¿QUIÉN CAMBIÓ? ¿QUEREMOS CAMBIAR?
¿SE
PUEDE CAMBIAR?
Dicen que fue Heráclito de Éfeso, un filósofo presocrático, el que advirtió: “El
carácter es el destino”. Sobran los analistas de la realidad que señalan que el
presidente Javier Milei debería cambiar para que su gestión mejore. Pero ¿hubo
alguna vez un presidente, un gobernador o un intendente que cambió y su gestión
mejoró? ¿La sociedad argentina quiere cambiar? ¿Alguno de nosotros alguna vez
cambió? ¿Se puede cambiar?
En las sociedades feudales y
conservadoras, por ejemplo en Misiones, la palabra “cambio” no suele ser un
imán sino un repelente. Si se observa el mapa de los últimos comicios en los
que cada provincia y cada municipio, eligió a sus autoridades locales, en una
gran mayoría fueron reelectos los que venían gobernando. Si una persona dice
que quiere que el país cambie, pero en donde vive vota para que todo siga
igual, ¿dónde queda esa Argentina a la que pretende cambiada? ¿Qué cambien los
demás, sería el deseo? ¿Entonces?
Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de
la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner, Mauricio Macri, o
Alberto Fernández, ¿cambiaron y mejoraron sus gestiones o siguieron gobernando
del mismo modo hasta su último día de mandato?
¿Las personas podemos cambiar? Si es
posible cambiar, ¿somos capaces de hacer el esfuerzo que implica intentarlo?
¿Será que la palabra cambio expresa solo
una utopía porque, en rigor de verdad, nunca un gobierno cambió, la sociedad
quiere que cambien los demás pero ellos seguir igual, y las personas cumplen
años pero mantienen la esencia de su carácter y entonces, como diría Heráclito,
eso marca su destino?
Pasados algunos días desde la estrepitosa
derrota electoral en el territorio bonaerense, el presidente Milei viene
ratificando todo lo que pensaba y venía haciendo. Sus antecesores, ¿no hicieron
lo mismo?
Cambiar implica salir de la zona de
confort, involucrarse, tomar decisiones, conocerse bien a uno mismo, hacer un
esfuerzo constante, modificar conductas, abrir la mente, y tratar de ser una
versión mejorada de uno mismo dejando de echarle la culpa de nuestras
desgracias a los demás. Y lidiar con la frustración de que, aún así, quizás no
nos vaya mejor.
¿Quién hace eso?
Walter
Anestiades