Mariano Moreno (abogado, periodista y político porteño. 1778-1811)
¿Se puede discutir con un fanático? ¿Vale la pena?
¿Cómo gambetear a ésos cerebros de piedra cuándo son estimulados desde el Poder a meter la nariz en cualquier lado? Porque fanático no se nace. Se hace.
Basta con recorrer el dial de los programas de radio, hacer zapping en la tele, o leer los cada vez más propiciados comentarios al pie de cada artículo o lo que sea que aparezca publicado en los portales de noticias, blogs o las redes sociales para observar que el proceso de embrutecimiento de la sociedad avanza de un modo muy preocupante.
No es sencillo separar al fanatismo de la pasión. La línea que separa una cosa de la otra puede ser difusa pero la separación existe. La pasión es entusiasmo, es poner ganas, es comprometerse en cuerpo y alma, es motivación, es ponerle sal a la vida. Es subjetiva e indomable. Pero si da un paso más allá se huye de la realidad y de las verdades transitorias. Se deja de lado-y se asesina-al juicio crítico y a la posibilidad de que haya realidades múltiples. Ahí estamos en problemas: seremos un fanático cuyo recorrido suele desembocar en un abismo.
Tené cuidado con los fanáticos que se multiplican en la política, en las religiones, en el fútbol y en dónde sea, cosa que es casi natural que ocurra cuando el éxito de determinados “proyectos” necesita no de inteligentes sino de brutos.
¿Cómo reconocerlos? Es fácil encontrarlos porque viven todos en la misma dirección.
En la esquina del título…
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