viernes, 26 de agosto de 2011

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER CONFORMISTA

En 1970 el notable realizador italiano Bernardo Bertolucci ("El último tango en París") adapta al cine una novela de Alberto Moravia: "El conformista". Llena de aciertos técnicos, como la sucesión de planos secuencia, el film describe la psicología de Marcello Clerici (notable interpretación del francés Jean-Louis Trintignant, el mismo de la mítica "Un hombre y una mujer"). Clerici es un joven profesor de filosofía que encuentra en la Italia fascista de los años treinta el contexto social ideal para su patológica falta de iniciativa: un Estado que le dice qué hacer y qué pensar. Un Estado que se las ingenia fenómeno para reducir la voluntad de cada individuo hasta confundirla con la voluntad de la masa. La masificación se propaga de un modo que un alto cargo de la policía secreta fascista le sintetiza muy bien a Clérici: "Solo unos pocos creen en nosotros. ¿Por qué tanto apoyo entonces? Bueno, unos nos apoyan por miedo y otros por dinero".

Muchos se preguntan porqué tanta queja y malhumor social no se ve reflejado en las urnas. En la Argentina de 2011 el que gobierna gana las elecciones. Pasa en cada distrito en el que se vota. La continuidad le da una paliza al cambio en cada comicio. A la hora de dejar los análisis macro y charlar cara a cara con los votantes del oficialismo, la idea de conformidad con el actual estado de las cosas-básicamente en lo económico-aparece como un común denominador en las respuestas.
¿Está mal conformarse con lo que se juzga es un buen momento económico que se verifica en el aumento del consumo y, por ende, subordinar a ésto cualquier otro tipo de demanda? Claro que está mal. Es un acto de cobardía. Que se sepa. Un conformista es, ante todo, un cobarde que prefiere la comodidad de no comprometerse con el trabajo físico y mental que demanda el luchar por estar mejor. En todo caso, que peleen otros. Que se arriesguen los demás. Hay que ser un tipo de muy pocas luces para sostener que en un país que tiene el potencial que tiene la Argentina, alcanza con tan poco. Las sociedades no progresan por la aplicación de buenos planes económicos. Progresan cuando son exigentes. Y esa exigencia se transforma en el motor del cambio y en el fiscal cotidiano de un Poder que no la tiene fácil.

A ver. ¿Te imaginás a esta caterva de conformistas poblando la Francia de 1789? Votarían a Luis XVI, quién aplicando el plan "Pelucas blancas para todos" obtendría consenso. Seguiriamos siendo todos vasallos y nunca ciudadanos. ¿Y en la Buenos Aires de 1806 invadida por los ingleses? "Che, éstos ingleses liberaron el comercio y ahora mi local vende más que con los gallegos. Quedémonos con ellos", se habría razonado. Con semejantes paparulos, a Hitler le hubiera bastado con hacer una cruz esvástica tipo la de Santa Ana en alguna ciudad alemana y decir que se venía la Alemania turística creciendo más y "en paz". Pensemos en San Martín reclutando voluntades para cruzar los Andes . Su gesta se hubiera visto impedida por la pregunta que cada habitante le hubiera devuelto: "bueno, ¿cuánto tenés para mí? Si me das algo te banco en el cruce ". El Indio Andresito, Pancho Ramírez y Estanislao López serían simples "punteros" políticos de Artigas y se hubieran vendido al que pusiera la "tarasca". Con tristeza, Sarmiento hubiera observado como los maestros argentinos se le afiliaban a UDPM y aprobaban a cualquier adoquín para bajar el nivel de analfabetismo y repitencia. Espartaco se habría ahogado en el mediterráneo al enterarse que el romano Craso se ganó el favor de los esclavos dándoles la "Asignación Universal por hijo". O imaginemos a Napoleón presionando a los mensajeros diciéndole: "ojo con lo que publican, en Waterloo ganamos". Martín Lutero conduciría el programa "6,7,8, Reforma contra la Iglesia hegemónica" y Stalin se hubiera ganado el cariño de los ucranianos organizando la feria futurista "Torturópolis", exhibiendo los más modernso métodos para hacer confesar a opositores. Nerón, al quemar Roma, habría declarado: "fue un cortocircuíto" (¿que en ésa época no había electricidad? Es que a un pueblo de conformistas les hacés creer cualquier cosa...)

Salud. Seguridad. Justicia. Educación. Siguen siendo los pilares para que un pueblo exigente obtenga calidad institucional y,por ende, calidad de vida. Que los que gobiernan se lleven tanto a cambio de tan poco no es precisamente un acto de inteligencia.

William Shakespeare sostenía que los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte.
Los cobardes mueren muchas veces".
Los conformistas también.




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