domingo, 29 de junio de 2025

 

EL PECADO FAVORITO DE ROVIRA

 

     En el omega de la película de 1.997 “El abogado del diablo”, John Milton (Lucifer, interpretado por Al Pacino) dice mirando a cámara: “La vanidad es mi pecado favorito”. Sí. La vanidad es el pecado favorito del diablo. Y el de Carlos Rovira, también…

     Además de las múltiples facilidades con las que cuenta para ganar las elecciones (la “caja” del estado usada con libre disponibilidad, la ley de lemas, una sociedad conformista y desmovilizada, la ausencia de controles republicanos, un periodismo a la carta y un cristianismo totalmente enfocado en “la otra vida”), el oficialismo renovador también dispone de la vanidad de aquellos opositores que solo se juntan en las boletas.

     De hecho, la única derrota electoral trascendente que Rovira conoció en las últimas tres décadas fue en octubre de 2006, cuando el sacerdote jesuita Joaquín Piña logró alinear a toda la oposición, incluso a oficialistas (y a la iglesia) en el Frente Unidos por la Dignidad. Después la vanidad derivó en fragmentación (además de los tantos cooptados, claro).

     Los libertarios, los radicales, el PRO, y los espacios locales no tienen la más mínima intención de encontrar en la oposición al feudo un común denominador. Algunos porque se postulan para terminar siendo cortesanos. Otros porque nunca encontraron el electorado necesario. El peronismo se convirtió en un sello de goma entregado a Rovira y la izquierda no tiene chances en una provincia políticamente daltónica.

     Queda muy poca oposición y partida, donde los egos se anteponen a las coincidencias.

     Así, divididos, sin estrategia comunicacional, jugando en una “cancha inclinada”, rodeados de “oficialistas latentes” y movidos por vanidades personales, van y le piden el voto a una sociedad que prefiere conformarse con las miguitas del gran banquete antes que luchar o que se hace oficialista por "un kilo y dos pancitos", como diría Balá. Cero chances.

     Los libertarios-feudales, la nueva mayoría política misionera de la que tanto hemos hablado, tienen garantizado el éxito. Los libertarios en los comicios nacionales. Y los feudales en los comicios  locales. Que el país cambie. Y que Misiones se quede igual.

    Hacer oposición en un feudo es muy difícil y exige una capacidad de resistencia fenomenal. Con el paso del tiempo son muchos los que sucumben a la tentación de un cargo o deciden optar por un silencio cómplice para ganarse los favores del poder para que a ellos, en lo personal, les vaya bien.

     Cada uno hace la suya. Hay mucho “yo” y muy poco “nosotros”. Todo es vanidad.

     Que es el pecado favorito del diablo.

     Y el de Rovira también.

 

Walter Anestiades

    

 

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