Recuerdo que agonizaba la década del setenta y mi
viejo me contaba que el colectivo 152 en el que viajábamos doblaba por alguna
cuadra lateral, en vez de seguir derecho
como siempre por la avenida Santa Fe, porque había llovido y el arroyo
Maldonado se había desbordado. Pasaron más
de treinta años. Crecí, estudié, viajé, viví de todo, se fue la dictadura, vino la democracia, mi
viejo ya no está, el intendente de Buenos
Aires empezó a ser elegido por el pueblo en vez de ser puesto a dedo por el
Presidente, pasaron unos cuántos, me fui de allá y me vine para acá, y ahora
por la televisión repiten a cada rato: “se desbordó el arroyo Maldonado”. La
gran inundación de hace días reconoce motivos
que nunca se fueron y permanecieron latentes. A la manera de Nietzche, un eterno retorno en el que lo sucedido vuelve para suceder de nuevo .
La Argentina
es ése país en el que los gobiernos pasan y los problemas quedan.
No sólo la sociedad se la pasa votando a
tipos que no resuelven ni uno sólo de los grandes problemas colectivos (ni
grandes, ni medianos ni chicos). Además hay que blindarse espìritualmente para soportar a la caterva de indiferentes que se quejan de lo
que “les sucedió” cuándo no les
“sucedió” nada sino que ocurrió algo que ellos mismos produjeron. No le dan bola a nada antes de que pase. Todo importa en el después. En la Argentina la prevención es algo que sólo puede
encontrarse como palabra en los diccionarios. De ninguna otra manera.
-Antes
debe haber una planificación urbana
(no “negociados urbanos”) que organice los espacios y reduzca los riesgos
ambientales. Después una lluvia más
o menos intensa basta para barrer con vidas, casas y lo que haya por el camino.
-Antes
hay que evitar caer en la perversa trampa ideológica de que la preocupación por la seguridad es cosa de “la derecha” y exigirla como lo
que es-un derecho humano fundamental-al único que debe brindarla-el Estado-. Después del asesinato de un ser querido,
las marchas pidiendo Justicia no rinden frutos y no se sostienen por demasiado
tiempo.
-Antes
hay que controlar a los gobiernos porque desde que el mundo es mundo quién
tiene Poder tiende a abusar de ese Poder. Después
la debilidad de cualquier hijo de vecino frente a un Poder omnímodo es algo que
todo gobierno aprovecha.
-Antes
hay que asumir que el dinero del Estado sale de los bolsillos de los que,
como vos, pagan impuestos . Ergo, cuándo
tolerás que la roben, te están robando a vos. Después la plata no alcanza más. Ya no hay. Pero no hay sólo para
vos.
-Antes hay que exigir un sistema de Salud Pública que sea
eso, un sistema. Con profesionales médicos y enfermeros bien preparados y bien
pagos, que tengan los insumos, la infraestructura y la aparatología necesaria para trabajar y
hacer ciencia del siglo XXI. Después
queda rezar buscando un milagro.
-Antes
hay que educar a los chicos con adecuados niveles de exigencia para que
desarrollen la capacidad de razonar y el pensamiento crítico. Después no hay nada más fácil de
dominar que un bruto.
-Antes
hay que exigir que cosas básicas como la vivienda, un trabajo bien
remunerado, la luz, el agua potable, el gas o un teléfono nos lleguen como
derechos adquiridos y cuya falta no pueda admitirse bajo ningún concepto. Después hay que acostumbrarse a vivir
en el siglo XXI como en el siglo XIX.
-Antes
hay que ser ciudadano de una república. Después se es vasallo de un feudo.
-Antes
hay que ser muy celoso de la libertad de expresión. Después hay que bancarse la mordaza.
-Antes
hay que tener un proyecto de vida, de país, de provincia, de ciudad. Después se tiene el destino de la
pluma: ir adónde te lleve el viento.
“No
existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le llegó su tiempo”, escribió ese francés genial de Víctor Hugo.
En Oberá, en Misiones y en cualquier parte de la Argentina las ideas
nunca llegan antes.
Siempre
vienen después…
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