A LOS BRUTOS NO LES GUSTAN LOS MATICES:
EL APOGEO DE LA HIPÉRBOLE
El
escritor francés Víctor Hugo decía que “No hay nada más poderoso que una idea a
la que le llegó su tiempo”. En política el desprecio por los matices no es más
que un símil de lo que ocurre en otros aspectos de la vida social. Una vida
social donde la alocada carrera por captar la atención deriva en una
exageración constante. Una hipérbole permanente. ¿Cómo construir una opción política sensata cuando
lo que trae votos es la insensatez?
Dicen que fue Napoleón Bonaparte
el que advirtió: “Pasarán mil años antes de que vuelvan a conjugarse los
factores que me crearon”. Esa expresión dispara una discusión añeja: ¿el líder
hace a la época o cada época construye a sus líderes? ¿Cuánto se parecen Donald
Trump, Vladimir Putin, Nayib Bukele, Cristina Kirchner, Javier Milei, Gildo
Insfrán, Carlos Rovira, Fernando Espinoza, Ewaldo Rindfleisch, o quién se te
ocurra, a las sociedades que los pusieron en sus cargos?
Si los matices “no garpan” ni en la
política ni en casi nada y la exageración se convirtió en una condición sine
qua non para captar la atención de cualquiera, ¿dónde queda la búsqueda de la
verdad? Porque lo verosímil, lo que no necesita ser verdad sino parecerlo, suele
ser más entretenido que la verdad.
Es un fenómeno global pero ya que vivimos
acá, mejor miramos lo que pasa acá.
Desde el gobierno de Javier Milei, por
ejemplo, se dice que las formas no importan. Dicen que eso es cosa de tibios. Y
entonces putean de arriba abajo a aquél que muestra un ápice de disidencia. ¿Habrá
un nuevo contrato social en el que los ciudadanos deberemos permitir que desde
el estado nos insulten a cambio de que nos bajen un poco la inflación?
Parece que el ser humano del siglo XXI
descubrió, por fin, cual es el sentido de la vida: entretenerse. Y, según se
ve, se lee y se oye por ahí, odiar es bastante entretenido.
Hace
muchos años, estando en Córdoba, me contaron este cuentito: “Dicen que cierta
vez “El Ignorante” se casó con “La Soberbia”. Y tuvieron un hijo. Que fue “El
Bruto”.
Todos somos ignorantes. Pero queremos
aprender. El bruto, como es soberbio, no quiere aprender y se jacta de ser un
fanático (¿No te habías anoticiado de que “bruto” y “fanático” son sinónimos?).
Y en esto, a la hora de estimular los fanatismos, el mundo analógico y el
digital se dan la mano.
La hipérbole es una figura retórica que
consiste en aumentar o disminuir exageradamente aquello de que se trata.
Si no exagerás no te dan bola. No te leen.
No te escuchan. No te miran. No te votan.
Esto se pone feo. Porque aprender lleva
tiempo, implica un esfuerzo mental, no hay una idea sino muchas, y eso de
tratar de entender algo no siempre es entretenido.
Pero a los brutos no les gustan los matices.
Así que la afirmación de que la virtud está en el punto medio debe ser una
estupidez pregonada por tibios.
¿Para ser un líder político moderno con
muchos seguidores hay que decir disparates, putear, promover la chatura, buscar
enemigos y enseñar a odiar como Dios manda?
Porque parece que esa es la idea, a la que
le llegó su tiempo.
-Walter
Anestiades
-Imagen:
Corrector Literario

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