Todos los días miles y miles de argentinos se
equivocan al pisar el pedal. En sus
autos pisan el del acelerador. En sus mentes pisan el del freno.
Podríamos comenzar citando estadísticas que rápidamente
serían refutadas por esa clase de funcionarios públicos que dedican casi toda
su energía a cambiar el relato de
las cosas que pasan más que a cambiar las cosas que pasan. Pero como solemos
mandar al carajo a ésos tipos las vamos
a citar igual. “Luchemos por la vida”
es una ONG (Organización No Gubernamental), y éso es lo que la torna confiable. En junio se cumplirán veintitrés años de que fuera parida en
Buenos Aires a favor de intentar prevenir
los accidentes de tránsito en todo el país. Vale detenerse en que prevenir es una suerte de palabra
subversiva en una Argentina en la que las políticas
públicas suelen tener la misma seriedad
que un programa de Benny Hill y la misma continuidad
de un Director Técnico de fútbol. Según
ésta Asociación Civil en todo el 2012
murieron 7.485 personas por
accidentes viales de norte a sur y de este a oeste de la Argentina. Un promedio mensual
de 624. Un promedio diario de 21. Una persona muere por casi cada hora del día, cada día.
En Misiones, el
año pasado, hubo 368 muertes por accidentes viales colocando al distrito en el
cuarto con más víctimas fatales (sólo superado por la Provincia de Buenos
Aires, Córdoba y Santa Fe). Un promedio de 30
muertos al mes, ergo, uno por día.
ESTADISTICA DE
VICTIMAS FATALES POR ACCIDENTES DE TRANSITO
EN LOS ULTIMOS DIECISIETE AÑOS: (entre
paréntesis la ubicación de Misiones en la estadística nacional de cada año
entre los 24 distritos)
AÑO EN PROMEDIO EN
EL
PAIS POR
DIA MISIONES
1996 7864 22 285 (6º)
1997
8123 22 225 (7º)
1998
7579 21 247 (8º)
1999 7533 21 263 (8º)
2000
7545 21 254 (7º)
2001
7071 20 252 (7º)
2002 6806 19 258 (6º)
2003 7055 20 238 (6º)
2004 7137 20 239 (6º)
2005 7138 20 230 (8º)
2006 7557 21 308 (5º)
2007 8104 22 334 (6º)
2008 8205 22 331 (6º)
2009 7885 22 317 (6º)
2010 7659 21 339 (5º)
2011 7517 21 314 (6º)
2012 7485 21 368 (4º)
Cómo se aprecia fácilmente no hubo cambios
sustantivos en la última década en la que , en el orden nacional, siguen
falleciendo veinte personas o más en el promedio diario. En Misiones hay un
salto considerable entre el 2005 (con 230 muertes y un octavo puesto en el
total del país) y 2006 (donde se llega a las tres centenas de víctimas para,
desde entonces, nunca volver a las dos). En
los últimos años Misiones ha tenido mayor cantidad de muertes por accidentes
viales que geografías con mayor población (como Mendoza o la propia Capital
Federal).
En éstos años las campañas de concientización se
multiplicaron y se hicieron más visibles (uso del cinturón de seguridad, uso
del casco cuando se viaja en moto, el respeto a las velocidades máximas y
mínimas, los cursos viales, etc, etc, etc.) pero a la vez cabe preguntarse si
la cantidad de información dada ha
sido equivalente con la calidad de
información recibida. Dicho de un modo más concreto: hay una diferencia fundamental entre la educación y la concientización.
El objetivo de la educación es
proporcionar un conjunto de conocimientos, mientras que la concientización está
dirigida a conseguir que la gente cambie su comportamiento.
Conocer y educarse no es suficiente para modificar conductas, el gran objetivo de toda campaña de
concientización. Al tiempo debemos sincerarnos: los controles y las medidas que
se implementan desde el Estado tienen poco de pedagógicas y mucho de recaudatorias.
El factor
humano (ergo, nosotros) tiene el
mayor porcentaje en la responsabilidad de los siniestros viales. De modo tal
que el mensaje debería ser más claro aún:
campañas de educación permanentes que
tomen en cuenta la variedad de disciplinas de las ciencias sociales que pueden
aportar mucho a la “llegada” del mensaje a los conductores (porque está claro
que a buena parte de los videos, folletería y boletines que circulan se les da
poco o nada de bolilla) . Un Estado que vea en la prevención de accidentes la
maravillosa oportunidad de salvar vidas
y no otra “caja”. Y la necesaria “represión” (palabra que la cultura
oficial ha logrado instalar como una rémora de las dictaduras militares, lo que
deriva en el miedo a usarla) para que el miedo a la violación de las normas
viales (cuando se sabe que el castigo se aplica universal e inflexiblemente)
transforma a muchos argentinos irresponsables en nuestras rutas, en
ciudadanos cuidadosos en cuánto cruzan
algunas fronteras (Brasil es un
ejemplo contundente). Hay que impactar
en la mente de automovilistas para que
asuman que no tienen la “muñeca” de
Sebastian Vettel o Carlitos Okulovich. Y
en la de motociclistas para que comprendan de una buena vez que no usar casco o llevar un bebé a bordo
es todo un anticipo del infierno. Hacer cumplir con un rigor que no se aplica
nunca la obligación de usar cinturón de seguridad (¿quién lo usa cuándo maneja
por la ciudad?) . Y el no hablar por celular mientras se maneja (¿conocés a
mucha gente que haya sido multado por hacerlo?). Poner el guiño cuándo se dobla. Asumir que no
es lo mismo conducir en los caminos vecinales o en las colonias que en una ciudad
como Oberá (por ejemplo) donde el parque automotor y la congestión del tránsito
en las “horas pico” en su centro ha crecido sustancialmente. Y combatir al alcohol (vedette de los “accidentes”
viales) tanto como se combate al tabaco y sin hipocresías (las etiquetas de los
paquetes de cigarrillos traen imágenes y leyendas contundentes sobre los
perjuicios que trae el fumar. Debería hacerse lo mismo con las etiquetas de
vinos, whisky y cervezas con imágenes de, por ejemplo, como queda un hígado cirrósico)
Cada parte tendrá su excusa para gambetear
responsabilidades (deporte que nos encanta practicar). El Estado remarcará que
hace escuela y prevención todo el tiempo, que “admite” que falta mucho por
hacer (sanata que sirve para expiar
culpas) y que no se persiguen fines
recaudatorios. Los conductores dirán que las rutas o las calles son imposibles.
Los peatones que siempre son víctimas de automovilistas inescrupulosos y que
caminan y cruzan calles por donde deben. Típica “argentinización”: Si todos hacen todo bien, ¿por qué sale mal? ¿Estaremos realmente dispuestos a hacer todo
lo que hay que hacer aún sabiendo que la mejor campaña de prevención no
garantiza un ciento por ciento de efectividad y que a algunas mejoras nosotros,
los de ésta generación, ni las vamos a ver?
¿Conocés el origen de la palabra “idiota”? Los antiguos griegos llamaban así a aquellos habitantes de
la polis que no se preocupaban por
la cosa pública, por los asuntos de su ciudad. Servía para diferenciarlos de
los “ciudadanos”, tipos que sí se comprometían con lo que ocurría a su
alrededor.
Cuidado con
los idiotas. No sólo son indiferentes a lo que nos pasa.
También
manejan…
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