen ser un semillero de almas serviles que terminarán de candidatos en alguna lista renovadora.

     Como siempre, los publicistas del gobierno que la van de periodistas le ponen los micrófonos a esas almas serviles que no dudan en deshacerse en agradecimientos al intendente que “los convoca para participar”.

     Pablo Hassan, el alcalde, no hace otra cosa que desmarcarse de sus compromisos. Debería ponerse al frente de las gestiones para que en la ciudad que administra haya energía eléctrica permanente (para eso se precisa la bendita nueva línea de 132 kilovoltios) para que la ciudad progrese en serio. No lo hace.

     Políticamente, Oberá se convirtió en un barrio de Posadas. Un barrio por el que caminan almas dignas y también las serviles.

    A las serviles se las reconoce fácilmente.

     Tienen los zapatos bien cuidados. Y las rodillas rotas.

 

 

Walter Anestiades

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