viernes, 4 de marzo de 2022

 

          LA INDIGNIDAD DE LOS SERVILES

 

     La etimología de la palabra “dignidad” viene del latín “dignitas”. En la Antigua Roma la dignitas, como el honor, era un activo muy importante para una persona. Era una virtud. De modo tal que ante la pretensión de quitarle esa virtud, esa persona se “indignaba”. De ahí su significado moderno, que define a quién se respeta a sí mismo y a los demás y no permite que lo humillen.

     Un docente servil suena a oxímoron. La buena noticia es que la dignidad ganó mucho terreno entre la docencia misionera. Creció en cantidad y en calidad al tiempo que decreció la patética obsecuencia al poder renovador, otrora hegemónica en tiempos de Stella Maris Leverberg. Por cierto el gremio oficialista UDPM, al que le quedó poco de gremio y mucho de oficialista, transita días de suma incomodidad. La extrema pauperización salarial, la ausencia irremediable de su líder, y la sumisa aceptación de miserables aumentos salariales, los ponen en evidencia hasta dejarlos en un absoluto e indefendible ridículo.

     El último arreglo con la patronal fue bizarro: en un país con inflación anual de más del 50% y con una canasta básica alimentaria de casi 80 mil pesos, “gracias” a lo acordado entre UDPM y el gobierno renovador, maestros con varios años de antigüedad ganan menos de sesenta mil pesos. Impresentable.

     Los docentes en lucha, tomándose en serio esa palabra, hacen paros apoyados por quiénes tienen la empatía necesaria (la capacidad de ponerse en la situación del otro). Y son criticados por el vasallaje, domado con las miguitas del gran banquete.

      Un dato insoslayable: el sector docente es el que viene desarrollando la mayor resistencia al feudo. Se verá si la dignidad vacuna contra el servilismo y entonces otros sectores salen de la indolencia.

     Por ahora los docentes dignos de toda la provincia (en los que Oberá tiene un marcado protagonismo), dejan en ridículo a los otros.

     “Todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de su muerte”, escribió el poeta Almafuerte.

       Pregunta: los indignos, ¿también?

 

Walter Anestiades

    

    

    

    

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