martes, 14 de mayo de 2013

ELOGIO DE LA REPREGUNTA

         

       “El Periodismo nace en la repregunta”
                               (Fermín Bocos, periodista español)



       
          La Escuela de la Gestalt (de la “forma”) es una corriente de pensamiento en el campo de la Psicología, surgida en Alemania a principios del siglo XX. Sostenían la teoría de que lo que percibimos son conjuntos organizados de sensaciones y no entidades dispersas sin elaborar.  Es indudable que hoy por hoy la batalla política se da en el campo de la interpretación. En el plano de lo simbólico, en el mundo de la palabra y la lucha por apropiarse del sentido. Por eso tanto interés oficial en controlar al periodismo. Periodismo que para sobrevivir y para distinguirse de “chupamedias”, alcahuetes, tranzas  y otras yerbas con las que se convive debe usar sus mejores recursos.

       La repregunta es un recurso fundamental del periodista.  En Oberá, sin embargo, escucharla es tan exótico como ver a River Plate levantando una Copa Libertadores en Brasil. 
              Casi no pasa día sin que buena parte de las radios o la televisión obereña  (incluída alguna  televisión obereña que se hace en Posadas)  nos  meta en la densidad de cuestionarios momificados. Reportajes ideales para el consumo de oyentes hipertensos: no tienen “sal”.
             Algunos dicen que la ausencia de la repregunta a los funcionarios públicos-fundamentalmente- es hija de la obsecuencia. Algo de eso hay pero también está ligada a la inhabilidad militante.  Esa que se origina en no cuestionar lo obvio, cuando sabemos que lo obvio es enemigo de la inteligencia. Es como si el periodista enviara un mensaje  desde cierta soberbia amortiguada y disfrazada por el medio tono campechano de la geografía: “Yo soy así. Y no pienso cambiar”.  Quiere decir que no va a gastar energía en mejorar y autosuperarse.  En leer. En cultivarse intelectualmente. En  desarrollar habilidades paridas en la posesión de una buena cultura general. En agregar contenido a las formas. Ser uno mismo y tener convicciones es algo muy distinto de jactarse de no saber. Es una verdadera tragedia humana cuando no se evoluciona no por ser limitado sino por ser perezoso.
      La consecuencia directa de la falta de repreguntas es la aparición de un grupo homogéneo de políticos que se sienten incómodos ante el ejercicio más o menos serio de la profesión. Les cuesta entender  que un reportaje periodístico no es “un menú a la carta” para que ellos se sirvan cuando todas sus experiencias mediáticas tienen que ver con sentarse frente a “ponemicrófonos”  para los cuáles es lo mismo el Periodismo y la Propaganda.  Muchas veces por pauta oficial, sí. Otras muchas , insistimos, por carencias. Hay que entrenar para ser inteligente. Después, lo de ser incisivo viene sólo.
      En Oberá el Poder muere ante la repregunta. El Intendente, los Concejales, los que administran la CELO, dirigentes políticos de cualquier orientación, pueden llegar a sufrir ataques de pánico ante la contundencia y profundidad de la sencillez que es la “composición química”  de la repregunta: contundencia, profundidad  y sencillez.
     Oberá también tiene un “relato”. Y en vista de que hasta acá llegamos sin agua, sin luz, con salarios miserables, con un Hospital que precisa mucho de lo que ofrece y una corruptela que ameritaría haber construido sus propias bóvedas , hay que asumir que el único antídoto para combatirlo es desarmar esos aburridos monólogos que surgen como respuestas preconcebidas a preguntas  elementales . Se me hace, ante algunas entrevistas que hay por ahí, que mi tía  de Pompeya sería más incisiva.
     Marcar la ausencia de la repregunta en los mass-media de Oberá no tiene que ver solamente con detenerse en el amateurismo de algunos profesionales. Va más allá.  Un periodismo limitado estimula que haya  más habitantes que ciudadanos.  Habitantes que al caer en la trampa de la sanata  no pueden  deconstruir  creencias incorrectas (no sólo en lo político)  ni refutar puntos de vista que tienen una fuerza que les viene no de la argumentación sino de la constante repetición. Una persona mal informada carece de la necesaria Educación Cívica. Una persona mal informada cae en el exceso de reverencia ante los funcionarios. Una persona mal informada toma malas decisiones. Por ejemplo, al votar. 

     “Con la verdad no temo ni ofendo”, escribió José Gervasio de Artigas.
       Con la repregunta, tampoco.
    
     
    
                      
                 

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