Napoleón no fue un genio militar por ser
imbatible. Lo fue porque para que le suceda Waterloo sus enemigos debieron
esperar hasta 1815. Antes los tuvo en jaque. La historia universal pero también
la cotidiana tiene muchos ejemplos de personas y grupos que terminaron
derrotados-o no- pero al Poder que les tocó enfrentar lo saturaron, se la
hicieron muy difícil, fueron los cancerberos de su conciencia y los protagonistas
de resistencias inolvidables.
Son los hincha pelotas.
La Argentina transita tiempos de sumisión.
De Misiones ni te cuento. Y de Oberá ya sabés. Sin embargo hay gente por allá y
por acá que resiste desde el coraje intelectual y el otro. Se rebelan desde la
inteligencia. Son ciudadanos ahí donde abundan los vasallos. Gritan cuando la mayoría
susurra o se calla. Todos los días les recuerdan al Poder lo que de un modo
sorprendente por lo inhabitual la escritora Beatriz Sarlo le espetó a uno de
los más insoportables panelistas de esa cloaca televisiva que es “6,7,8”: “Conmigo
no, Barone”. Son los que dicen: “Conmigo no, Cristina”. “Conmigo no, Closs”. “Conmigo
no, Rindfleisch”.
“Conmigo no, CELO”, parece la consigna de
un grupo de socios de la cooperativa (más o menos los mismos de siempre) que
pelean por sus derechos. Derecho al agua, derecho a la energía eléctrica. Derecho
a conocer lo que se hace con su dinero. Derecho a peticionar y ser escuchado.
Derecho a la Justicia. Son minoría. Clara minoría ciudadana en una sociedad
mayoritariamente “idiota” (en la tradición griega de los indiferentes a la cosa
pública). Participan. Se comprometen. No se quedan en la militancia del dedo
pulgar (“me gusta” en Facebook). Se exponen ante personas que los miran como si
la lucha por tener derecho a tener agua para darse una ducha, apretar el botón
del inodoro y lavar la ropa fuera cosa de otros. Cuando es cosa de ellos.
Conviven con aquellos que pasan por esta vida como bien definió Arturo
Jauretche: “animémonos y vayan”. Compartirán la victoria y estarán solos en la
caída. Enfrentan a la estructura política, económica y mediática más poderosa
que tiene Misiones: el aparato de propaganda del alcalde obereño, Ewaldo
Rindfleisch. Quizás ganen. Quizás pierdan.
Pero hacen lo que aquellos que amamos en
serio a la Argentina
haremos hasta el último de nuestros días.
Molestar.
Rebelarse.
Estar ahí.
Para hinchar las pelotas.
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