UNA MENOS
A veces el problema no es saber qué pasó.
A veces el problema es qué hacemos con lo que sabemos que pasó. En una noche de
abril de 2004 María Elena “Marilyn” Bárbaro fue golpeada, enterrada y murió-en
ese orden-en su casa de Oberá. Ahora se
cumple una década de la primera marcha del movimiento “Ni una menos”. En
Oberá hay una menos.
Marilyn Bárbaro, de 54 años y con una
discapacidad física hija de la epidemia de polio que el país padeció en 1956,
fue asesinada a golpes. La autopsia confirmó que le rompieron el cráneo y que,
cuando la enterraron, aún respiraba. No se conocía la palabra “femicidio” para
definir a este tipo de crímenes. Pero sí se conocía la palabra “impunidad” que
sirvió para definir lo que pasó después.
Judicialmente lo último que ocurrió fue el juicio abreviado a Rubén Oscar Schnimg, uno de los cinco imputados, que fue condenado por homicidio simple y robo, lo que atenuó su pena. Incluso para dos jueces y un fiscal no hubo ni “ensañamiento” ni “alevosía” en el crimen. Hace un par de años quedó libre. A una discapacitada que se movía en silla de ruedas le rompieron la cabeza y la enterraron viva. Pero la justicia dictaminó que no hubo ni ensañamiento ni alevosía. Como el poder político metió la nariz algunos zafaron y preso ya no hay nadie.
Todo esto ocurrió en el estado rovirista
que sigue cooptando gente con el suficiente estómago para ser candidatos del
partido del poder.
A Marilyn la mataron.
En Oberá hay una menos.
Walter
Anestiades
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