EL
VOTAR SIGUE AL SER
Santo Tomás de Aquino,
teólogo italiano del siglo XIII que fusionó la fe cristiana con la racionalidad
aristotélica, proclamó aquello de “Operari sequitur ese”, que traducido
del latín significa “El obrar sigue al ser”. Ergo, uno en lo que hace revela
cómo es. Podríamos tomar esta idea y postular que si el obrar sigue al ser, el
votar también sigue al ser. Uno, al votar, también revela cómo es.
¿Qué más debe
pasar para asumir de una buena vez que para millones de argentinos el voto no
es tanto un derecho ciudadano sino, más bien, algo que tiene valor de cambio?
De norte a sur
y de este a oeste nuestro país está lleno de sitios donde el espacio político
que dispone de más plata gana las elecciones. Aunque gobierne de un modo
desastroso y la calidad de vida sea paupérrima. Lo sabe bien cualquier opositor
que se tome su rol en serio y que, al caminar pidiendo el voto, tropiece con
gente que resume su interés en una pregunta: ¿qué tenés para mí? Los
oficialismos disponen de la “caja” del estado. Y cuando se cree que la plata
del estado la pone Dios, entonces un candidato con ideas podrá seducir a un
ciudadano, pero no tiene chances con un cliente.
Siempre se
habla de la ventaja del político cuando es funcionario y tiene a su cargo una
“estructura”. Pues bien, ¿qué es una estructura? Es disponer de un modo
discrecional del aparato del estado con la capacidad de otorgar todo tipo de
favores, movilizar electores, fiscalizar votos, manejar mucho dinero y actuar como
si estado, gobierno y partido político fueran lo mismo.
Sergio Massa,
el candidato del oficialismo que ganó las elecciones del 22 de octubre, es el
ministro de Economía de un país con inflación mensual de dos dígitos y anual de
tres dígitos, con un dólar a mil pesos y en cuya gestión dos millones de
personas descendieron a la categoría de “pobres”. Además es uno de los tres
vértices de ese triángulo que es el Frente de Todos, hoy Unión por la Patria.
Pero también es
el ministro de Economía que, desde hace un año, es también el presidente
virtual que asumió las funciones que dejaron vacantes Alberto Fernández y
Cristina Kirchner, el presidente y la vice que se “borraron” olímpicamente. Y
entonces, como puede hacerlo, Massa no para de darle a la maquinita de
imprimir: el “plan platita” es insoslayable para entender su triunfo. Se le
compra a quién está dispuesto a vender.
Frente a esa
forma de ser que determina el actuar, y también el votar, no hay yate-gate,
cuadernos, bolsos de López, “Chocolates”, cortes de luz, de agua, inseguridad,
drogas, inflación, o decadencia educativa que alcance para que la realidad
influya en el voto.
Por supuesto
que cada resultado electoral es multi-causal y ya hemos hablado mucho sobre los
yerros de quiénes la van de opositores. Pero se debe entender que no habría
señores feudales sin vasallos. Que no habría cooptación de votos sin clientes.
Y que no habría un chanta como Massa sin otros chantas votándolo.
En Misiones, ya que estamos acá hablemos de
acá, a Rovira le sale cada vez más barato ganar cada comicio. En este 22 de
octubre votaron cien mil electores más que en las PASO. ¿Cuántos votos sumó
Massa en la provincia con respecto al 13 de agosto? Cien mil. ¿Cuántos votos
sumaron los candidatos renovadores a diputados y senadores? Cien mil. Ergo,
cien mil misioneros que en las PASO no votaron el 22 de octubre salieron de su
casa y fueron a votar la boleta oficialista. No hay que ser un intelectual para
entender qué pasó.
¿En el
balotaje podría ganar Milei? Claro que sí. Ya veremos cómo se las arregla para
que ahora lo voten los mismos que basureó.
Martín
Insaurralde debería llamar ya a Sofía y preguntarle si el sábado está libre…
Nuestra sociedad está llena de gente trabajadora
que pelea por sus sueños porque quiere evolucionar. Pero hay que asumir que el
número de personas que no son así es bastante más grande del que nos gusta
creer.
El axioma
tomista no es ninguna macana.
El obrar
sigue al ser.
Y el votar,
también.
Walter Anestiades
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