“Hay quiénes
envenenan a los pueblos y después dicen: los pueblos están envenenados”
(Jacinto
Benavente, escritor español. 1866-1954)
El kirchnerismo hizo mucho para que el
grupo de multimedios “Clarín”
conserve y consagre posiciones
hegmónicas en el universo de los mass-media nacionales. En
marzo de 2005 el Presidente Néstor
Kirchner, vía decreto 527, amplió por diez años las licencias de radiodifusión
que había otorgado Carlos Menem en 1990. En los hechos significó para Clarín
seguir a cargo de LS 85 Televisión Canal 13 de Buenos Aires y AM 790 Radio
Mitre de la misma ciudad. El 7 de diciembre de 2007, a tres días
de colocarle ,la banda presidencial a su propia esposa, “ël” autorizó el
decreto firmado el Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno que permitió la fusión entre las empresas
Cablevisión y Multicanal que convirtió a Clarín en el amo y señor de la
televisión por cable. Como se verá, Clarín (fundado en 1945) consiguió sacar
mucha ventaja de todos los gobiernos sean constitucionales o de facto. Incluído
el kirchnerismo. Por entonces a Clarín no
le importaban mucho las bóvedas, ni las rutas de ciertos dineros ni las
andanzas del matrimonio Kirchner en su
feudo de Santa Cruz. Al kirchnerismo y
sus soldaditos de plomo tampoco le preocupaban los manejos de la “corpo”, los
monopolios mediáticos ni el ADN de los
nietos de Ernestina Herrera de Noble (la viuda del fundador del diario) ni la
llegada de Clarín al directorio de Papel Prensa durante la última dictadura.
¿Cuántas personas conocen esto? Podríamos
dividirlas en tres grupos:
1-los que sí
lo saben (grupo que se subdivide entre los que lo dicen incluso públicamente y
los que se callan)
2-los que no
lo saben
3-los que lo
saben pero, tácticamente, sufren de amnesia parcial
Desde que los intereses del kirchnerismo
se dieron de patadas con los de Clarín, cosa que ocurre durante la crisis con
el campo en 2008, los argentinos debemos soportar cotidianamente a una caterva
de verseros a sueldo que infectan las redes sociales, los blogs, los portales
de noticias, los medios de comunicación estatales o paraestatales, la
calle, los cafés, las instituciones
educativas y los foros. Todo entronizado
por el ejercicio reiterado de la manipulación de la historia y del
presente que Cristina Kirchner y sus
aplaudidores (como los que tenía Nerón, con “n”) han hecho de la cadena nacional de radio y
televisión. Clarín, por su parte, en 2008 recordó que además de para hacer
negocios está para informar.
Los griegos antiguos hablaban de la
“aletheia”. Era el concepto que tenían de la verdad. La verdad estaba tapada
por un velo que debía correrse para que aparezca en plenitud (de ahí deriva la
palabra “develar”). Tarde o temprano el velo se corre y las responsabilidades
del kirchnerismo en montar lo que ahora le obsesiona desmontar se fueron más o
menos popularizando. El comando supremo “K”
entendió que era hora de instruir a sus soldaditos de plomo con otro
guión. Entonces, desde funcionarios públicos, periodista , escribas a sueldo y
militontos hasta los que entran a internet con pasamontañas empezaron a contar
el cuentito de que “fue necesario”
darle todo lo que le dieron a Clarín porque sino el pobre Néstor-que llegó al
Poder con el 22% de los votos- hubiera sido derrocado. Una vez más fuertes se
dedicaron a democratizar la palabra. No está mal el verso. No es digno de la
pluma de Bécquer o Whitman pero puede pasar por verosímil. Lástima que no alcanza para justificar porque en diciembre de 2007, con
un gobierno tan fuerte que por primera y única vez en la historia nacional un
hombre le iba a pasar el bastón de mando presidencial a su propia mujer que
había sido electa hacía dos meses con el 45% de los votos enterrando aquél 22,
decidieron darle a Clarín el premio mayor de ser los emperadores del cable.
Al fin de
cuentas nada de esto importa mucho. Sólo se trata de la verdad. Y la verdad no
puede ser un impedimento cuando de hacer revoluciones nacionales y populares se
trata. Hay que seguir adelante con el proyecto para atender las cosas
pendientes. Por ejemplo, incluir a los cientos y cientos de chicos que carecen
de ácido fólico y que en el país de las
vacas, después de una década, ignoran lo
que es tomar un vaso de leche o comer un churrasco. Hubo que empezar por
asegurarse el bienestar propio. Para estar fuertes y que ninguna corporación
los elimine.
No hay dos bandos. El Kirchnerismo o
Clarín. El Estado está para otra cosa y jamás, salvo desde el desconocimiento
absoluto, puede ser equiparado en responsabilidades, posibilidades y poder con ningún grupo privado por más gravitante
que éste sea. Hoy por hoy, con la gran mayoría de medios de comunicación en
manos del Estado o viviendo de la pauta oficial (que viene a ser casi lo mismo)
Clarín pasó a ser de los pocos medios en los que se puede escuchar, ver o leer otra cosa. Te lo escribe alguien que en Oberá tiene muchas puertas cerradas no
por Clarín sino por el impresentable intendente Rindfleisch y su universo de
asquerosos alcahuetes.
Nada nuevo bajo el sol. Unos que tienen un
proyecto personal de Poder defendido por sus distintos grados de beneficiarios
que intenta acumular lo más que pueda por el mayor tiempo posible y que para
eso necesita impunidad judicial (para amasar tranquilos) e impunidad mediática
(para que nadie te cuente lo que sucede o te lo cuenten como el Poder quiere).
Nada nuevo bajo el sol. Otros que te lo contamos igual.
Y si al Poder le gusta o no, nos importa un
carajo.