Benjamín Franklin es el único que firmó los cinco documentos que generaron la independencia de los EE:UU: el Tratado de Concordia y Comercio con Francia, El Tratado de la Alianza con Francia, El Tratado de Paz con Gran Bretaña y La Constitución de los Estados Unidos de América, ésta última en 1787. Dicen que una mujer lo encaró y le preguntó: “Señor, ¿qué clase de país nos deja?”. “Una República, señora”, le contestó Franklin. Y agregó: “si la sabe cuidar”.
¿Sabemos cuidar a la “República Argentina”?
¿Cuánto Poder le hemos dado al matrimonio Kirchner? ¿Cuántas personas, de ésas personas que votan, saben que en una “República” el Poder tiene límites?
Es el imperio de la ley y de la igualdad ante la ley como la forma de
frenar los posibles abusos de las personas que tienen mayor poder, del
gobierno y de las mayorías, con el objeto de proteger los derechos
fundamentales de los ciudadanos.
¿Educación Cívica de segundo año? No. Conceptos para que aprendan cada uno de ésos siervos que viven de rodillas y tratan a la Presidente como una diosa de la mitología griega.
Era el siglo XVIII cuando Immanuel Kant escribió su célebre fórmula: “Sapere aude”, expresión en latín que significa; “atrévete a pensar”. Lograr pensar por uno mismo,
más allá de lo que nos enseñaron o lo que ve una mayoría que como toda
mayoría es circunstancial. Que una persona, que una sociedad, logre ese
paso de la mentalidad de vasallo a la mentalidad de ciudadano
es una conquista fundamental en la historia de la humanidad. Fue la
Revolución Francesa la que horizontalizó el Poder, que dejó de ser
vertical. Ya no se debía pleitesía a un Rey o Reina todopoderosos cuyo
Poder, se consideraba, les venía del mismísimo Dios y ante los que
había que arrodillarse. Se pasó a ser un ciudadano en un nuevo tipo de
sociedad en dónde constitucionalmente ya nadie es más que nadie y
quiénes ejercen el gobierno reciben un poder delegado.
Pero se ve que la Democracia a muchos no les llegó porque siguen con mentalidad de vasallo. Como los que sostienen que el dibujo de los chicos del “Instituto Concordia” de Oberá “agravian” la investidura presidencial. Brutos! El presidente es un servidor público y se lo debe respetar como a cualquier persona, no más.
Fue brillante lo que se escribió en el lateral derecho de ése dibujo: “A pesar que en la Democracia somos libres de expresión, sigue habiendo corrupción”. Un chico o una chica de quince años ya tiene claro que la “corrupción” es antagónica y enemiga de la “democracia”. Es estupendo que a los quince años alguien ya sepa éso en el país del “roban, pero hacen”.
Dicen que el Ignorante se casó con la Soberbia. Y tuvieron un hijo: el Bruto.
Se puede educar a alguien para que supere su mediocre y vetusta
mentalidad de vasallo para que evolucione a la de ciudadano. Pero, ¿cómo educar a un bruto, a un fanático?
Una sociedad que realmente progresa es aquella en donde la libertad de pensar está reconocida como el primer derecho civil.
No se puede tolerar, a treinta años de recuperada la Democracia,
que algunos pretendan patotearnos diciendo que el que gana las
elecciones tiene razón, que al que gobierna hay que dejarlo hacer lo que
se le venga en gana, que el opositor es un enemigo a destruir empezando
por su reputación, que los medios deben ser tristes gacetillas de
prensa del Poder y que la libertad de decir lo que se piensa se puede ejercer, sí, pero entre las cuatro paredes de nuestra casa.
¿Sos de los que creen que Cristina es una Diosa a la que se le
debe reverencia? ¿Te molestaba mucho la corrupción de los noventa y la
de ahora ni te preocupa? ¿Creés que criticar a alguien con Poder es
“agraviarlo”?
“Cuando se recibe un nombre se recibe un destino”, escribió Leopoldo Marechal.
Lo sentimos por vos pero una “República” tiene sus reglas y en ella
decir lo que se piensa constituye algo habitual y no un acto de coraje
y, te guste o no que es lo que menos importa, un Presidente no es un
Emperador.
¿Sabés cuál es el problema con vos?
Atrasás…
No hay comentarios:
Publicar un comentario