UN
HARTAZGO PROGRAMADO
Casi en simultáneo a que el
presidente Milei anunciara un Decreto de Necesidad y Urgencia muy ambicioso,
muchas personas salieron a protestar en las calles, en los medios y en la
Justicia. En rigor de verdad, amén del severo analísis al que estas medidas
obligan en su fondo y en su forma, lo que a muchos les molestó no es el
decreto. Es quién lo decretó.
El príncipe
Talleyrand, aquél brillante diplomático de los tiempos de Napoleón, sostenía
que “El hombre inventó la palabra para disimular lo que piensa”. Algunos
impresentables más nuevitos cómo Eduardo Belliboni, o el impresentable crónico
de Luis D’Elía, no disimulan nada: expresaron abiertamente que le desean al
gobierno de Milei todo el fracaso posible y que ellos estarán encantados de
ayudarlo a fracasar. Otros sí tienen la retórica necesaria para disimular las
ganas que tienen de que el presidente Milei vuele del cargo en días o a lo sumo
meses. ¿Por qué? Porque ya sabemos que en la Argentina hay un partido político,
que es el auto-percibido peronismo (porque del Perón que sacó a los
trabajadores de la pobreza no quedó nada de nada) que se convirtió en un partido
del poder y que trata como intrusos a todo aquél que llega al gobierno por el
voto de ese mismo pueblo del que pretenden ser sus únicos representantes.
Así,
escuchamos ahora a kirchneristas preocupados por la Constitución Nacional, lo
que es casi un hallazgo arqueológico. O
a la CGT y a la CTA hablando de paros después de aguantarse mudos, absortos y
de rodillas como se adora a Dios ante el altar-como dice el poema de Gustavo
Adolfo Bécquer-una caída del salario inédita en un gobierno peronista y
adorando a Cristina, Alberto y Massa. O a periodistas algo desconcertados por
tener que volver a ejercitar el pensamiento crítico después de años de vivir
haciendo propaganda de los gobiernos que le pusieron la pauta.
Dicho esto,
los argentinos de bien, que quieren que de una buena vez un gobierno haga algo
para que la calidad de vida general mejore en los hechos y no solo en los
discursos, están forzados a separar la paja del trigo y a tener una precisión
quirúrgica para evaluar las acciones de un Milei que prometió que esta vez el
ajuste lo pagaría una casta política que, por el momento, sigue muy tranquila disfrutando
de sus privilegios.
Se verá cuál
es el camino del DNU, una herramienta legítima hija de la reforma
constitucional de 1994 tras el Pacto de Olivos entre peronistas y radicales. Lo
de la “necesidad” y lo de la “urgencia” es muy discutible, claro: por ejemplo
hace un año el presidente Alberto Fernández consideró necesario y urgente
decretar un feriado nacional para que los argentinos vayamos a recibir a los
jugadores de la selección nacional de fútbol que volvían al país desde Qatar
con la Copa del Mundo. Cuesta mucho recordar a alguien que por entonces
cuestionara la “necesidad” y “urgencia” de aquél DNU.
El contenido
del decreto propone un cambio radical de nuestra vida económica. Y acá sí vale
la pena detenerse a pensar y mucho porque hace al fondo de la cuestión: en
términos filosóficos, acorde al libertario que es, Milei propone un sistema de
vida en el que las personas dejen de depender del estado y en el que cada uno esté
por su cuenta. ¿Estamos listos y preparados para estar por nuestra cuenta, para
ser arquitectos de nuestro propio destino y para que no tengamos más
“contención” que lo que nosotros mismos logremos cada día? ¿Nos gusta la
libertad o tampoco es para tanto?
En la campaña
electoral repasábamos el significado de la palabra “libertario”: tras la
revolución francesa del siglo XVIII algunos quedaron disconformes con lo
logrado y comenzaron a pensar que no se precisaba otra forma de gobierno sino
que no hubiera ningún gobierno. Se llamaban a sí mismos “anarquistas”,
“ácratas” o, “libertarios”. El votante de Milei debió tomarse los dos minutos
que demanda averiguar esto, aunque sea en una primera aproximación, con solo
usar su teléfono celular.
En el balotaje
de noviembre catorce millones y medio de argentinos se hartaron de la
corruptela, de la patoteada y del fracaso kirchnerista. Pero otros once
millones y medio formaron parte de un sector muy amplio que al peronismo le
tolera cualquier cosa y al no peronismo no le toleran casi nada. Ahí está la
génesis de las protestas actuales y las por venir. No importa lo que haga o
diga Milei. Estarán siempre en contra porque lo hace o lo dice alguien que no
es peronista, que hoy se llama Javier Milei.
El 10 de
diciembre de 2019 Mauricio Macri culminó su (mal) gobierno y le entregó el
poder a su sucesor Alberto Fernández. Fue el primer presidente no peronista
electo en comicios libres que culminó su mandato en casi un siglo. Un dato
demasiado relevante como para dejarlo pasar.
El presidente
Milei deberá asumir que puede ser todo lo libertario que quiera pero la
Argentina tiene un estado y es una república con división de poderes con un
Congreso que debe estar lleno de “casta”, pero es una casta votada por el mismo
pueblo que lo votó a él.
Y deberá
asumir que el cumplimiento o el incumplimiento de su promesa electoral de que
el ajuste lo pagaría la casta podría ser determinante para el futuro inmediato de
su gobierno. En la mitología griega Sísifo hace enojar a los dioses que lo
condenan a tener que subir una roca hacia lo alto de una montaña. Al llegar a
la cima la roca vuelve a caer y Sísifo debe recogerla y volver a subirla para
que vuelva a caer y así eternamente. Los argentinos que se sienten un Sísifo
quieren que su nuevo esfuerzo esta vez no sea inútil o al menos quisieran ver a
Cristina Kirchner, Alberto Fernández o a Sergio Massa llevando la roca hasta la
cima en la montaña de al lado.
Por el momento
eso no ocurre y lo que sí ocurre es tener que aguantarse las quejas de los
cínicos que toleraron todo y ahora no toleran nada.
Los que a las
dos semanas del nuevo gobierno ya están hartos…
Como habían
programado.
Walter Anestiades