¿POR
QUÉ A LOS OBEREÑOS
NO LES IMPORTA OBERÁ?
Se le atribuye al lingüista
Noam Chomsky eso de que “La población general no sabe lo que está pasando, y
ni siquiera sabe que no lo sabe”. En Oberá sucede algo diferente: la sociedad
sabe lo que está pasando. Pero ocurre algo peor: no les importa.
Es difícil
encontrar obereños que se comporten como ciudadanos que, además de cumplir con
sus obligaciones, exijan que se respeten sus derechos. Incluso es difícil
encontrar obereños con quiénes hablar de esto.
La decadencia
de la ciudad está a la vista de cualquiera que quiera verla. Oberá lleva
demasiado tiempo sin una buena gestión comunal. De hecho, cuando se les
pregunta a sus habitantes quién fue el último “buen intendente” la mayoría se
remite a los tiempos del radical Sábato Romano, fallecido en el invierno de
1989 cuando estaba en el cargo. Pasaron más de treinta años…
El 7 de mayo
20.423 electores, el 57%, volvieron a elegir a los candidatos de Carlos Rovira
y 8.522 de ellos específicamente a Pablo Hassan, un joven abogado de treinta
años que no pasa de ser el CEO de Rovira en la ciudad. Sí. Por decisión de los
propios, Oberá es hoy, políticamente, otro barrio de Posadas. Sus destinos se
deciden en el Parque Paraguayo. Encima desde diciembre el gobernador volverá a
ser el obereño Hugo Passalacqua, “el hombre mediocre” que ya fue gobernador y
por Oberá hizo muchas cosas. ¿Cuáles? Por ejemplo…,…,…Bueno, ahora no
recordamos ninguna, pero hizo muchas cosas.
Así la mayoría
acabó con toda esperanza de mejora. Triste. Muy triste.
La CELO,
encargada de brindar los servicios básicos, es un símbolo de lo que la política
hace con la gente y de lo que la gente hace con la política: ante el mínimo
aumento de la demanda de agua o de luz, como no la puede satisfacer por falta
de inversión, o cortan el agua, o cortan la luz, o cortan los dos servicios.
Todos los días se rompe un caño en algún lugar o pasa algo con el cableado de
algo en alguna parte. Como el grueso de sus más de treinta mil socios no pasan
de quejas irrelevantes en las redes sociales, el rovirismo la intervino de
hecho y puso a cualquiera al mando. Ergo, armaron un Consejo de Administración
de facto porque los socios, que siempre concurren poco a votar, ahora ya ni
siquiera pueden ir a votar.
Las calles y
las veredas se parecen a las ruinas de Pompeya. Cualquier lluvia más o menos
copiosa causa desastres. En materia de servicio urbano de transporte se
reemplazó un monopolio local por otro provincial, lo que es peor. El “Grupo Z”
hace literalmente lo que se le da la gana y el intendente, quién debería
oficiar de contralor, cumple con la orden de volverse ciego, sordo y mudo.
Incluso cuando durante mucho tiempo se perpetraba la ilegal maniobra de no
darle el vuelto a los pasajeros.
La inseguridad
avanza y la delincuencia está cebada porque sabe que al municipio lo manejan
unos ineptos que están en otra. Sin obviar el peligroso dato de que en Oberá es
más fácil conseguir droga que un trabajo.
Oberá
precisaría una política de seguridad vial para contrarrestar los efectos de una
calidad de manejo propia de “Los autos locos”, aquella serie de dibujos
animados que nos causaba tanta gracia cuando éramos chicos. Pero el modo en que
conviven peatones, autos, motos y colectivos en Oberá no causa ninguna gracia.
Lo que causa son cabezas y huesos rotos. Y muertes. Y nadie se ocupa del tema.
Ahora hasta se
redujo la frecuencia de la recolección de la basura. Solo tres días por semana.
Más basura durante más tiempo en las calles. Las ratas están chochas y las
moscas ya se preparan para el fructífero verano que tendrán. Y nadie dijo ni
media palabra sobre esta muestra de profundo atraso.
En los barrios
el alumbrado público se parece al de Londres. Pero al de Londres en el siglo
XVIII.
A la hora de
consumir noticias se puso de moda entretenerse con las policiales. Bien alejado
de la política local y los funcionarios responsables con nombres propios.
La ciudad no
tiene gestión. La manejan desde Posadas y anda con piloto automático mientras
el simbólico alcalde Hassan se la pasa haciendo sociales, sacándose fotos,
paseando por eventos y declarando pavadas ante la caterva de pone-micrófonos
que viven de las miguitas de la pauta.
Pero, aún en
medio de tanto silencio y quietud, una persona digna no se resignará nunca a
esto. Porque nunca dejará de ser una vergüenza que esto ocurra y que las
personas se entretengan hablando de política nacional para no tener que meter
la nariz en lo que sucede en la esquina de su casa. Ahora, como en tantos lados,
les picó el bichito de ser “libertarios” y votar a Milei. Después de haber
bancado el feudo con su voto. Pregunta: ¿qué hacen estos “libertarios-feudales”
por Oberá?
“Pinta tu
aldea y pintarás el mundo”, nos enseñó León Tolstoi.
Pero por acá
a la mayoría, su aldea, le importa un carajo.
Walter Anestiades
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