“Todo
envejece en mí. Menos, mi capacidad para el asombro”, escribió el genial
Gilbert Keith Chesterton. Mi asombro de hoy consiste en tu falta de asombro.
Me
pregunto que pasaría si se les pudiera colocar a las noticias una suerte de
“lomo de burro” que obligue a sus consumidores a detenerse para examinarlas,
para contextualizarlas, para reflexionar sobre ellas. La velocidad de la
transmisión de los sucesos contribuye y mucho, paradojalmente, a la pereza
mental. El gran público recibe cantidad de información que no suele procesar.
Así, cualquiera se informa con crónicas berretas cuyo único mérito es su
capacidad de llegada. Escucho la radio que mejor sintoniza la señal (no sea
cosa que deba esforzarme en girar el dial y buscar otra). Veo el canal de TV
que me llega. Leo este diario porque es gratis. Hegel nos enseñó que la
síntesis es buena como resultado del contraste de la tesis y la antítesis, no
como mecanismo de evasión de la reflexión. La excelencia, en todo, no llega
sola, hay que buscarla. Y se la busca muy poco.
Es difícil detectar asombro en las
personas. Al menos uno que estimule la
necesaria pausa para utilizar el bendito músculo que nos diferencia a los animales
de dos patas de los de cuatro. No se puede absorver de la misma manera un
asesinato, una violación o un caso claro de corrupción gubernamental que un gol
de Gigliotti, los tambaleos de la relación entre Jorge Rial y la “Niña Loly” o
el pronóstico del tiempo.
Reflexionar supone relacionar. Relacionar
ideas con otras, textos con contextos, consecuencias con causas. Armar un
archivo imaginario que permita seguir los sucesos para ordenarlos en un todo
coherente. Será el ejercicio del pensamiento crítico lo que permita entonces
“desordenar”, tornar caótico ese universo compuesto por tanta data. No puede
seguir sucediendo que a algunos televidentes, oyentes o lectores se les deba
hablar cada día como si fuera la primera vez. Como si la información que recibieron
hoy durara solo lo que hoy y mañana será olvidada.
Se podrá especular con que la capacidad de
asombro es un hecho más bien espiritual que racional. No es cierto. El cuerpo no se mueve si primero la cabeza no
se conmueve.
Subalternizar hechos verdaderamente
dramáticos hasta tornarlos “naturales” y ordinarios ha constituído una victoria
por KOT del Poder. ¿Cuántos se asombran hoy, convirtiendo ese pasmo en
reflexión, ante hechos alevosos de corrupción? La indignación propia de una
cierta época ante la falta de ética se reconvirtió en el cliché “En política
todos roban”. ¿Todos roban quiere decir que,si tuvieras la oportunidad, vos
también?
El mal humor social, la protesta
cotidiana, la queja mediática no se traduce en votos. Como si hiciera falta que
el día del comicio hubiera que recordarle uno por uno a los votantes aquella
queja que fue suya, que se hizo nuestra y que parecía de todos. Difícilmente
una persona decida un cambio ante esa estupenda oportunidad que dan las urnas si primero no internalizó que no
todo es lo mismo y que no todo lo que sucede ocurre por normal. Mucho menos si
su alma ya no reconoce estupor ante la desgracia ajena precisamente porque es
ajena. Y menos aún si la información es absorbida como quién traga sin masticar.
Cotiza en bolsa la pretensión de dar explicaciones superficiales para hechos
profundos favoreciendo a las mentiras más caraduras.
La imposibilidad de detenerse a pensar el
mundo que nos rodea es una impotencia madre. Como Cristina. Madre de todos.
Deberían tener muy en cuenta los dirigentes de la oposición política, cuando
van a pedir el voto, a qué clase de gente se lo están pidiendo. Qué nivel de
información tienen, con quién y con qué se informan y que están dispuestos a
hacer ahora que saben lo que no sabían si es que lo saben y lo saben bien. Los
dirigentes no escarban en ésto y así les va. Hace diez años que los mismos de
siempre construyen la Política y ellos
apenas que la comentan.
Sin capacidad de asombro no hay rebeldía.
Sin rebeldía no hay lucha por la evolución. Sin evolución se cambia de tirano
pero nunca de tiranía.
Y no se crea Política.
Sólo se la comenta.
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