Ewaldo Rindfleisch conoce como nadie a la burguesía
obereña. Quizás por ser un emergente de ella sabe mucho acerca de cuánto valora
ese sector el “tener” más que el “ser”. Sabe todo acerca de su moral de mierda (ni derechos del todo ni torcidos del todo), la misma que lo catapultó
a ser el intendente más veces electo-tres- en la historia local. Como los “mitos convenientes” que Platón sugiere que el líder brinde a su
pueblo en “La República”, Rindfleisch
acierta en darles alguno cada tanto. La
facultad de Medicina en 2003. El parque Termal más adelante. Ahora un nuevo centro. En Oberá, la ciudad sin ciudadanos, la misma en la
que el status social no lo da la vivienda sino el auto, hablar con la poesía y gobernar con la prosa políticamente
paga mucho.
En días el actual centro de la ciudad será
un caos. Arribar a las nuevas paradas de colectivos urbanos será una lotería y
estacionar una quimera. Y, mínimo, por un año y medio. Dicen que el Centro
Cívico pasaría a ser semi-peatonal. Por ahora los comerciantes de la zona,
además de inflación, impuestos y escasas ventas, tendrán un nuevo rival a
vencer: la paciencia.
La obra les costará a los misioneros unos 19 millones de pesos.
La ciudad está en emergencia hídrica,
situación moderada ahora porque la temperatura ya no llega a los treinta grados,
cosa que volverá a ocurrir en cuatro o cinco meses cuando ya se haya votado. Es
también una boca de lobo dada la pobreza de la iluminación pública. Muchos
barrios parecen más cercanos al siglo XIX que al XXI. La harpaxofobia (el
extremo miedo a ser robado) se va apoderando de los ciudadanos que se van
enterando en carne propia que la inseguridad no era una sensación. Algunos
destacamentos policiales tienen que pedirle el móvil prestado a otros
destacamentos policiales porque ellos no tienen. Si se produjera algún incendio
de proporciones los esforzados bomberos locales no tendrían escalera-ni
agua-para intentar sofocarlo. En alguna escuela tienen que improvisar aulas
para dar clases. La droga pasea su impunidad por el actual centro y lo seguirá
haciendo por el futuro, cuando quede más lindo, al tiempo que sus víctimas no
tienen dónde recibir atención gratuita. Lo mismo para los pacientes oncológicos
que deben ir sí o sí a hacerse sus sesiones de quimioterapia a Posadas.
En Oberá se hacen cosas pero a favor de un
desarrollo absolutamente desparejo y por ende injusto. No importa. Con el Poder
acumulado durante los últimos tres lustros Ewaldo Rindfleisch despierta cada
mañana y lo que se le pase por la cabeza lo puede hacer sin obstáculo alguno.
Maneja la “caja”, la estructura, la mayoría de los medios de comunicación, las
iglesias (fundamental) y tiene bien
disciplinados a los integrantes de las instituciones como para que se
autocensuren lo suficiente. Un día Oberá tendrá un intendente con otra cabeza.
Alguien que le saque jugo a su potencial y genere un desarrollo con equidad.
Será el día en que los obereños prosperarán más que su intendente. Pero ese día
no es ahora.
“Una máscara nos dice más que una cara”,
escribió Oscar Wilde.
Llena ya la ciudad de muchas máscaras, ahora el centro se pondrá la suya…
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