sábado, 26 de febrero de 2022

 

CRISTINA, ALBERTO, ROVIRA, CARLITOS, 

   LA CELO, SEQUÍA, FUEGO, UNA PANDEMIA

                     Y UNA GUERRA

 

     Si nos enfocamos en los argentinos que viven en Misiones y, concretamente en la ciudad de Oberá, veremos que su población ha venido soportando demasiado. Algunas cuestiones son de origen remoto, otras son novedosas, y unos cuantos padecimientos ya se han hecho crónicos. A ver…

-Las secuelas irremediablemente nacionales del retorno al poder de la viuda de Kirchner, tan urgida de impunidad, cuya centralidad afecta desde hace demasiado tiempo ya a cada rincón del país.

-El zigzagueo patético de su títere Alberto Fernández y la impericia crónica del gabinete de “funcionarios que no funcionan”, según la definición que acuñó la propia jefa. Oficialistas como la diputada nacional bonaerense Fernanda Vallejos adjetivan sobre este gobierno como jamás lo ha hecho ningún opositor. A confesión de parte…  

-El lastre de dos décadas de rovirismo provincial y su expresión local encabezada por el trío de alcaldes obereños Rindfleisch-Fernández-Hassan. De un feudo nunca sale nada bueno y la Misiones de Carlos Rovira es un ejemplo contundente de eso. Un renovador como Ewaldo Rindfleisch saqueó Oberá. Otro renovador como Carlos Fernández se limitó a encubrirlo, su incapacidad para administrar la cosa pública contrastó feo con la que tiene como médico, y a pedido de Rovira se postuló para un cargo nacional, lo obtuvo, y se mandó a mudar a la mitad de su segundo período. Y ahora otro renovador, el joven abogado Pablo Hassan, está empeñado en hacer el mejor gatopardismo posible.

-La Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá, cuya sigla es CELO, es la responsable de brindar los servicios básicos a diez municipios de la zona centro. Esa es su razón de ser. Pero la han venido administrando, desde hace muchos años, una sucesión de incapaces seriales que al ser parte del problema y al no poder o no querer explicar lo que en realidad pasa ahí adentro, tienen que mentir. Pero no son para nada creativos para hacerlo. De modo tal que a los malos servicios se suma el tener que oír discursos surrealistas que ameritarían estar en el manifiesto de André Breton. ¿Resultado? Ni siquiera pueden garantizar la provisión normal de agua y de energía, algo que ya es todo un estilo de vida.

-Una pandemia de coronavirus que, como en tantos lados, dejó infectados y dejó muertos. Una pandemia en la que, por horribles decisiones del poder local, a algunos muertos ni siquiera se los pudo enterrar en su tierra. Una pandemia que con su “remedio” argento, la extensa cuarentena, agujereó aún más los bolsillos que ya estaban rotos. Una pandemia que todavía no se va.

-Una economía cuya destrucción nacional se ve reforzada en la región por la pésima gestión de las marionetas del señor feudal, con el agregado 2022 de otro par de desgracias: sequías e incendios.

-Una temporada estival con temperaturas infernales, que deben ser toleradas durante buena parte del tiempo sin agua y a vela a favor de los resultados lamentables de las gestiones locales.

-Y ahora una guerra provocada por la invasión rusa a Ucrania, un país muy ligado a Misiones y a Oberá. Si ninguna guerra admite la indiferencia, la de Rusia y Ucrania por acá la admite menos. El siglo XX llegó a la tierra colorada por el esfuerzo de inmigrantes como los ucranianos que vinieron en busca de un porvenir negado por los Putin de entonces. Sus hijos y sus nietos, herederos de sus tradiciones y de ese esfuerzo, lo saben como nadie.

     Cuentan que Juan José Castelli, aquél hombre de mayo, pidió antes de morir: “Si lo ves al futuro, decile que no venga”.

      Bien puede pedirse otra cosa.

      Si lo ves al presente, decile que se vaya.

 

Walter Anestiades

(foto: revista digital “Más Sana”, México) 

     

 

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