PRESUPUESTO PARTICIPATIVO. ¿QUÉ COSA?
“Comprendo que en la vida se cuidan los
zapatos andando de rodillas…”. Así canta Julio Sosa en “Qué me van a hablar de
amor”, un tango que Homero Expósito escribió en la década del cuarenta.
El alma servil es el nutriente principal
del apoyo a cualquiera que la vaya de jefe en algo. En Oberá el alma servil
sigue siendo la garantía electoral de la renovación, el partido político que la
dejó sumida en un atraso imperdonable.
Como parte de la ficción oficialista,
inventaron algo llamado “Presupuesto Participativo” que es vendido como una
herramienta que fomenta la participación ciudadana y el trabajo en conjunto con
el gobierno municipal para llevar adelante mejoras en los barrios. Para que el
cuento sea verosímil el estado comunal rovirista cuenta con la colaboración de
las comisiones vecinales, que son grupos dominados por algún ladero renovador y
que funcionan para neutralizar los reclamos prioritarios. Se juntan y presentan
algún proyectito para arreglar una calle o techar algún playón deportivo.
Para ir al grano, ¿cómo puede ser que en
una ciudad donde los principales problemas son la falta de luz, de agua y de
cloacas, los proyectos comunitarios no pongan como prioridades a la luz, el
agua y las cloacas?
Vale recalcar que la CELO, la cooperativa
que es la responsable de dar los servicios básicos, está manejada por
marionetas del alcalde.
Así, lo de “participación ciudadana”
termina siendo una farsa creada para que los reclamos por los problemas
estructurales queden reducidos a quejas marginales en las redes sociales. Estas
comisiones vecinales suelen ser un semillero de almas serviles que terminarán de
candidatos en alguna lista renovadora.
Como siempre, los publicistas del gobierno
que la van de periodistas le ponen los micrófonos a esas almas serviles que no
dudan en deshacerse en agradecimientos al intendente que “los convoca para
participar”.
Pablo Hassan, el alcalde, no hace otra
cosa que desmarcarse de sus compromisos. Debería ponerse al frente de las
gestiones para que en la ciudad que administra haya energía eléctrica
permanente (para eso se precisa la bendita nueva línea de 132 kilovoltios) para
que la ciudad progrese en serio. No lo hace.
Políticamente, Oberá se convirtió en un
barrio de Posadas. Un barrio por el que caminan almas dignas y también las
serviles.
A las serviles se las reconoce fácilmente.
Tienen los zapatos bien cuidados. Y las
rodillas rotas.
Walter
Anestiades
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