martes, 9 de abril de 2013

LA ARGENTINA DEL “DESPUES…”

   

    




     Recuerdo que agonizaba la década del setenta y mi viejo me contaba que el colectivo 152 en el que viajábamos doblaba por alguna cuadra lateral,  en vez de seguir derecho como siempre por la avenida Santa Fe, porque había llovido y el arroyo Maldonado se había desbordado. Pasaron más de treinta años. Crecí, estudié, viajé, viví de todo,  se fue la dictadura, vino la democracia, mi viejo ya no está, el intendente de Buenos Aires empezó a ser elegido por el pueblo en vez de ser puesto a dedo por el Presidente, pasaron unos cuántos, me fui de allá y me vine para acá, y ahora por la televisión repiten a cada rato: “se desbordó el arroyo Maldonado”. La gran inundación de hace días reconoce motivos que  nunca se fueron y permanecieron latentes. A la manera de Nietzche, un eterno retorno en el que lo sucedido vuelve para suceder de nuevo . La Argentina es ése país en el que los gobiernos pasan y los problemas quedan.

     No sólo la sociedad se la pasa votando a tipos que no resuelven ni uno sólo de los grandes problemas colectivos (ni grandes, ni medianos ni chicos). Además hay que blindarse espìritualmente  para soportar a la caterva de indiferentes que se quejan de lo que  “les sucedió” cuándo no les “sucedió” nada sino que ocurrió algo que ellos mismos produjeron. No le dan bola a nada antes de que pase. Todo importa en el después. En la Argentina la prevención es algo que sólo puede encontrarse como palabra en los diccionarios. De ninguna otra manera.

     -Antes debe haber una planificación urbana (no “negociados urbanos”) que organice los espacios y reduzca los riesgos ambientales. Después una lluvia más o menos intensa basta para barrer con vidas, casas y lo que haya por el camino.
     -Antes hay que evitar caer en la perversa trampa ideológica  de que la preocupación por la seguridad  es cosa de “la derecha” y exigirla como lo que es-un derecho humano fundamental-al único que debe brindarla-el Estado-. Después del asesinato de un ser querido, las marchas pidiendo Justicia no rinden frutos y no se sostienen por demasiado tiempo.
     -Antes hay que controlar a los gobiernos porque desde que el mundo es mundo quién tiene Poder tiende a abusar de ese Poder. Después la debilidad de cualquier hijo de vecino frente a un Poder omnímodo es algo que todo gobierno aprovecha.
     -Antes hay que asumir que el dinero del Estado sale de los bolsillos de los que, como vos,  pagan impuestos . Ergo, cuándo tolerás que la roben, te están robando a vos. Después la plata no alcanza más. Ya no hay. Pero no hay sólo para vos.
     -Antes hay que exigir un sistema de Salud Pública que sea eso, un sistema. Con profesionales médicos y enfermeros bien preparados y bien pagos, que tengan los insumos, la infraestructura  y la aparatología necesaria para trabajar y hacer ciencia del siglo XXI. Después
 queda rezar buscando un milagro.
     -Antes hay que educar a los chicos con adecuados niveles de exigencia para que desarrollen la capacidad de razonar y el pensamiento crítico. Después no hay nada más fácil de dominar que un bruto.
     -Antes hay que exigir que cosas básicas como la vivienda, un trabajo bien remunerado, la luz, el agua potable, el gas o un teléfono nos lleguen como derechos adquiridos y cuya falta no pueda admitirse bajo ningún concepto. Después hay que acostumbrarse a vivir en el siglo XXI como en el siglo XIX.
     -Antes hay que ser ciudadano de una república. Después se es vasallo de un feudo.
     -Antes hay que ser muy celoso de la libertad de expresión. Después hay que bancarse la mordaza.
     -Antes hay que tener un proyecto de vida, de país, de provincia, de ciudad. Después se tiene el destino de la pluma: ir adónde te lleve el viento.


     “No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le llegó su tiempo”, escribió ese francés genial de Víctor Hugo.
      En Oberá, en Misiones y en cualquier parte de la Argentina las ideas nunca llegan antes.
       Siempre vienen después…

    

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